¡Que tiendas tu cama!, Recoge tus platos. No dejes tirados los zapatos en la sala. Regresa temprano, no fumes, no tomes, cuida tu lenguaje, respeta a tus hermanos.
A veces me siento cansada de intentar marcar normas en el hogar, lo pido tranquila, otras veces con gritos, lo exijo, lo suplico, lo pongo como requisito para que mis hijos puedan ganarse algún privilegio o un permiso y, sin embargo, por más que lo intento no lo consigo.
Y entonces me siento frustrada, y me doy por vencida, y ellos me sorprenden haciendo lo que les he pedido, pero ahora lo hacen por su propia voluntad.
No sé si es que se están burlando de mí o si es la venganza del destino por la rebeldía que yo tuve frente a mis padres cuando tenía la edad que hoy tienen mis hijos. Lo que sé con absoluta certeza es que a base de gritos nada voy a lograr.
El ejemplo que les doy
Y entonces, en un momento de calma y soledad, empiezo a observar detenidamente el panorama y descubro algo fenomenal.
Los zapatos de mi hija están en la entrada de la casa, en el mismo lugar y posición en que yo acostumbro dejar los míos cuando me los quito para descansar.
Y entonces subo a su habitación y me doy cuenta que ella tiende su cama con los mismos dobleces en el borde superior tal y como lo hago yo y hasta acomoda sus almohadas como perfecta imitación de mis almohadas en mi cama.
Por pura curiosidad entro a revisar la habitación de mi hijo y encuentro un cenicero lleno de colillas de cigarros, una cajetilla vacía y un gastado encendedor…
Bajo preocupada porque no sabía que él fumaba tanto… Y entonces para pensar en alguna solución, me preparo un café, tomo un cigarro y, como no encuentro mi encendedor, subo y tomo el de él.
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