Los seres humanos están acostumbrados a una cotidianidad, sin embargo, cuando esta cotidianidad se ve afectada por una problemática los humanos tienden a sentirse como víctimas de las circunstancias. Por ser más preciso, cada ser humano tiene ciertas expectativas que piensa que deben cumplirse en su cotidianidad, al no cumplirse, lo primero que hace el individuo, generalmente, es buscar un culpable. Los culpables pueden variar, entre familiares, amigos, o en muchos casos echarle la culpa a Dios. Hay que ser conscientes de que muchas de las expectativas que se platea un sujeto no son reales y por lo tanto no corresponde a su realidad, lo que puede provocar gran frustración al no cumplirse.
La pregunta que surge de estas expectativas frustradas es ¿Por qué se busca un culpable?, la respuesta es simple, para culpar a alguien más de sus metas no cumplidas. El querer culpar a alguien más es querer convertirse en víctima, es como decir, no cumplo mis metas por tal persona o, no puedo salir adelante por tal persona. Es más fácil ser víctima de alguien que aceptar nuestra responsabilidad y sus consecuencias. Mucha gente se hace víctima de Dios sin darse cuenta de la realidad.
La realidad es que generalmente la gente no es víctima de alguien, solo evita hacerse responsable de sus propias decisiones o en su defecto no quiere aceptar la realidad que han generado sus actos, echándole la culpa a Dios de su situación. Los humanos siempre toman decisiones que pueden tener consecuencias próximas o futuras, el problema es que el individuo no es tan consiente de lo que hace, esto provoca el desconocimiento de la responsabilidad de sus actos y acciones. Dios no es culpable de su situación, sin embargo, Dios puede ayudarle a cambiar su situación si usted está dispuesto a obedecerle.