A principios de los 60 del siglo pasado, cruzabas el rio Tonalá y te empezaba a tragar la selva. La carretera en todo ese tramo hasta Villahermosa estaba cubierta por unos increíbles túneles formados por los árboles que bordeaban el camino. Pero en esa misma época se construyó la gigantesca Presa de Malpaso en un tramo del Rio Grijalva ubicado en territorio chiapaneco. El propósito era reducir las devastadoras inundaciones en la planicie tabasqueña y poder desarrollar económica y socialmente a las entidades de la Cuenca del Grijalva entre Tabasco y Chiapas.
Como resulta obvio, a causa de las inundaciones no se podían aprovechar las extraordinarias tierras que Tabasco posee en su planicie central y hacia el litoral marino.
Levantar cosechas de temporal era una tarea harto difícil, dificultándose más porque no había un combate eficaz de las plagas y enfermedades que padecen los hombres y los cultivos del trópico húmedo. La actividad ganadera extensiva, se desarrollaba sin tecnificación de ningún tipo; y en las largas temporadas de lluvia los ganaderos emigraban con sus hatos a las partes más altas del estado.
A fines de 1964 la Comisión del Grijalva realizó estudios topográficos y agrologicos de 300 mil hectáreas en la Chontalpa y armó los proyectos de infraestructura para esa gran superficie. Priorizándose los proyectos detallados para 83 mil hectáreas, como una primera fase de que después sería el Plan Chontalpa.
La pregunta obvia es ¿Por qué se escogió La Chontalpa para intentar el aprovechamiento del trópico húmedo del sureste de México?
El punto era simple: La casi nula pendiente de la zona apenas levanta entre 7 y 10 metros sobre el nivel del mar. La planicie costera de Tabasco en las márgenes del rio Grijalva, conocida como La Chontalpa se forma con tierras de primera clase con un gran potencial natural para el desarrollo agropecuario.
Pero desafortunadamente de forma cíclica, cada año los desbordamientos del rio Grijalva, provocados por las intensas y continuas precipitaciones pluviales, conjugados con la carencia de salidas naturales provocaban una exagerada acumulación de agua convirtiendo todo en un gran pantano, imposibilitándolo para la producción agropecuaria, lo que nulificaba todo intento de transformación de las condiciones productivas de esa zona, e impidiendo el rescate de los más de 350 mil habitantes que entre los años de 1952 y 1954 constituían casi la mitad de la población tabasqueña. Los cálculos realizados por la Comisión del Grijalva, esos años registraron pérdidas por alrededor de 60 millones de pesos de acuerdo al valor monetario de esa época, conjugándose con enfermedades, pobreza y la falta de educación. En la planicie costera de Tabasco se presentaban los más agudos y preocupantes problemas económico-sociales.
1962. En una superficie de 52 mil hectáreas del trópico húmedo se inicia un proyecto llamado Plan Limón. Se carecía de experiencia tecnológica previa y en un contexto socioeconómico injusto y desarticulado, se empieza de inmediato la tala de los árboles de la selva, lo que va a provocar un grave desequilibrio en las relaciones sociales, culturales y ambientales.
Una de las más crueles lecciones se da en el hecho de que el Banco Internacional de Desarrollo cumple con el crédito contratado, el cual sería totalmente para infraestructura, pero el gobierno mexicano no aporta los recursos necesarios para llevar a cabo los programas de producción agrícola de acuerdo a lo previamente establecido. Este desfasamiento provocó una desconfianza completa en todos los niveles, además de que colocó en situación crítica a los pobladores del Plan, afectando todo el avance conforme a lo proyectado.
En los años 60s no existían muchos antecedentes tecnológicos para la explotación de los recursos naturales enclavados en el trópico húmedo. Esto hace que se apruebe la realización de investigaciones agropecuarias que sirvieran de apoyo a la producción, contemplándose la posibilidad de incorporar nuevos cultivos, pero al mismo tiempo explorar el mejoramiento que se podía dar a lo existente para dar vida a lo que ya en esos momentos se definía ya como el Granero de México. Pero es precisamente ese desconocimiento el que provoca que se dé prioridad a las obras de infraestructura (drenes, caminos y carreteras) y la redistribución de la población campesina. Los proyectistas se olvidaron de lo existente, causando desde el principio la destrucción irreparable de los ecosistemas afectando sensiblemente el medio ambiente en lo que después sería conocido como Plan Chontalpa.
La deforestación de la selva en Tabasco se había iniciado a partir de 1960; entre ese año y 1970 se perdieron 365,314 hectáreas. Esto indica que en solo diez años la selva tabasqueña fue reducida en un 60%.
En tanto se trabajaba intensamente en programas de investigación de hortalizas, aplicación de herbicidas, y cultivo de pastos y forrajes. Se hizo un exagerado estudio de los suelos examinando sus posibilidades de fertilización, y debido a la exuberancia del trópico húmedo se estudió la forma de combatir las plagas y la maleza nociva. Con todo lo anterior se provocó finalmente la desaparición de la fauna y la flora, después vino el empobrecimiento de los suelos y le siguió la contaminación de las aguas, provocándose graves problemas por el uso y derrame sin control de fertilizantes, plaguicidas y químicos conjugados con el exceso de agua, desequilibrando totalmente un ecosistema prioritario.
Cuando el Plan Limón cambia de nombre y se denomina Plan Chontalpa cubría poco más de 90 mil hectáreas. El gobierno lo consideró como un ensayo de modernización agropecuaria y “sirvió como modelo en la utilización del gran potencial productivo del trópico húmedo para la reorganización del sector ejidal”. El Plan Chontalpa era pues un gran esfuerzo del gobierno para “modernizar” el campo mexicano con el desconocimiento absoluto del mismo.
En la década de los setentas, al descubrirse grandes yacimientos de hidrocarburos en una franja que se denomina Mesozoico Chiapas-Tabasco, todo esto se convirtió en una de las principales entidades productoras de petróleo y gas del país. Pero llevó a Tabasco a enfrentar severos problemas económicos y productivos provocados en gran parte por las afectaciones ambientales y también por los profundos cambios sociales y políticos que se dieron debido a la intensificación de la actividad petrolera, la cual literalmente le robaba la mano de obra al campo.
Durante todo este proceso el gobierno se comprometió a desmontar una gran superficie para que el BID continuara con el flujo de apoyo, así que a la entrega de los ejidos, al campesino se le pagaba para que desmontara su propia parcela. La consecuencia de todo esto es que al paso de los años se ha conseguido la eliminación del 96% de la selva de Tabasco junto con casi toda la biodiversidad que albergaba. Actualmente se presentan serios problemas ambientales como erosión, inundaciones, y una pérdida despiadada de flora y fauna entre otros. Las casi 92 mil hectáreas del Plan Chontalpa se ocupan hoy en dos actividades de explotación extensiva: la agricultura y la ganadería; las que son afectadas por el uso agresivo de agroquímicos y tecnologías no compatibles con la preservación del medio ambiente, además de los procesos acelerados de erosión debidos al sobrepastoreo.
La industria petrolera principalmente, durante la perforación de los pozos y en la fase de producción del petróleo vierte sin ningún tratamiento previo los desechos que se generan contaminando el suelo, el agua y el aire, sin aplicar tecnologías que prevengan y mitiguen la contaminación de los recursos bióticos y abióticos, provocando salinización y contaminación de los suelos, fragmentación del hábitat, retención y contaminación de las aguas, lluvias ácidas, incremento de emisiones nocivas a la atmósfera, erosión de las zonas costeras y baja productividad de los ecosistemas, entre otras.
La industria azucarera utiliza básicamente combustibles fósiles durante sus procesos, contaminando seriamente el medio ambiente, además de que se vierten todos sus desperdicios, principalmente químicos, en los ríos, canales y cuerpos de agua, contaminando y provocando la extinción de muchas especies acuíferas.
Se presentan otras actividades de degradación y deforestación, como los incendios forestales provocados en las pocas zonas selváticas que aún quedan, la tala inmoderada, la introducción de especies exóticas, el tráfico ilegal de especies, el crecimiento demográfico y la expansión de las zonas urbanas.
La otra determinante y probablemente la que más riesgos crea, es el desconocimiento de la importancia ecológica y de la potencialidad de aprovechamiento de la diversidad biológica que permita discernir los usos actuales y futuros del suelo y de las áreas prioritarias para la conservación de los recursos naturales.
El Estado de Tabasco tiene una superficie total aproximada de 24 mil 661 kilómetros cuadrados los cuales en algún momento eran totalmente inundables de forma temporal o permanente, permitiéndole mantener una selva gigantesca que lo cubría casi por completo. Una serie de programas improvisados, la ambición y el desconocimiento terminaron con todo. Actualmente solo queda el 8% de esa selva.