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Con guión y dirección del español Sergio Pablos, quien alcanzó fama y fortuna gracias a la creación de la exitosa franquicia Mi Villano Favorito, Klaus se convirtió este año en la primera película de animación producida por la plataforma de streaming Netflix, y lo ha hecho con tal éxito que el 2 de diciembre fue nominada a mejor película, entre otras categorías, en los Premios Annie, considerados los Óscar de la animación.

Klaus, que reúne las características para ser considerada en unos años como un clásico de las películas con temas navideños, competirá con gigantes del cine animado como Toy Story 4, Cómo entrenar a tu dragón y la segunda parte de Frozen, principalmente. También fue nominada a las categorías de Mejor dirección, Mejor animación de personaje, Mejor diseño de personaje, Mejor diseño de producción, Mejor storyboarding y mejor edición.

Sergio Pablos, quien trabajó para los estudios Disney a mediados de los años 90 en filmes como El jorobado de Notre Dame, Hércules y Tarzán, utilizó la animación artesanal para crear Klaus, la historia de un joven y desobligado cartero que castigado por su padre es enviado a una lejana a inhóspita región para que administre una oficina de correos.

El cartero no sólo encuentra sentido a su vida en aquella zona donde dos clanes se enfrentan en una guerra sinfín, sino que descubre a un juguetero viudo junto con el que se dedica a repartir juguetes, alegría y optimismo a los niños, y sienta así, prácticamente de manera fortuita, las bases para crear el mito de Santa Claus.

“Un acto sincero de bondad siempre provoca otro”, es la premisa de Klaus, en la que se destacan aspectos básicos como la importancia de la escritura a mano, la educación tradicional en un salón de clases, el respeto hacia los adultos, el que los niños se ocupen de labores del hogar y el que tengan un buen comportamiento.

La historia y los orígenes del señor gordo y barbudo de vestimenta roja que reparte juguetes a los niños en la víspera de Navidad puede contarse de mil maneras, incluida la versión de Coca Cola como una de las más  -si no es la que es más- mercantilistas, y Sergio Pablos eligió una que sobresale por su frescura y originalidad, algo que a estas alturas parecería imposible a la hora de retomar uno de los dos mitos contemporáneos más conocidos a nivel mundial (¿quién será más famoso en el orbe: Santa Claus o Supermán?).

Los niños de Smeerensburg, una gélida isla cercana al círculo Polar Ártico, saltan de felicidad al recibir los juguetes de madera elaborados por un señor de carne y hueso, es decir, sin un ápice de fantasía, llamado Klaus, cuyos actos sinceros de bondad ayudan a sembrar la paz entre los clanes, trascienden fronteras e incluso sobreviven al paso del tiempo.

Sergio Pablos se concentró no solamente en una animación considerada hoy día artesanal -en la que no domina la tecnología ni los ordenadores- sino en construir una historia memorable que además deja un mensaje optimista en el espectador.

Este fin de año nadie quiere perderse Frozen o la enésima parte de una agotada Star Wars, pero uno puede asegurar que la mayor sorpresa de esta temporada navideña 2019 es Klaus, que recupera el valor del dibujo de animación clásico y, sobre todo, valores que suelen ser pasados por alto en esta época de consumismo exacerbado.

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