En cuestión de meses, terminará de teñirse todo nuestro país con los hermosos colores del otoño. Nuestra cultura florece curiosamente en medio del aura fría y sombría de la muerte para volverla un inmenso mar de recuerdos y añoranzas en el que todos nuestros seres queridos que se han marchado de este mundo se vuelven protagonistas.
La música es una de las manifestaciones artísticas que durante estas fechas se hacen presente como una forma de honrar a todos aquellos que se nos han adelantado en el camino rumbo al más allá. El día de hoy es por esa razón que no solo invocaremos la esencia de una de las canciones más emblemáticas de estas fechas, sino que, además hablaremos sobre esa historia que se esconde tras ella y que muy pocos conocen. Sin más que decir te pido que en esta ocasión me acompañes para indagar en el origen de tan mística canción que sin duda has llegado a escuchar.
“La llorona”; una canción compuesta en el año de 1941 por Andrés Henestrosa y que a lo largo de los años ha sido interpretada por artistas de la talla de Chavela Vargas y (recientemente) Ángela Aguilar. Existen varias versiones de la misma, sin embargo, el peculiar sentimiento de nostalgia que transmite continúa siendo el mismo; ese que nos estruja el corazón y nos oprime el pecho.
Más que una fuente de inspiración
Lo cierto es que ese sentimiento tiene una poderosa y contundente razón, misma que se halla en su historia, la cual se centra aparentemente en la existencia del romance frustrado entre una pareja de jóvenes oaxaqueños. Un chico proveniente de Tehuantepec que asistió a una fiesta que se realizaba en Juchitán, y en la que conocería a una joven que para esos momentos salía de una iglesia, vistiendo el hermoso y característico huipil. Tras días y días de cortejo, la chica finalmente accedió a las insinuaciones de su enamorado, sin imaginar que su historia carecería de felicidad. Justo cuando los planes de boda se habían establecido, la revolución mexicana llegó a sus vidas, orillando a su prometido a pelear en tal enfrentamiento. La joven, temiendo que su prometido nunca regresase, no hizo otra cosa más que llorar. Y pese a que los malos presentimientos la invadían, ella juró esperarlo. Él, desafortunadamente jamás regresó. Cierto día, llegó un ex soldado a Juchitán, con la única misión de hacerle saber que su prometido había muerto en el campo de batalla, alcanzado por las balas. Las heridas fueron tan graves que el desdichado joven solo fue capaz de entregarle una carta a su compañero de batalla, haciéndole prometer que en cuanto el conflicto terminase, se la entregaría a la chica. En esa carta que él había escrito como parte de tan mal augurio, se encontraba la letra de “La llorona”.
Si bien, se desconoce cómo fue que dicha carta llegó a manos de Andrés Henestrosa, la historia que se esconde tras la profundidad de esta canción nos hace mucho sentido. Un joven que, enamorado buscó la forma de hacerle llegar a su prometida todo el amor que le tenía y que al final, traspasaría la muerte. El amor venciendo al motivo más poderoso de separación y que tan invencible se piensa. Esa sin duda alguna, es la más bella lección que nuestra cultura nos otorga y que no siempre valoramos, y esta canción es prueba de ello.
La muerte para nosotros es solo una promesa de que algún día volveremos a reunirnos con nuestros seres queridos. Que no es el final, sino más bien el esperanzador comienzo a una nueva historia. A una nueva e inmortalizada vida.