Como la vida, la naturaleza nos da sorpresas y también lecciones. El ser humano ha cambiado y sigue alegremente montado en el veloz tren de la evolución. En ese proceso, el ser vivo más inteligente y desarrollado del planeta, se convirtió en el más depredador. Así como el Rey Midas que convertía en oro lo que tocaba, la especie humana, al paso del tiempo, cualquier entorno natural que pisamos, lo explotamos y lo degradamos hasta arruinarlo. La soberbia envolvió nuestros sentidos y buscando la grandeza, con enorme furia hemos potencializado nuestra capacidad de transformación y destrucción. La madre Tierra ha sido víctima y testigo silencioso del recorrido devastador de las civilizaciones humanas.
Esa nada nueva, ni luminosa disertación, me provocó, para hacer una mini narración de un tema, del cual tengo la experiencia y vivencia. Resulta que en algunos lugares del mundo, desde hace muchos años, pero ahora es más frecuente en la aldea global, que ocurran raros sucesos meteorológicos a los que han llamado “Las Tormentas de Peces” o “Tormentas de anfibios y peces. Como otros asombrosos fenómenos, se ha especulado y se han anuncian como maravillas o milagros que se observan en el medio ambiente. Al respeto, estudiosos han concluido, también desde hace algunos años, que dichas “Lluvias de Animales”, son el resultado de la torpe acción del hombre. Acusan que son señales o reacciones que muestra la naturaleza, ante las incesantes invasiones y agresiones.
¿Por qué?, de repente, en distintas partes, se reporta el caso de que “Llueven peces del cielo”. De acuerdo con opiniones de expertos en esos temas, cada vez, son más y de mayor intensidad los huracanes y tsunamis, derivados de la transformación de los ecosistemas, y los efectos del cambio climático, que es una realidad inocultable y ya inevitable, si no ponemos freno a la contaminación y devastación de las zonas naturales que se conservan en la Tierra. Ya existen numerosos reportes de esos acontecimientos y además están documentados con evidencias, corroborando, que han sido, el absurdamente negado cambio climático, junto a la criminal degradación ambiental, los principales causantes de esos “inexplicables” fenómenos.
Con esta introducción, viene mi propia historia de los hechos. Los transportaré a los años sesentas del siglo anterior, hasta al populoso pero tranquilo barrio de “Cantarranas”. En ese lugar viví con mi familia hasta los diecisiete años, se ubica muy cerca del centro de la ciudad de Pánuco, municipio de la Huasteca Veracruzana, conocido también como la tierra del zacahuitl y del huapango. En el verano, en los meses de agosto y septiembre, con sus tradicionales temporadas de intensas lluvias, estaban garantizadas la aventura y diversión, que seguro no las tenía ni DisneylandIa.
Primero les cuento, los cuates y la versión ampliada de la banda, cuando se sumaban amigos ocasionales, teníamos bien estructurado un Programa Anual de Actividades Lúdicas por Temporada. Estaban marcados los tiempos de Canicas; Elevar Papalotes; Juego de trompos y baleros. La actividad permanente era jugar futbol, el deporte más popular de los mexicanos.
Para la temporada de lluvias y eventualmente inundaciones, había otras acciones apropiadas al temporal. Los días de aguacero salíamos en shorts o calzones a correr bajo la lluvia y el circuito era la más grande manzana de la colonia. Algunos llevaban sus llantas o ruedas de bicicleta para rodar en el camino. Resultaba una terapia con hidromasaje. Terminábamos tan cansados y felices que temprano, después del pan con café, nos íbamos a dormir a pierna suelta.
La diversión continuaba al día siguiente. Por la constante lluvia, a una cuadra de la casa, en la confluencia de dos calles, en la parte baja, se hacía casi una laguna. Era el momento de ir bañarse o nadar, los que sabían hacerlo. En realidad, ahora que lo platicamos algunos y no podemos evitar reír a carcajadas, nos echábamos un chapuzón en una mega alberca de agua estancada. Yo creo por eso nos enfermábamos poco. Asumo que nos blindábamos con anticuerpos.
Pero, por si fuera poco, había una actividad colateral, se abría la temporada de pesca. No había necesidad de ir al enturbiado río Pánuco. Por las orillas de las calles aledañas, se formaban zanjas que arrastraban corrientes de agua, las cuales llevaban abundante fauna acuática, peces, tortugas y gusarapos o renacuajos. En casa, cada uno, armaba sus redes y con un bote en mano y descalzos, nos íbamos a pescar. Al regreso de la faena, con la red, el bote y las presas que lográbamos atrapar, improvisábamos unas peceras, con la idea de criarlos. No obstante, solo sobrevivían unos días.
Esta aventura extraordinaria, que hemos contado en otras ocasiones, resulta ser un fenómeno increíble para muchos. Recuerdo que el Tío Julián, hermano de mi madre, un profesor bonachón y bromista, cuando le narramos la historia, enseguida nos preguntó ¡Bueno cabrones!, y ¿Cómo llegaban los peces y ranas a los charcos donde pescaban?, con rapidez le respondimos con mi hermano Pancho, pues aparecían con la lluvia. ¿Tan cretinos son?, arremetía con ironía, porque entonces, era más fácil salir con un canasto en la cabeza y capturarlos.
Debo confesar, que hubo muchos reencuentros posteriores con vecinos y amigos del barrio, en donde abordamos ese pasaje. Pero nunca llegamos a una teoría convincente para todos, sobre el origen de esos peces, pequeñas tortugas, renacuajos y otras especies, que caían en nuestras redes, aunque mi hermano Chelis, ha sostenido en muchos acalorados debates, que los charales y demás, los traía la lluvia y tal hecho tiene una explicación científica.
La verdad, es que para nosotros, fue mucho tiempo un misterio. Ahora en los tiempos de la globalización y los vertiginosos avances en los sistemas de la comunicación digital, nos enteramos por los sabios de la materia, que con pruebas fehacientes en mano, sostienen que tales “Lluvias de animales”, son causadas por potentes tormentas tropicales y también tornados, que se forman en los océanos, mares y ríos. La fuerza de sus vientos levanta grandes cantidades de agua, arrastrando la fauna y después la descarga o vacía en otros sitios. Por eso el singular nombre de “Tormenta de Anfibios y Peces”. Otro dato más, que podría ser un daño colateral a los ecosistemas, es que, a través de esos fenómenos, se dan los casos de especies invasoras, que llegan a ocupar un espacio o se convierten en depredadoras de las nativas.
Este amigos, es un relato de una experiencia particular, pero quise compartirla, porque aunque suene increíble o inexplicable, resulta que está conectado a sucesos reales, que ahora la ciencia demuestra y cuyo origen es precisamente la conducta irracional y destructiva de los humanos. Sin embargo, la naturaleza tiene capacidad de defensa y también luchará por su sobrevivencia. “Al final, la naturaleza se abre camino” Ya lo estamos viendo con la pandemia que actualmente azota al planeta, con sus graves consecuencias, pérdidas de vidas, colapso de los sistemas de salud y la severa recesión económica mundial.
Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.