Es mi cuerpo, es mi vida. Yo decido.

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Me veo al espejo y me reconozco bella.  Acepto con agradecimiento las marcas del tiempo y las huellas que han dejado las experiencias de algún momento de sufrimiento.

No soy una actriz de Hollywood ni pretendo serlo, y no porque sea imposible, simplemente porque ese no es mi sueño.

Yo soy la estrella principal de mi propia historia y escribo día a día mi guión, mi argumento.  Yo elijo el escenario y yo decido cuál será el elenco.

Mi cartera no siempre está repleta, y sin embargo, mi vida está llena de riqueza.  Soy la más afortunada de las mujeres.  Soy feliz porque así decido serlo.

Yo elijo el menú del día.

Cada mañana tengo el poder de decidir cómo quiero vivir ese día.  Yo lo diseño, yo lo decoro, yo lo fabrico, y si algo no me gusta, también yo lo corrijo.

Escucho opiniones, valoro sugerencias, acepto ayuda y agradezco la compañia.  Yo decido con qué y con quién quedarme.  Soy selectiva y me cuido.

Yo decido cómo reaccionar ante las situaciones externas, aquellas que están fuera de mi control.  Algunas veces pueden resultar incómodas, tristes, incluso causar enojo o dolor.  Sin embargo, el control de mis emociones me pertenece.  Es mi vida, mis pensamientos y mis acciones son mi responsabilidad, eso lo decido yo.

Lo que me dice el espejo.

Me gusta verme al espejo y pensar ¡Wow! ¡Esa soy yo! Y sonreír sin enfocarme en los defectos, pues incluso ellos son bellos.

Cada cicatriz tiene una historia, cada historia dejó una lección.  Me miró al espejo y sonrió porque sé que cada día soy mejor.

Y cuando el espejo me muestra algo que me incómoda, algo que yo no quiero, algo que no va bien con mi alma o con mi cuerpo, tomo nota del asunto y de inmediato tomo acción.  Es mi cuerpo y yo decido, y hoy elijo estar mejor.

Me siento feliz, me respeto, me gusta mi vida, amo saber quién soy.