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Esos rostros ya no llevan nuestros nombres,
Son dos máscaras perdidas en la noche,
Pero, queda la música…
(Luis Eduardo Aute, 1943-2020)

Justo hace un año, escribí un texto referente a la muerte de un compositor argentino, Alberto cortés, y me asombra que también a un año de aquel suceso, hoy me entero que también en esta misma fecha fallece el compositor y cantante Español Luis Eduardo Aute. ¿Coincidencias o casualidades?
En mi caso, la mayoría de sus melodías me gustan y son de mi agrado.

Este mes de abril ha sido todo un conjunto de asombrosas noticias, y situaciones que posteriormente veremos como meras anécdotas donde el aprendizaje es el común denominador.

Estoy seguro que después de lo que estamos padeciendo ¡nadie volverá a ser el mismo!

No obstante, proseguir con vida siempre será especial. Sentirnos triunfadores porque volvimos a despertar y recargamos energías para enfrentar de una manera positiva lo que esté a nuestro paso.

Siempre lo he dicho y lo vuelvo a repetir, observar el bosque, caminar y ejercitarse en él es algo terapéutico, sanador y sobre todo contemplativo. Me hace vivir de una manera más agradecido, recorrer los pasillos de verdor tan llenos de vida sin la preocupación de lo trágico, simplemente ser uno entre tanto habitante que participa dando lo mejor de sí mismo, sin egoísmo y frivolidades.

La primavera llegó y creo que nadie se ha percatado de ello.
Hoy todas las personas hablan de cifras, de contagios, de muertes. Y quién habla de aquello que significa tanto, aquello que tan simple nos hace sentirnos dichosos y sobre todo llenos de vida.

La naturaleza nos asombra, nos vivifica y nos hace exclamar, en cada paso que junto con las hojas secas crujen de una manera singular y se deshacen y quedan ahí, sobre la tierra como mera muestra de que alguna vez existió.

Me fascina la música de las avecillas cantoras que se ponen felices por tan solo vivir, ¡cuando de pronto!, al fondo, algo grande y brillante atrapó mi mirada, ¡era el sol!, estaba impactantemente brillante y grande, creo que si hubiera extendido un poco mi mano lo hubiera acariciado.

Eso me provocó una rara sensación de amplitud, de paz, ¡no sé!, salirme del momento, de mi momento, después del primer hechizo y no sé por qué razón vinieron a mi mente otras personas, personas que no conozco, niños, mujeres… toda esa gente que sufre, que calla y desgarra parte de su piel en la miseria, en la que así ha sido convocada por nuestros gobernantes, por los que adoran el dinero y se funden en su avaricia.

Fue tan fuerte el remezón que tuve que bajar mi vista, porque hasta lastimaba, simplemente inhalé para que entrara el aire.

Pensé en mi felicidad y pensé como nunca antes en la desgracia de esos tantos, de esa gente que no conocía y me gritaban al oído, niños abandonados, drogadictos que no encuentran la salida, tantos, tanto dolor y yo ¡sintiéndome tan feliz!

Lo curioso y al contrario de otras veces no me provocó extrañeza, sólo por unos instantes fui parte de ellos, los sentí, los viví y tomé consciencia de esos dolores, por una extraña razón pensar en ellos me hizo equilibrarme, luego pensé que tal vez, sólo tal vez si una parte de toda esa sensación de paz que sentía, de toda esa fuerza que bailaba dentro de mí llegara a alguno de ellos cambiaría en algo su momento, no lo sé con exactitud, pero sí sé que el pensar en algo más que en mi propia existencia, mis propias alegrías o dolores me dio algo de paz para seguir caminando por la vida mientras sueño que soy feliz.

Quizás al escribir mis textos lleguen a alguien que lo necesita y sienta la vida tal como la siento yo

Y así lo creo y lo vivo, hoy volví a sentir esa sensación de ser un espíritu
antiguo en un cuerpo nuevo…

COVID-19 entre la indolencia y la ignorancia
Mariana

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