Salgo a cabalgar
Y en el brincoteo, extraño la proximidad de tu piel
Salgo a cabalgar
Y recuerdo las noches oscuras paseando a tientas
Salgo a cabalgar
Y es inevitable acordarme cuando me enseñaste a montar
Yo desconocedora de ello, tú siendo el experimentado
La noche fue fría, mi cuerpo temblaba, me diste calor.
Me pediste no tuviera miedo, que en ti podía yo confiar
Lo que me desconcertaba era aquella sensación que emergía de mí.
Ese roce de cuerpos donde todo estaba oscuro
La luna no alcanzaba a iluminar nuestro sendero.
Tanteando, el sonido de la hierba nos revelaba un camino seguro
El cantar de los grillos apaciguó un poco mi corazón.
No había silencio, la musicalidad de la naturaleza nos acompañó
Bailamos, creamos nuestra propia melodía
Con la delicadeza de tu toque, provocaste tonos dulces en mí
Acompasamos el movimiento de nuestras cinturas
Y aunque no se vislumbraban las estrellas ni la luna
No hizo falta nada más.
Tus manos llevaban electricidad a cada zona que acariciabas
Pero hacía falta algo, mi cuerpo pedía más conexión
Tu cuerpo se avivó más, pero tomaste distancia para ir al sur
El camino ya estaba preparado para que trotaras
No hacía falta nada más, y no entendí tu decisión.
En ese momento.
Tu lengua tuvo el poder de iluminar mis sentidos
Como quien prende y apaga mil veces el interruptor de luz
Tocando ininterrumpidamente ese botón
Sentí que se me iban a fundir los cables
Experimenté una desconexión total.
En segundos me repuse, y tomé el control
Me convertí en amazona, dispuesta a jinetear
Aprehendí a la bestia, la quise dominar
Tus caderas se movían muy bien, pero yo buscaba galopar
Tomaste la fusta, la usaste en mi trasero
Y eso me convirtió en una yegua desbocada
No me importaba, te llevaría al precipicio de ser necesario
Relinchar o gemir, ¿qué importaba?
Tus ojos marcaron que llegué al límite pues te vi estremecer
Derramaste tu luz en mí y suspiraste.
Me entregué a ti.
Y tú al poner esa sonrisa de satisfacción, pude ver que
Te hice mío a punta de galope.