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Cuando muere un familiar muy querido nos llenamos de mucho pesar y tristeza, porque nos falta FE, para imaginar que en un futuro próximo, volveremos a estar nuevamente juntos en el cielo.

Claro esto es muy fácil decirlo, pero en la realidad el llanto fluye inconsolablemente, porque nos cuesta trabajo imaginar que esta despedida solo es temporal, porque somos seres inmortales.

El cuerpo muere en esta vida, pero el espíritu es eterno, y eso debe de ser un bello mensaje espiritual para nuestras almas. Por eso la muerte de un familiar debe llenarnos de alegría, porque ya se fue a un lugar mucho mejor que este, donde gozará de las promesas del creador.

Esto suena a algo aberrante

¿Cómo es posible que podamos alegrarnos por la muerte de un familiar?

Ese pensamiento parece de locos, pero es una gran verdad, porque está escrito en la biblia y esa es palabra de Dios. Y lo que ahí se dice es la promesa hecha por nuestro Padre del cielo.

Y por eso no debemos de molestarnos con Dios, porque se llevó a mi madre, a mi hijo, a mi hermano, a mi esposa, a mi amigo…

Lo único que debemos de hacer es creerle a Jesucristo, pero no creerle con la mente, sino con el corazón. Convencido del cumplimiento de la palabra de Dios Hijo, el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, porque él tiene palabras de vida eterna.

Seamos cristianos fervorosos y no paganos, que no creen en este hermoso regalo. Si eres cristiano debes de estar convencido de que esto se cumplirá al pie de la letra, de la promesa de quien es el camino, la verdad y la vida.

No hay que temerle a la muerte, sino estar preparados para cuando Dios decida llamarnos hasta su reino, para disfrutar de esa alegría, a la cual todos estamos llamados.

Debemos de creerlo, vivirlo y disfrutar de los evangelios que significan buenas noticias. Por eso debe ser nuestra vida Cristo, pero por otra el deseo inmenso de morir e irme con él hasta la casa del Padre. Pero eso depende de haber cumplido, con nuestra misión en esta vida.

Dejemos partir a nuestro familiares, lloremos cuando partan, pero al poco rato confiando en el señor enjuguemos nuestras lágrimas, para con FE y esperanza dejarlos irse con el creador, y con el reencuentro fraterno con los familiares que ya han partido antes que ellos. Las oraciones también deben de fluir abundantemente, para apoyar a nuestros familiares en su trayecto hasta el cielo, para iluminar su camino, quitándoles cualquier duda o desconcierto, al pasar de este plano, hacia un plano superior y de mayor relevancia.

Por eso inmediatamente después de la partida de un ser querido, debemos de remendar nuestro corazón, con hilo y aguja divina, para poder llenar de paz y consuelo a nuestras almas.

El fantasma del Nintendo
A punto de morir por el mal de ojo

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