Estoy envejeciendo

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Me pongo frente al espejo y puedo ver, sin mayor preocupación ni resistencia, que he cambiado tanto, que incluso hay días en que creo no reconocerme.

Sigo siendo la mujer optimista que siempre he sido, quizá mucho más que antes.  Creo que mi corazón tiene tantas heridas acumuladas que ahora late con más fuerza y fortaleza… Tuve que aprender a ser feliz por decisión propia… Aprendí a sonreír por elección.

Sigo teniendo mi mente llena de ambiciosos proyectos, sueños y deseos.  Entre menos cabellos tengo, mayores son mis deseos, porque ahora mis metas son más realistas, más alcanzables, más materializables.

Estoy envejeciendo porque estoy acumulando recuerdos

A veces, mientras descanso tomando con calma un café recién preparado, me sorprendo recordando mi infancia.

Recuerdo aquellas mágicas tardes jugando con mis hermanos, en donde un angosto pasillo era una inmensa pista de patinaje o un tinaco de cemento podía transformarse en un manso elefante.

Algunas tardes, mientras lavo los trastes, la música que me acompaña me transporta a mis años de juveniles descubrimientos Aquel primer beso, aquel primer amor secreto, aquel inocente roce, y ese falso “te quiero” que alguien me dijo sin pensar en el daño que pudo haberme hecho… Y vuelvo a ruborizarme, y vuelvo a sentir miedo, y vuelvo a emocionarme y, por supuesto, me doy cuenta de que ya perdoné el engaño, y hasta lo agradezco.

Estoy envejeciendo porque estoy acumulando sabiduría

Cada día aprendo algo nuevo, ya no hay desperdicio, todo tiene una razón de ser.

Hoy reacciono con calma, permito que las experiencias pasadas valgan la pena, el esfuerzo o el precio. Hoy calculo mejor las consecuencias, mido mejor cada paso… Hoy ya no le creo a cualquiera… Hoy puedo sonreírle a cualquier persona, pero no cualquiera merece mi tiempo o un espacio en mi vida.

Estoy envejeciendo porque estoy rompiendo complejos, culpas y modelos sociales

Ya no me preocupo por agradarle al mundo entero, ahora me ocupo por hacer lo que realmente yo quiero.

Si quiero decir “no”, puedo decirlo sin miramientos. Porque ahora entiendo que mi tiempo, mi esfuerzo y mi alma, las puedo compartir con quién yo decida hacerlo.

Hoy estoy envejeciendo y me siento feliz, hermosa y orgullosa. Mientras cepillo mi canoso cabello, me admiro frente al espejo y sonrío mientras pienso “¡Qué bien lo estamos haciendo!”

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