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Toda historia tiene un comienzo. Cada comienzo es señal de algo nuevo; de algo esplendoroso que se avecina para cada uno de nosotros. Luego de una gran tormenta, el sol vuelve a brillar sobre nuestras cabezas, haciéndonos sentir que es una bendición encontrarnos vivos.


Ahora que lo pienso, que reflexiono sobre lo desafortunada que fue mi situación, me parece curioso, o, mejor dicho, una autentica sátira implementada por la vida misma en complicidad con el destino que, nosotros como humanos, antes de la desgracia, no somos capaces de valorar los pequeños detalles de la vida. No valoramos el amanecer, no admiramos el rocío de la mañana, no halagamos el espectáculo protagonizado por la noche y las estrellas. Nos olvidamos de cómo se siente ser ese niño que se sorprende al tocar la lluvia por vez primera; de ese bebé que conoce sus manos, luego de haber salido del vientre materno.

´´Dulce Ami, la vida es como un carrusel, gira, concisa y precisa, lenta para los que estamos en ella. Veloz y hermosa para los que se han bajado. Nos muestra rostros distintos, y diversos ángulos, porque la vida es así; diferente para cada uno. Tienes que aprovecharla mientras te encuentres en ese carrusel, de lo contrario, cuando llegue tu momento de bajar, solo te quedarás mirando, viendo a los que ríen entre carcajadas, deseando estar en su lugar´´.


Eso era lo que mi abuela paterna, Marret, solía decirme; cuando le miraba frente al espejo de su baño. Cepillando su cabello; delgado, blanco, cayéndole como algodón sobre sus hombros. Sus palabras me confundían, no lograba entenderlas, y pensé que nunca lo haría, ni siquiera, después de que ella falleciera. Quién hubiera dicho, que años después de eso, se me daría una dura lección para comprenderlo. Una lección que, con la misma velocidad de un flash de cámara, terminó por deslumbrarme, y hacerme vivir una realidad en la que yo ya no estaba más.


-Ami…Ami-me nombraba mamá al entrar a mi recamara, topándose con esa chiquilla que apenas lograba apoyarse en el marco de la ventana- ¿Qué haces despierta a esta hora? -sorprendiendo a una pequeña niña que, pensativa y curiosa miraba el estrellado cielo nocturno.
-nada…
-mañana tienes escuela y si no te duermes ahora, no habrá poder humano que te levante.
-déjame un rato más, quiero encontrar a mamá Marret.
– ¿Mamá Marret?
-sí-miraba al cielo con insistencia-quiero asegurarme que ella está bien.
-Ami, te aseguro que no tienes por qué preocuparte, mamá Marret está de lo más maravilloso allá arriba, está ahora durmiendo entre nubes y viéndonos desde lo más alto.
-pero…
-no temas-me tomaba en sus brazos con cariño para después llevarme a la cama-ahora, cierra los ojos y descansa-besando mi frente, cerraba la ventana de mi cuarto para luego marcharse-buenas noches, linda.
-buenas noches, mami.


Y era entonces cuándo, como si fuera parte de la rutina, en cuanto mamá cerraba la puerta de la recamara y yo, me disponía a dejar caer mis parpados, que escuchaba a lo lejos, (A pesar de no contar con la ventana abierta) el aullido de un lobo que parecía darme las buenas noches.


Solo si continúas prestando atención a mis palabras, entenderás realmente a lo que me refiero, pues cada palabra y frase dicha aquí, es un pequeño trocito de mi alma, cada latido de mi corazón se ha impregnado en cada oración que ahora, es recorrida por tus ojos.


Amira Álava Luna o simplemente, Ami; como mis seres queridos solían llamarme cariñosamente. De no haber sido por mi prematura partida de este mundo, yo contaría con 32 años de edad. En mi familia yo ya hubiera dejado de ser la más pequeña (De las hijas claro está). Seguramente, te estás preguntando cómo es que morí. Y no, no fue por enfermedad, ni por un accidente, o al menos no como tal. Mi vida, se fue entre las manos de una persona a la que mi familia y yo, tachábamos de ser piadoso y ángel terrenal, un ser que; se desplazaba a sus anchas entre nuestro hogar, vigilando cada uno de nuestros movimientos, al igual que un cruel depredador lo hace con un tierno y desprevenido animal. Un depredador que destruyó muchos de los sueños que yo planeaba construir para mi futuro. Me quitó los momentos tan maravillosos que pude haber tenido con mis padres, con mis hermanos, con…con mi vida de perfumista, con tantas cosas.


Yo era una chica como tantas que existen sobre el mundo, tenía sueños, tenía alguien a quien amaba, tenía toda una vida por delante, tenía ilusiones, pero eso, todo eso, me lo quitaron sin darme la oportunidad de defenderlo.


Miren, por ahí van llegando mis padres. Sí, la mujer de cabellos largos y castaños claros, es mi madre. Tiene unos ojos hermosos, ¿No les parece? Verdes y grandes; tan expresivos como los mismos rayitos de sol que el naciente amanecer desprende. Mi padre, siempre, con esa expresión gentil pero ahora decaída. Sus lentes redondos y delgados que yo siempre le zafaba sin querer cuando era pequeña dentro de los momentos de juegos que ambos pasábamos en cuanto él llegaba del trabajo. Qué agonizante es ahora verlos sin que ellos puedan sentirme, ver como ese peso almacenado dentro de su corazón que mi muerte le ha producido llena sus ojos de recuerdos nostálgicos, los cuales comparto con ellos a cada instante sin que se den cuenta. Ahora, siempre es lo mismo, escondida, los veo caminar hasta el lugar en el que se encuentra mi lapida, en donde nunca faltan las dalias frescas de color morado, mucho menos ahora, en esté día.


-hola, Ami-caminaba mamá con un ramo de dalias. El cual, estaba sujeto con un moño rosado.
-hemos cumplido nuestra promesa, cariño-sonreía papá con debilidad en sus labios, al ser presa del dolor que a ambos apresaba.
-nunca podríamos faltar en este día. Feliz cumpleaños.


Desde mi escondite, tengo que resistirme las inmensas ganas de reunirme con ellos, para abrazarlos y decirles lo mucho que los quiero; lo mucho que los extraño. Pues sé, que nunca más tendré la oportunidad.


Con lo que te he dicho, posiblemente me buscarás en el cielo, pero lo cierto es que tratarías en el sitio equivocado, puesto que yo, no me encuentro allí.


Esta historia, mi historia, es un tanto curiosa y diferente a las demás, pues para entenderla, necesito relatártela del final, hasta el verdadero comienzo.
14 años atrás…


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La taza blanca (parte 3)
Corazón débil

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