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El folklor y la cultura popular de los pueblos mexicanos da origen a muchas historias y leyendas, sucesos y hechos que van ocurriendo y transmitiendo de boca en boca y una de ellas es la del Charro Negro, un jinete endemoniado que siempre viste de… negro.

Hace muchos años, numerosas familias de mineros y jornaleros trabajaban a deshoras, muchos de ellos en condición de esclavos. Entre ellos se encontraba Juan, un hombre joven y ambicioso que no dejaba de quejarse de su mala suerte.

Al terminar su jornada laboral de más de 10 horas, acudió a la cantina del pueblo y comenzó a beber en compañía de sus amigos. Entrado en copas, les comento a sus compañeros: “La vida es muy injusta con nosotros, daría lo que fuera por ser rico y poderoso.”

Un charro alto y vestido de negro entra a la cantina

Cuando de pronto, se escucha el relinchar de un caballo y un charro alto y vestido de negro entra a la cantina, acercó sus pasos hacia él y le dijo: “Si quieres Juan, tu deseo se puede hacer realidad.” Las personas que se encontraban en el lugar, al escucharlo se persignaron e incluso se retiraron rápidamente del lugar.

El charro le dijo que si su deseo era tan grande tenía que seguir sus instrucciones y como no hay nadie que de nada por nada, se le exigiría algo a cambio. Juan estaba tan borracho que aceptó el trato sin darse cuenta en lo que se estaba metiendo.

Lo que Juan tenía que hacer era, acudir esa misma noche cuando el reloj marcara las 12 a la cueva del Coyote, que en realidad era una vieja mina que había sido abandonada hace muchos años, según contaban los abuelos. Juan asistió a la hora acordada, se paró frente a la gruta, su reloj le confirmaba el inicio de un nuevo día, pero no vio nada extraordinario.

Caminó por los alrededores y cuando se encontraba próximo a retirarse descubrió un agujero en el cual había una víbora que lo observaba fijamente, cuando el volteó se le quedo mirando justamente a los ojos como tratando de hipnotizarlo. Impresionando con el inmenso tamaño del reptil, Juan decidió llevársela a su casa para poder venderla, sacaría muy buen dinero. Llegando a su casa, la depositó en un viejo pozo de agua que se encontraba seco y lo tapó con unas tablas que encontró en el granero.

Su esposa María intrigada por el motivo de la tardanza, pues el hombre seguía ahogado de borracho y como todo “macho” le hizo el amor a la mujer, aunque ésta se encontraba enojada ya que en lugar de traer dinero a casa, lo malgastaba en la bebida. Una hora más tarde, Juan quedó completamente dormido y comenzó a soñar con la víbora, en el sueño el reptil le decía:

Al despertar encontraras en tu granero el pago por tu alma

“Gracias por darme tu hogar y aceptar que entre en las almas de ustedes. Al despertar encontraras en tu granero el pago por tu alma. Si decides aceptarlo, tendrás que darme a uno de tus hijos, el más pequeño.”

Juan tenía dos hijos, una niña de seis años y un bebé varón de seis meses. Al despertar, aún con algunos efectos del alcohol se dirigió al granero donde encontró entre el maíz desgranado unas bolsas de cuero que estaban repletas de monedas de oro.

Cuándo apenas estaba disfrutando del hallazgo y sus manos estaban repletas de las monedad de oro escuchó el llanto de María, que lloraba desconsoladamente y lo sacó del embelecimiento de su riqueza, su hijo menor había desaparecido, lo buscaron por todas partes, no lo encontraban hasta que vieron a su hija que señalaba al pozo sin agua.

Retirando las tablas, Juan encontró a su pequeño muerto, su cuerpo estaba despedazado, pero no había más rastros de la víbora.

Fueron momentos de dolor, de tristeza por la repentina muerte de su pequeño hijo, su mujer estaba desconsolada, pero no había nada que el tiempo y el oro no curaran.

Pasaron los meses y como consuelo, Juan empezó a adquirir armas, herramientas y tierras, con las que construyó una gran hacienda, empezaban a disfrutar de su riqueza, hasta que un día la serpiente volvió a aparecerse en sus sueños y le propuso un segundo trato: “Ampliar su fortuna a cambio de más de sus hijos.”

Sin pensarlo, Juan empezó a viajar por negocios a gran cantidad de lugares y se hizo de muchas amantes, todas ellas oriundas de pueblos lejanos. Cuando daban a luz estas mujeres, el hombre; que empezó a vestirse de negro, se aparecía exigiendo a los menores para su crianza. Ellas con gusto se lo daban pensando que tendrían una excelente vida con su acaudalado padre, creciendo así su inmensa fortuna.

Pasaron los años y sus amantes crecieron

Pasaron los años y sus amantes crecieron, Juan empezó a envejecer hasta que llegó el día de su repentina muerte. A la Hacienda llegaron muchas mujeres en busca de sus chamacos y para velar al padre de ellos, pero de los niños nadie sabía nada y no se sabía si lloraban al difunto o la ausencia de los infantes.

En el velorio la gente que se encontraba presente rezaba el Rosario, cuando se escucharon los cascos de un caballo y el roce de las espuelas en el piso, en ese momento las miradas se dirigieron a la puerta principal, todos quedaron en silencio… entró un charro vestido de negro que exclamó.

“¡Juan!, ¡Vine por el último pago!”, nuestra cuenta queda saldada, se dio la media vuelta, montó su caballo de color negro azabache y salió, algunos dicen que del hocico y de los ojos del equino salían llamaradas de fuego de un color rojo ardiente, se escuchó un relincho y ambos: animal y jinete desaparecieron en la espesura de la noche.

Unos, los más valientes estaban asombrados, los demás se encontraban aterrados ya que se percibió un fuerte olor a azufre. La gente intrigada por lo sucedido corrió y abrieron el ataúd de Juan, algunos dicen que solo estaba su esqueleto, aunque el tío Pedro dijo que el cuerpo había desaparecido.

Desde entonces, se cree que el Charro Negro anda buscando incautos ambiciosos, deseosos de hacerse ricos de la noche a la mañana, que hagan un trato con él intercambiando su alma y la de sus hijos a cambio de algunas monedas de oro.

El Charro Negro se sigue apareciendo por las noches

Cuenta la leyenda, que el Charro Negro se sigue apareciendo por las noches, por las calles de los ranchos, poblados y caminos rurales. Algunos creen que ahora, el jinete es Juan endemoniado que está pagando por sus pecados, pero lo cierto es… que sigue siendo un gran misterio.

Cuentan que en ocasiones “El Charro Negro” acompaña a los caminantes, pero si la persona accede a subirse al caballo o recibe sus monedas, su suerte… ya está echada.

Nota: Esta versión de la leyenda está basada en la historia que mandaron a nuestro grupo de Mitos y Leyendas de Monterrey y del Mundo por parte de: “México a través de la Lente” y cuando se divulgó la historia, las reacciones no se dejaron esperar y María Luz González Jurado mencionó: “Es cierto, aquí en mi ciudad se aparece a la gente ambiciosa, que quieren cambiar su alma por riqueza”.

Por su parte Danilo Valadez señaló tal vez en “son de broma” que: “Jaja, es una realidad. los políticos le ofrecen el alma al mismísimo Charro Negro, con tal de ser los meros Chingones… en el municipio, ¿o no?

¿Qué te pareció esta versión del charro Negro? Déjanos tus comentarios.

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