Estos pares de ojos. “Las palabras de un libro cobran vida propia cuando un par de ojos se deposita en ellas”. Yo no podría estar más de acuerdo con este pensamiento que alguna vez leí; aunque también sé que el poder de una mirada impacta aun en otras dimensiones.
Yo los veía cómo me seguían: de izquierda a derecha…de derecha a izquierda, según mi desplazamiento al frente del salón. Eran muchos, muchos pares de ojos …los ojos de mis alumnos que recuerdo tanto.
Ha pasado casi una década y descubro otros pares similares; con menos movimientos, sí, pero igual de observadores.
Ahora ya no son muchos pero igualmente los valoro. Me hablan tácitamente…así, en silencio; son intensos… atentos. Tres pares han demostrado un brillo diferente y un parpadeo casi imperceptible por su interés en el tema. El tema de ayer que por coincidencia, refleja lo que ha inspirado esta narración, y que ha tocado las fibras tan sensibles que en todo docente comprometido con su quehacer académico, se manifiestan.
Hablábamos de motivación: esa fuerza que empuja a hacer y a intentar lograr todo cuanto desean, alcanzar aquello que necesitan y que por añadidura haría mejor sus vidas. Que la satisfacción es absolutamente personal, y que lograrla, lleva toda una vida; porque cada paso, cada instante vivido, cada felicidad producida, se mide linealmente en momentos. Y que no obstante, cada vez que volteen para mirar alguno de los sueños no logrados, no queda más que entender y aceptar, tal como menciona Clint Eastwood en una película (actor a quien admiro mucho desde niña), “que a pesar de no haber logrado algunos de sus sueños, fueron el motor que lo hicieron levantarse cada día”.
Anoche, al llegar a casa y recordar los ojos de mis alumnos, me sentía halagada; enormemente halagada al verlos seguirme de izquierda a derecha, de derecha a izquierda…
Y en mis clases, al igual que un libro, me motivo y cobro vida propia cuando se depositan en mis palabras estos pares de ojos … los ojos de mis alumnos que recordaré tanto.