El canto de las aves canoras en el boscaje crea una sinfonía sin igual. El bosque percibe entre las copas de los árboles la armonía, la iridiscencia de un sol que apenas despierta se pasea entre los recovecos.
Dos ardillas se contonean logrando el equilibrio dentro de un cable de luz, su cola les sirve de balance, de otra forma caerían estrepitosamente.
Inicia el solsticio de verano, periodo mágico en el que la naturaleza nos brinda su solemnidad y el sol se encumbra seráfico en todo su esplendor. Es un fenómeno celestial que ha capturado la imaginación de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Mientras el sol alcanza su punto más alto en el cielo y los días se vuelven más largos, se despierta en nosotros una sensación de conexión profunda con el universo y con la energía vital que nos rodea. Se vislumbran sentires únicos.
Llega el solsticio de verano, y junto con ello una serie de reflexiones, el intenso calor, la carencia del agua potable, recapacitar sobre la importancia de la luz y el entorno en nuestras vidas. El sol, fuente de vida y energía, nos recuerda nuestra dependencia de la naturaleza y cómo estamos intrínsecamente ligados a ella. Es un recordatorio de que somos parte de un ciclo cósmico más amplio, en el cual cada estación tiene su propósito y contribuir al equilibrio de nuestro planeta.
El solsticio de verano también nos invita a deliberar sobre la dualidad de la existencia. Mientras celebramos la plenitud del verano, reconocemos también que, a partir de este punto, los días comenzarán a acortarse nuevamente. El sol, que una vez estuvo en su punto más alto, ahora comenzará su descenso gradual. Esta transición nos enseña que todo en la vida es efímero y que el cambio es una constante inevitable.
Podemos encontrar un paralelismo entre el ciclo del sol y las experiencias humanas. Así como el sol alcanza su máximo esplendor en el solsticio de verano, también hay momentos en nuestras vidas en los que nos sentimos radiantes y en plenitud. Sin embargo, al igual que el sol, también enfrentamos tiempos de oscuridad y desafío. Pero al igual que el sol siempre vuelve a ascender, nosotros también tenemos la capacidad de superar las adversidades y renacer con renovada fuerza y determinación.
El solsticio de verano nos invita a celebrar la vida y agradecer por las bendiciones que nos rodean. Es un momento para conectarnos con la naturaleza, para disfrutar del calor del sol en nuestra piel, para admirar la belleza de los paisajes veraniegos y para compartir momentos felices con aquellos que amamos. También es una oportunidad para reflexionar sobre nuestro propósito y nuestra conexión con el mundo que nos rodea.
En este solsticio de verano, disfrutemos de las bebidas refrescantes, de utilizar los atuendos que en otras épocas es imposible, de igual manera recordemos que somos parte de algo más grande que nosotros mismos. Celebremos la luz, el calor y la energía que el sol nos regala, y aprovechemos esta temporada para nutrir nuestro espíritu y renovar nuestras intenciones. Que este solsticio de verano nos inspire a vivir con pasión, a abrazar el cambio, a crear y recrear, a encontrar la belleza en cada momento, a dejar de lado las injurias, recordando siempre que, así como el sol, también nosotros tenemos la capacidad de brillar.
Edgar Landa Hernández