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¡Uy! Pero que buena parece esa oferta. ¡No me la puedo perder! Además, el anunciante dice que si llamo dentro de los próximos quince minutos, agregarán a mi pedido ese magnífico aparatito que no sé para qué pueda servir ¡pero dice que es completamente gratis!

Obviamente, dentro de una hora o menos, volverá a salir el mismo anuncio y nuevamente dirán que llame inmediatamente para aprovechar la oferta imperdible. Y así, hora tras hora será la misma oferta. Urgiendo a que haga la compra desde la comodidad de mi hogar y con mi tarjeta de crédito o débito.

Los sonidos, los colores, el volumen de la voz, todo, absolutamente todo está preparado para evitar que me tomé un momento de reflexión. Si me descuido, estaré comprando cada oferta que presenten hasta quedar endeudada, en bancarrota, o mínimo con la casa llena de cosas «maravillosas» que realmente no tenía pensado comprar.

Ellos están haciendo su trabajo, ahora yo debo hacer el mío.

Los anunciantes hacen su parte. La publicidad es para crear la necesidad. Detrás de cada anuncio hay todo un trabajo de mercadotecnia perfectamente diseñado para provocar en nosotros, los consumidores, el imperioso deseo de comprar lo que nos ofrecen.

Cada palabra, cada sonrisa, los actores, todo el escenario, todo es una estrategia. ¡Ese es el trabajo de ellos! Incluso en las tiendas, por ejemplo, de autoservicio, las hermosas edecanes que sonríen mientras ofrecen el anticongelanate aunque ya no soporten los zapatos de tacón alto y los pantalones ajustados. O las simpáticas personas dentro de pesadas y calurosas botargas que ofrecen globos con el logotipo de la nueva presentación de yogurt.

Todos ellos están haciendo su parte, ahora, mi trabajo es actuar de manera inteligente y evitar hacer compras impulsivas. Y debo ser más cuidadosa ahora que es tan fácil comprar de todo y a todas horas por los distintos portales de internet. Todo al alcance de un clic.

¿Qué pasa si no lo compro justo ahora?

Uno de los mejores consejos que he recibido en estos momentos que decidí mejorar mis finanzas, es el de hacerme la pregunta: «¿Y qué pasaría si no lo compro justo ahora?” y tomarme una semana antes de hacer una compra no esencial.

Siguiendo este consejo, he podido evitar muchas compras innecesarias, gastos no programados, y remordimientos no deseados.

A esta semana de tolerancia que me concedo antes de hacer algunas compras, le llamo «La semana inteligente» y estoy convencida de que es una de las mejores maneras de tomar decisiones verdaderamente inteligentes.

Respirar y respetar
La sociedad hipersensible

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