Los adictos nos atraemos, estamos imantados. La gente caótica, la gente big bang, la que refulge como un cometa, la gente rota, nos atraemos, es ley inevitable. Yo te gusté sin saber cómo, dices, pero no te das cuenta que en la narración, en la descripción de tus palabras hay algo más allá.
Hablas Sísifo, por ejemplo, de mis ojeras, del brillo atrayente de mis ojeras, que mis ojeras por aquí mis ojeras por allá mis ojeras por delante mis ojeras por detrás, y eso es simplemente porque en mis ojeras, en el brillo de mis ojeras, ves el reflejo, el brillo de tu propia melancolía, de tu propia muerte.
Dices que no porque ustedes los hombres evaden los sentimientos, sus propios sentimientos, son cobardes pues, no les gusta verse evidenciados, ridiculizados.
Bueno, tú no sé qué chingados de redención le encuentras al ridículo, has traspasado cierto portal con respecto a eso de la vergüenza y el ridículo, pero sigues siendo hombre y el pendejismo no se quita de buenas a primeras y claro, no es exclusivo simplemente del género masculino, pero ustedes…
Ok, estábamos en eso de que los renglones torcidos terminamos siempre por atraernos, estar juntos, iluminarnos la existencia, amarnos, darnos vida. No sé qué viene ahora para nosotros, Sísifo, tengo miedo, tengo mucho miedo, son tiempos difíciles, tiempos perros, nos matan, Sísifo, nos están matando, nos violan, unas no regresan a sus casas y todavía nos echan a nosotras la culpa.
Y acá estoy contigo, porque desde que me diste la mano sentí esa electricidad recorriendo mis venas, en mi cuerpo, porque desde que apretaste mi mano y me dijiste vámonos por ahí, a caminar y a ver si atisbamos una estrella fugaz, vámonos y no tenemos que hablar si no quieres, entonces yo me abrí a tu voz, al tono de tu voz, a tus palabras, y a tus silencios también, a tu mirada adormilada, tus ojos rojos rojos, supe inmediatamente que andabas volado por la mota y el LSD cuando me lo dijiste y te amé desde ese momento…
Sí, sí, sí, dije amé, digo amor y se caen las paredes, digo amor en este momento en que a nosotras las mujeres, a estudiantes, a periodistas e indígenas, a todos, a todas, nos están matando, nos están descuartizando… digo amor porque es necesario nombrarlo, a veces en las historias, no en todas, chútate esa escritorsillo de mierda, escritorsete de quinta, así como sueles llamarte tú mismo, apunta esa palabra en tu libreta vieja y rota que andas en tu mochila, apúntala en algunas de tus historias, no en todas las novelas que escribas quizá, pero sí en algunas, menciónalo, nómbralo en ciertos momentos de la vida, así como decir mierda, odio, bala, ¡bang!, ¡pum!, verga, coño, así también digo amor.
Ahora no sé lo que viene, no me importa, porque ahora vamos a esta velocidad en la que quizá lo más seguro es que terminemos estrellándonos.
Tal vez estemos lejos, tal vez andemos en otros lugares, tal vez terminemos siendo como esos locos de tus amigos, Lázaro y Anais, me caen tan bien, ¿cuándo los invitas?, ¿cuándo hacemos otro swinger con ellos?
Seremos entonces como ellos: amantes eternos, amantes perennes, estando juntos y no estando. Porque a veces me aburres y me canso de ti, así como tú de mí.
Y nos perdemos, nos desaparecemos y luego como por arte de magia volvemos a toparnos. Porque tienes razón cuando dices que no importa eso del tiempo y las distancias, que lo que importa son los instantes, vivir el instante, no hay otro, el instante es el eterno, en eso sí estoy, sí estuve de acuerdo contigo desde el principio… afina el ojo, afina el pararrayos, afina tus antenas receptivas, me dijiste, me dices y te amo cuando lo haces.
Te cielo con estrellas estallando, estrellas muertas y hoyos negros, materia oscura. Estoy desnuda ante ti, te dije, te lo repito siempre, estoy reconfigurándome, reconstruyéndome contigo y tú conmigo, y solos también, cada quien desde su recoveco espiritual… quiero que sepas que soy bisexual, que soy trans, que soy poliamorosa, que soy multisexual, qué curioso, dijiste, ¡yo también!, quiero que sepas que no hay mejor orgasmo que el que yo puedo darme a mí misma,
¿Recuerdas cuando me cachaste masturbándome mientras lloraba con gran intensidad? ¿Cuándo te expliqué de cómo muchas de nosotras gozamos masturbarnos mientras nos abraza la melancolía?, primero no lo entendiste o no lo creíste o te valió lo que te dije y acá estás, acá sigues, años… ¿meses? ¿días? ¿nano segundos? El instante es lo que importa.
El hecho de saber que por más que te ame, me amo más a mí, y tú opinas lo mismo de ti, estamos conscientes de que en cualquier momento cualquiera de los dos puede irse. Pero hoy no. Hoy no es ese día, Sísifo.
Y tú con tus teorías locas del péndulo de la muerte, y eso de que la vida oscila entre lo oscuro y la carcajada y la gente allá afuera con sus pleitos y diferencias espirituales, sociales, genericopoliticosexuales, la revolución mediatizada, por mí pueden irse a la mierda en este momento, yo sé bien lo que implica hacer la revolución, estar en las trincheras, pelear en la calle, sé de la injusticia, que ni me vengan a chingar, que ni nos vengan a chingar porque tú y yo sabemos lo que es hacer la revolución, la de a de veras, sabemos lo que es rajarse la madre en las trincheras, tú y yo sabemos de balas de goma y de las de verdad, el gas lacrimógeno, las verguizas, estar en la cárcel, el perder a los y las camaradas en pie de lucha, de los mierdas granaderos y la mierda policía, así que ahora váyanse todos a la mierda, sólo unas horas, unos segundos, ahora es este preciso instante el que quiero hacer eterno, en el que estoy arriba de ti, y soy feliz, son segundos, como la felicidad y el placer que percibo en tus ojos que se traban, se van hacia atrás y se ponen en blanco, agarras mis nalgas, las aprietas, cómete mis tetas, cómete mis tetas y meneo más mis nalgas, a un lado y al otro, de arriba hacia abajo, entra tu glande, el tronco. Y no me importa, Sísifo, no me importa, no sé qué viene.
Algunas personas arruinan sus vidas casándose, convirtiéndose en lo que más aborrecían, encerrándose en una cárcel de mentira, contestando teléfonos, firmando papeles, poniéndose corbata, vestidos, uniformes de oficina, teniendo hijos, diciendo que sí a todo, la farsa de la felicidad encartonada y aderezada. Otros, otras más, elegimos caer con estilo en el embudo decadente de la vida, elegimos este devenir existencial, este derraparnos a velocidad luz, y bien, por lo que veo, tú y yo, amado Sísifo, al menos por hoy, seguimos cayendo, agarrados fuertemente de la mano, en la fiesta del vacío.