Estoy en un punto de mi vida, al que no puedo calificar nada menos que de «mágico«. Si bien no entiendo bien a bien en qué punto del camino estoy situada, tengo la absoluta certeza de que me encuentro en el lugar correcto.
Hace tiempo dejé la juventud en el baúl de los recuerdos y mis errores en el cajón de los secretos, y sin embargo, me siento joven, recordando aquellos buenos momentos y los errores que se convirtieron en lecciones… Todos los demás, aquellos que no me sirven, hace tiempo los tiré al basurero.
Quizá ya no tengo la energía que me caracterizaba hace cuarenta años, y las curvas que delineaban mi cintura contrastando con mi cadera prominente, parece que, al verse descuidadas, decidieron invertir su colocación en la estructura de mi cuerpo… y sin embargo, mi manera de caminar hoy es mas sensual y respetable… Cada uno de mis pasos, hoy son más firmes y adorables.
Se cumplieron cada uno de mis sueños
Disfruto sentarme frente a la ventana y ver las nubes en el cielo, el baile de las copas de los árboles, el paso cansado de algunos vecinos regresando de sus trabajos y, principalmente, a los niños del vecindario jugando felices sin nada que deba preocuparles.
Un poco alejada de la tecnología, tomo un trozo de papel y un lápiz bien afilado, para hacer una lista de los sueños que aún tengo pendientes… Lo pienso por un momento, le doy un par de sorbos al café que espera paciente a mi lado, y sonrío al entender que: Ya he cumplido todos y cada uno de mis sueños, nada, absolutamente nada se ha quedado pendiente.
Ahora que tengo el control de mis tiempos, la juventud en el alma y lucidez en la mente, puedo dedicarme a construir mis proyectos, que son mucho más grandes de lo que fueron mis llamados sueños. Tengo la disciplina aprendida después de las consecuencias de la rebeldía, tengo la constancia que me ha dado eliminar los pretextos, tengo la sabiduría que me da el hacer caso a los consejos de mi madre, tengo la experiencia adquirida después de tantas caídas.
Tengo a mi compañero de vida, el hombre perfecto, mi leal compañero, que ha sido mi cómplice, mi amigo y mi maestro. Juntos hemos llorado, reído, aprendido y juntos, siempre juntos y a la vez independientes, ambos seguimos creciendo.
Hoy tengo la absoluta certeza, de que me encuentro en el lugar y el momento correcto.
