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El #8M en todo el mundo es un día sumamente importante. La lucha legitima e histórica que gira en torno a esta fecha acumula las voces de cientos de miles de mujeres que todos los días trabajan por el reconocimiento de equidad y justicia en la sociedad. En México la marcha por el #8M ya es una tradición; el año pasado se registró el número más grande de participantes en toda la República mexicana, número que por cuestiones de la pandemia mermó este 2021. Sin embargo y en paralelo a las acciones llevadas en 2020, el colectivo feminista volvió a convocar al NUEVE NADIE SE MUEVE. Este paro nacional tiene la intención de concientizar a la población de cómo sería un mundo sin mujeres, cómo la participación de estas impacta en la economía, en la salud, en la educación y muchos espacios más. Es un ejercicio en el que las mujeres, en posibilidad de hacerlo, deciden ausentarse 24h y dejar el mensaje claro: «Hoy no estoy por mí decisión, pero mañana podría no estar porque me arrebataron la vida».

El martes 9 de marzo, un día sin ellas, me conecté a clase con curiosidad de saber qué pasaría, si alguien haría algún comentario, si los profesores o compañeros harían notar la ausencia de las mujeres. La triste realidad fue escuchar los comentarios, más bien burlas, por parte de un docente de grupo que dejaban mucho que desear, un amargo sabor de boca y una incomodidad en el aire que terminó por culminar la clase de manera tajante apenas media hora después de haber iniciado. Este tipo de actos, micromachismos, pueden parecer inofensivos para algunas personas. La violencia verbal tiene muchas caras, pero hacer caso omiso de esta, sobre todo dentro de una institución educativa, no puede ni debe de pasarse por alto. Con respecto a las faltas de respeto que dijo este profesor, tomé la iniciativa de denunciarlo a las autoridades de la escuela. En ningún momento me pareció que hacer la denuncia fuera exagerado, fuera innecesario, fuera querer llamar la atención o buscar problemas en donde no los había, porque sí los había.

He tenido la mala experiencia de ver cómo mis compañeras por miedo a represalias, por falta de apoyo, por creer que denunciar no sirve para nada, no lo hacen. Y las consecuencias de no hacerlo, de no sentar un precedente, no son visibles en el corto plazo, sino a la larga. No denunciar las acciones reprobables, por más pequeñas que parezcan, es una invitación al agresor de seguir con esa conducta que puede ir en aumento. Hoy pueden ser chistes en el aula, mañana puede convertirse en acoso, en un mes podría ser una agresión física, o quizá tarde más en suceder, quizá pase en lo privado, quizá le suceda a alguien más joven, nunca lo podemos saber y es precisamente por ello que no se deben de pasar por alto.

Yo invito a todas las personas a no quedarse calladas frente a ningún acto que atente contra la integridad de ninguna persona. Alcen la voz, confronten al agresor a la más mínima señal de violencia, no permitan que escale, no dejen que se sienta con autoridad de seguir replicando estas conductas. Denunciar actos más viles puede ser un proceso tedioso, complicado, agresivo contra la víctima. Nadie debería de llegar a esto. Por eso la invitación y la insistencia en denunciar cuando los actos aun no escalan a acciones más graves. La denuncia de comentarios misóginos el día de hoy puede salvar a alguien el día de mañana, puede prevenir actos violentos, puede salvaguardar la integridad de futuros. No vuelvas a guardar silencio, no permitas que los agresores ganen.

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En busca de número 4 - Segunda parte

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