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Ya se acerca el popular “maratón Guadalupe – Reyes”. Llamado así, por el característico ingenio y pícaro sentido del humor mexicano, que va del 12 de diciembre al 6 de enero. Curiosamente, fechas que aluden a festividades religiosas, de creencias que reprueban el uso excesivo del alcohol.

Para muchos, este “maratón” inicia desde las fiestas patrias de septiembre y, para muchos otros permanece durante todo el año.

Esto del “maratón Guadalupe – Reyes” puede sonar gracioso, pero deja de serlo cuando el consumo excesivo de alcohol se convierte en un problema no sólo al interior de las familias, sino un problema de índole social, repercutiendo en la economía, en la seguridad y en la salud de la comunidad.

Dicen que “cualquier pretexto es bueno”.

Una cosa es el consumo responsable, controlado, ocasional o social, de bebidas alcoholicas, y otra cosa es la enfermedad llamada alcoholismo. Esta enfermedad crónica, degenerativa y mortal, muchas veces no se acepta como tal, es decir, quien la padece lo niega. Y quien la sufre es el enfermo, la familia, los amigos o personas cercanas (como los vecinos) y la sociedad en general. Es una enfermedad que debe ser tratada y considerada con seriedad y respeto.

Este año ha sido especialmente complicado. El confinamiento, la falta de empleos, la incertidumbre, causan estrés, ansiedad, angustia, depresión y muchas veces todo esto va acompañado por un aumento en el consumo de las bebidas alcohólicas, trayendo como consecuencia situaciones de violencia intrafamiliar, suicidios o comisión de delitos que, estando sobrios, serían impensables.

En algunos hogares no hay suficientes ingresos para comprar los básicos como leche, pan y huevo, sin embargo, cuando se quiere consumir alcohol, siempre encuentran la manera de conseguirlo. Ya sea invitados por “amigos”, generalmente cómplices de malas decisiones, o comprando alcohol de baja calidad poniendo en riesgo su salud al comprar alcohol quizá adulterado, por ejemplo.

No tienes que ser alcohólico para que una copa de más te rompa la vida.

En este “maratón Guadalupe – Reyes”, por favor sé prudente. Una copa de más puede ser la “mala copa” que destruya tu vida, la vida de las personas que te aman o incluso, la vida de alguien a quien hoy ni siquiera conoces .

No creas que “ya eres grande y ya tienes edad para emborracharte»… Ninguna edad es la adecuada para actuar de manera inadecuada.

Una copa de más puede provocar que cometas estupideces, como conducir un auto estando borracho y matarte o matar a alguien más.

Una copa de más puede llevarte a actuar con violencia en contra de las personas a quienes más deberías amar y respetar… Empezando por ti mismo.

La borrachera no cambia a las personas, sino que saca a relucir sus verdaderas personalidades. Así que también debemos ser prudentes de la gente con quién vivimos y convivimos.

A propósito de los propósitos.
Carl Honoré y el Movimiento Slow

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