A sus 102 años a Filomena no le duele nada, tuvo once partos, ya enterró a dos hijos y le sobreviven nueve. Ve sin lentes, escucha con ambos oídos, camina lento pero erguida, desayuna, almuerza y cena sin problema.
Hace algunos meses se quebró la muñeca de la mano derecha y el hueso soldó prácticamente sin yeso pues era tan molesto y pesado que Filomena terminó desgarrándolo con sus uñas largas, blancas y sólidas, que presume pintadas como las de una quinceañera.
Conocer y conversar con Filomena es verdaderamente extraordinario, ella se ve fuerte, templada. Tiene manos grandes y mirada atenta para escudriñarlo todo. El pelo blanco cae trenzado sobre sus hombros y en el rostro color canela los escasos surcos no delatan la edad de quien ha vivido todo.
En pleno invierno de la vida, su mente guarda recuerdos entrañables: la infancia en la escuela, un fugaz noviazgo y el día en que impulsada por la flama de la pasión, salió del hogar paterno para iniciar una vida en pareja, de mano del hombre con el que vivió 84 años, y del que aún, después de muerto, sigue enamorada.
Aldino se llamaba, y con él procreó 11 hijos, dos ya murieron: Natalia a los 18 años de edad y Roberto, en fecha reciente.
Como ella, Don Aldino se sobrepuso a la longevidad y logró vivir 102 años; de su muerte Filomena no se dio por enterada y aunque pasan los años, ella lo cree vivo pues durante el funeral fue sedada; para ella, su marido simplemente salió de casa y un día de estos, él va a regresar. .
Mujer de hogar, siempre dedicada a sus hijos y a los quehaceres domésticos Filomena se resiste a salir de casa y si por necesidad tiene que abandonarla se pone de mal humor e insiste en regresar de inmediato, pues siente que Aldino llegará a casa en cualquier momento y ella no estará para atenderlo. Así de grande es su amor.
Desde hace 102 años Filomena vive en la sindicatura de Malpica, una pequeña sindicatura perteneciente al municipio de El Rosario, ubicado en el estado mexicano de Sinaloa.
Proveniente de una familia de condición humilde Filomena siempre vivió ligada al campo y su alimentación fue muy silvestre.
De hecho, ésta extraordinaria mujer de 102 años, cree que haber sido alimentada con maíz, huevos y vegetales sembrados y cosechados por su padre, ha sido fundamental para vivir más de un siglo. .
De religión católica agradece a Dios la buena salud que la mantiene con vida y la capacidad para disfrutar pequeños placeres como caminar en las calles de su pueblo o ver pasar las nubes sentada en el porche de su hogar.
Correosa, resistente, Filomena asegura que no le duele nada, observar cómo cruza la pierna al sentarse sin la menor complicación demuestra que a sus años, su cuerpo aún está perfectamente “aceitado”, y los achaques por reumas, dolor en las articulaciones, músculos y huesos, propios de la edad senil a la parece aún no llega.