En las profundidades de Guanajuato, donde el tiempo parece detenerse y las sombras cuentan historias, existe una leyenda que ha cautivado la imaginación de locales y visitantes por igual. Se trata de la momia de los ojos abiertos, una figura que yace eternamente sorprendida, con la mirada fija en el vacío, como si hubiera visto algo más allá de este mundo.
La historia comienza con un fraile, un hombre de fe que vagaba por las calles de la ciudad de Guanajuato llevando consigo nada más que su devoción y su hábito desgastado. Este fraile era conocido por su vida austera y su sacrificio, siempre llevando un cilicio como muestra de su compromiso con Dios. Era un consuelo para los desamparados y una fuente de aliento para los débiles.
El fraile detuvo su marcha y como muchos no sabemos el significado del cilicio, nos miró a los ojos y nos explicó que: es un objeto que ha sido utilizado en diferentes tradiciones religiosas para simbolizar la renuncia a los placeres mundanos y el acercamiento a Dios.
Aunque su uso ha variado a lo largo de la historia y en diferentes contextos religiosos, exploraremos su significado espiritual general y por qué algunos de nosotros los monjes y personas devotas lo llevamos:
Nos dijo: El cilicio es una prenda de tela áspera que se lleva alrededor del cuerpo, generalmente está hecho de pelo de cabra negro o de otro material incómodo. Su textura áspera y rugosa causa incomodidad al contacto con la piel.
En ciertas religiones, se utiliza como una forma de penitencia. Su uso está directamente relacionado con la expiación de los pecados cometidos. Al llevarlo, se busca la disciplina y el auto control, dándole un sentido de sacrificio a la práctica religiosa. Es una herramienta para recordar la humildad ante lo divino.
El cilicio representa la renuncia a los placeres terrenales. Al usarlo, se busca desapegarse de las comodidades y centrarse en lo importante que es en el terreno espiritual, no es obligatorio para la práctica religiosa. Cada persona puede decidir si lo utiliza o no.
Yo decidí usarlo, me dijo porque antes de hacerme monje fui un gran pecador y estoy espiando así mis pecados, usando también la oración y la meditación para comprenderme a mí mismo y a Dios.
Continuando con la leyenda te diré qué un día, mientras cruzaba la Plaza del Baratillo, el fraile se encontró con un minero, un hombre de corazón duro y espíritu incrédulo. El minero, en un estado de embriaguez, desafió al fraile a tomar una copa con él.
El fraile, con serenidad, declinó la oferta y continuó sereno su camino. Ante su negativa, lo insulto, pero al voltear a ver su partida notó algo extraordinario: el fraile parecía flotar sobre el suelo, como si fuera una sombra o un espíritu que caminaba sobre el empedrado sin tocarlo.
Tiempo después, el minero sufrió un grave accidente en las minas y se encontró en su lecho de muerte. Deseando confesarse antes de partir de este mundo, pidió la presencia de un sacerdote. Para su sorpresa, el fraile que le había despreciado un trago apareció ante él.
Con voz débil, el minero confesó su falta de respeto hacia el fraile. “No te preocupes” le dijo el fraile “yo te perdonó”, revelándole que él era el mismo sacerdote al que había insultado.
El minero, abrumado por la revelación y el miedo a la desconocida muerte, abrió desmesuradamente los ojos sorprendido y asustado y en ese preciso momento exhaló su último aliento. Se dice que su cuerpo fue llevado al panteón y se convirtió en una de las famosas momias de Guanajuato.
La expresión de asombro y terror quedó eternamente grabada en su rostro, con los ojos abiertos y fijos hacia la nada. Los que conocen esta leyenda aseguran que nadie pudo cerrarle los ojos después de su muerte.
La momia de los ojos abiertos se ha convertido en un símbolo de la ciudad, un recordatorio de que la vida está llena de misterios y que, a veces, la muerte no es el final, sino el comienzo de una nueva leyenda.
La historia del minero y el fraile sigue viva en la memoria colectiva de esa ciudad colonial, una narrativa que trasciende el tiempo y el espacio. A la vez nos invita a reflexionar sobre la fe, el arrepentimiento y la redención.
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Bibliografía:
Leyendas en Guanajuato: La momia de los ojos abiertos – Grupo Milenio