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Sucede que el término “literatura gay” trae consigo una serie problemas comenzando con su definición ya que esta hace referencia a mucho, y al mismo tiempo, a nada. Primero, habría que preguntarse qué se entiende por literatura gay y si existe algún aspecto que delimite en qué momento una obra se considera como tal. Para entender mejor el concepto analizaremos tres elementos: el autor, la temática y los personajes.

            Si bien los estudios más recientes de las obras literarias ya no suelen prestar atención al autor, este sigue siendo un icono fuera de la academia. No hay Pedro Páramo que no vaya acompañado de un Juan Rulfo o un Macbeth sin su Shakespeare. En consecuencia, suele suceder que el público antes de conocer el contenido de una obra se deje llevar por la vida del autor, es decir construya prejuicios literarios por lo que ha escuchado. De esta forma hay quienes aluden a la literatura gay como aquella que ha sido escrita por personas homosexuales. Lo cual no sólo es irrelevante para el disfrute de la literatura, sino que es hasta ridículo pues no existe, ni debería, existir una categoría basada en las preferencias sexuales de su creador.

            Por otro lado, hablar de una literatura gay basados en la temática de la obra tampoco es factible. Pues no hay manera de que una historia se le pueda considerar como tal, debido a que en el arte los temas son siempre temas humanos como: el amor, la muerte o la vida. Y aunque estos sean tratados con el objetivo de representar a una persona homosexual en distintos aspectos de su vida, su primer amor, por ejemplo; el tema en sí seguirá siendo universal.

            Ahora, si la atención recae sobre los personajes enfrentaremos dos problemas más: la importancia del personaje en el desarrollo de la historia y el conflicto principal de esta. Para lo primero resulta sencillo descalificarlo como menester para considerar una obra dentro de la literatura gay, porque de ser así cualquier obra con un personaje homosexual tendría que estar en esta categoría. Lo cual resultaría en un requisito muy pobre, incluso peor si se limitará a sólo considerar al protagonista dejando todos los elementos literarios de lado. En cuanto a la participación del personaje dentro del conflicto, presuntamente “gay”, causaría regresar al sin sentido de la temática. Que el protagonista de una novela sea homosexual y la historia gire alrededor de él, no hará que la novela pueda calificarse como literatura gay. En el campo de la lírica es aún más difícil, hasta qué punto podemos decir que la voz que anuncia un poema tiene género (Masculino/femenino) y que el contenido revela un tema gay. Sucede lo mismo que ya se ha planteado, no importa que abiertamente los personajes sean homosexuales, ni siquiera es suficiente que exista una escena homoerótica para poder calificar a una obra como literatura gay.

            Sin embargo, sí es importante dar visibilidad a la literatura que aborda las problemáticas, no sólo de los homosexuales, sino de toda la comunidad LGBT+. La producción de estas obras enriquece la diversidad de historias y ayuda a orientar a la sociedad que aún tiene prejuicios. Y aunque en ocasiones el término “literatura gay” es necesario para hacerla notar a la manera de literatura de mujeres o literatura indígena, lo más correcto es apelar a ella como literatura con representación lgbt.  

Nada personal
El norte que hay en ti Juan Antonio Ferreira

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