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He tenido muchas amistades a lo largo del camino.  Algunas aún existen, incluso hay las que ya son parte de mi familia.  Otras más se desvanecieron, no supe en qué momento, sencillamente ya no están.  También tengo algunas nuevas que pintan para un buen tiempo, aunque ahorita no podamos vernos, pero cada mañana tienen un «buenos días amiga ¿Cómo estás?»

Ayer recordé algunas de esas ocasiones en que, siendo adolescentes, hacía pijamada con mis amigas. A veces en sus casas a veces en la mía. Era tan bonito crecer juntas, pintarnos las uñas y creer que sería eterna esa amistad… Aunque finalmente eso no fue verdad.

Cada pijamada era un derroche de belleza y amistad. Mascarillas, lima de uñas, cremas suavizantes, muchas risas inocentes y algunas lágrimas en libertad. Invariablemente, a la mañana siguiente todas despeinadas, ninguna se quería levantar.

Un poco más adelante, tuve otras amigas con las que compartí otro tipo de momentos. Interminables tazas de café con galletas dulces y amargas experiencias que tratábamos de entender.

Con esas amigas de mi edad adulta pero aún joven, también pasamos momentos dedicados a la belleza, principalmente a la belleza espirirual, aprendiendo a peinarnos el alma y limar el colmillo, poniéndonos mascarillas de fortaleza y suavizando las heridas del corazón. aprendimos que los cuentos de hadas no son la vida real.

Estar despeinada también era una señal.

También aprendimos que podíamos estar despeinadas y sentarnos muy tranquilas a platicar. Casi siempre el estar despeinadas era una señal de que era necesario un momento de plática en confianza porque algo en nuestras vidas iba mal.

Estando en una edad madura, en que a veces parece que la única madura es mi edad, tengo nuevas amistades que ya se saben peinar. La mayoría peinamos las canas y cepillamos recuerdos que ya no nos hacen llorar.

Ahora hay que estar siempre peinada para el Facebook y para Instagram. El maquillaje se pone con filtros, pero no puedes estar sin peinar.

Extraño tanto esos momentos en que la vida era la vida real, extraño el café con galletas, extraño irnos a almorzar. Extraño platicar frente a frente sintiéndome libre para reír o llorar.

Poco a poco regresaremos aunque sea a la nueva normalidad… Y entonces ya podremos vernos de una manera no virtual. Almorzar juntas y platicar en secreto, un café endulzado de risas, acompañado de galletas y un divertido recuerdo, una que otra pregunta uno que otro «lo siento».

Ya quiero volver a verte, pero se que aún hay que esperar un tiempo. Es momento de cuidarme, es momento de cuidarte . Porque eres mi amiga y te quiero. Por esa despeinada amistad.

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  1. Amiga Estrella, apesar de nuestra distancia, recuerda que mi amistad es sincera y extraño mucho cuando nuestras hijas eran pequeñas y solíamos ir a desayunar y charlar muy ameno. Cuidate mucho. Te quiero.

  2. Te felicito por escribir artículos tan maravillos , con palabras muy sabias y conocer más de ti atravez de tus experiencias de vida. Enhorabuena que vengan muchos más.