Miro hacia atrás sin precipitarme al abismo que me aparta dolorosamente de tu lado, donde puedo mirarte todavía a plenitud: tus ojos, oscuros y rozagantes, me esquivan furibundos cada vez que te observo sin que haga patente la inquietud. No quieres ni saber de mí, siquiera, y aunque no lo quiera, lo acepto, como una vez acepté aferrarme a tu recuerdo, como una vez fui cómplice de ese silencio hiriente, desgarrador. Antes incluso de que extraviara tu caricia, tu agasajo: cuando aún no merodeaba cada noche tan triste, abatido y cabizbajo.
Y es que no comprendo por qué no puedo hacer lo mismo que hacía antes: contemplarte abriéndote paso entre miles de dudas abrasantes; entre puñados de fragmentos escurriéndose hacia lo más profundo de un recuerdo que va tomando matices cada vez más inquietantes. No dices nada, sino que vas y vienes como transitoria daga. Una que no mata pero lastima, mas tampoco deja impune la memoria por sentirte a mi lado como filoso rumor que hiere con su melodía: el dolor fantasmal al percibir una parte de mí que antes poseía.
¿Qué puedo decir si ya no estás dispuesta a escuchar? Eres remedo compuesto de todos los silencios, inexpugnable, aberrante como intentar suprimirte de mi mente. Tan imposible como desterrarte de esta, a golpes de aguardiente. Esa copa que no embrutece ni emborracha; que ya no retuerce mis pasos inservibles a cualquier parte, menos a ti; a encontrarte sobre el trepidante camino por el que un día te seguí. Cuando era feliz y no lo sabía; cuando no entendía un carajo; cuando tu sola presencia me estremecía el alma de arriba abajo.
Continuaré, pues, recorriendo en silencio tajante aquellos lares. Siempre apostado dentro de ruidosos y anónimos bares, buscando una respuesta que no me atrevo a afrontar. Que no quiero tener delante, donde el siguiente trago por mí ha de aguardar: un vaso, una botella a punto de vaciarse, delineando de un pincelazo el espejismo de tu imagen. ¡Justo cuando estaba a punto de olvidarte! En el preciso instante en que tu lánguido recuerdo apenas entreveía. Sí, cuando miro hacia atrás conforme me digo a mí mismo: «era feliz… y no lo sabía».
Nunca se puede repetir un mismo momento, a veces tampoco las personas; pero se encuentra felicidad de otras maneras, y a veces de otras caricias.
Gracias por compartir Marcos, me trae consigo añoranzas y ciertos tintes de melancolía.
…recuerdos; fantasmas mudos que atormentan