El estrés, la ansiedad, la depresión… Son los grandes males emocionales del siglo XXI. Nunca antes en los siglos pasados se había oído hablar tanto de estos trastornos. Si bien hoy en día todos nosotros, o casi todos, tenemos a algún conocido o pariente que sufre de ansiedad, depresión, TLP, TOC, etc. En tiempos de nuestras abuelas estos males eran algo casi totalmente desconocido, que si hubiéramos llegado a presentar nos curarían a golpes argumentando “falta de carácter” o llevándonos a la iglesia a rezar.
Gracias al cielo, la ciencia médica ha avanzado muchísimo en los últimos años y los esquizofrénicos ya no son tratados como endemoniados, así como las mujeres malamente diagnosticadas con “histeria” ya no son recluidas en centros psiquiátricos obligadas a tomar terapias de electroshocks.
Como las enfermedades mentales y sus clasificaciones han aumentado en el siglo pasado y lo que va de este, así también lo han hecho los fármacos y terapias para eliminarlos. Tenemos psicofármacos de todo tipo, homeopatía, hierbas medicinales, terapias psicológicas de cuantas escuelas se puedan imaginar; así como terapias alternativas que tienen que ver con las emociones, la energía, la alimentación, el alma, los chakras… o todos estos factores juntos.
Retomando el tema de este artículo, hay mucha gente que se pregunta si es bueno tomar algunos de esta amplia gama de medicamentos para la ansiedad, si es cierto que generan dependencia o si es mejor tomar algo naturista.
Como paciente con vasta experiencia en el tema les respondo que siempre, siempre, siempre vayan con un especialista. Es nuestra salud la que está en el juego y en temas de salud nunca debemos guiarnos por las recomendaciones de la hija de la vecina de la comadre de la tía que se curó tomando un té milagroso. Que, por supuesto puede ser cierto, pero nunca hay que olvidar una máxima constante en esto de la medicina, y esa es que: Ningún organismo reacciona igual a otro, por muy parecidos que seamos; algo que a mi hermano le sentó muy bien para la gripe a mí puede caerme fatal o viceversa.
Es en estos casos que un especialista cualificado y con experiencia, un psicólogo o psiquiatra, nos hará una extensa entrevista, una serie de exámenes y estudios y determinará que es lo mejor para nosotros. Aquí cabe aclarar que únicamente el psiquiatra está autorizado para recetar medicamentos controlados; a diferencia del psicólogo, quien sólo nos tratará con terapias consistentes en ejercicios mentales, emocionales, de respiración y relajación, así como también cambiar patrones mentales y de conducta. Pero repito, él no nos puede recetar medicamentos controlados (solo naturistas y alternativos en todo caso).
Entonces ¿Es bueno tomar medicamentos para la ansiedad, la depresión y el estrés? Si el especialista lo determinó así, sí; por algo él es el doctor y no de a gratis pasó años quemándose las pestañas en la facultad y tomando cursos de actualización cada año. Si usted puede sentirse mejor con terapia y no los necesita también está bien. El asunto aquí es que quiero que se perciba a los medicamentos sólo cómo una ayuda durante el proceso terapéutico y no cómo la única solución, es decir, no quiero que se piense que va a andar uno todo el día pegado al clonazepam.
En algunas sociedades existe cierto estigma hacía quienes consumimos psicofármacos, “que no tenemos suficiente fuerza de voluntad” o que crean dependencia. Tal vez en los primeros años de este tipo de medicamentos así era, más con los sedantes; generaban dependencia y había que subir cada vez más las dosis; pero hoy en día ya casi nadie receta esos viejos medicamentos que han quedado cada vez más rebasados por los medicamentos llamados de tercera generación; los cuales, además de ser muy efectivos, no crean dependencia y tienen un mínimo de efectos secundarios.
Así que tomar medicamentos para la ansiedad o depresión no es malo, lo malo sería no ir a terapia, no comprometerse con uno mismo y no hacer el trabajo que me corresponde a mí para salir de este estado; que, si bien en algunos casos yo no elegí, sí es mi responsabilidad trascenderlo y transformarlo para tener una mucho mejor calidad de vida.