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– Tengo una amiga que constantemente está metida en problemas porque mes a mes se excede en los gastos.

Tiene un buen empleo, recibe un generoso sueldo, vive sola en un pequeño departamento que no le representa grandes gastos… entonces ¿Por qué parece que siempre hay más mes que dinero?

No ha podido hacer el ahorro que se propone año con año.  Quiere cambiar su viejo automóvil por uno similar, no muy caro, sólo uno de modelo más actual.  Tampoco compra ropa, zapatos o accesorios con frecuencia. Nunca sale de viaje… ¿En qué se está esfumando su dinero?

Un amigo común le sugirió llevar el registro preciso de todos sus ingresos y gastos.  Ya sea en una aplicación del celular o en una libreta que pudiera llevar con ella en todo momento. Y le recomendó ser muy estricta y puntual con ese registro.

Al cabo de tres meses, volvimos a reunirnos con el amigo que la asesoraba en sus finanzas.  Fue una sorpresa para todos ver que, de acuerdo a los registros, casi el cuarenta por ciento de sus gastos era en cosas que podía evitar, algunas no eran realmente necesarias y otras eran como tirar el dinero directamente al bote de la basura.

Lo que más me sorprendió fue enterarme que mi amiga compraba (¡y se tomaba!) dos botellas de whisky cada semana.  Quizás yo no la conocía tanto como creí aun cuando nuestra amistad ya tenía varios años.  Nunca la vi ebria, incluso en algunas fiestas y reuniones en donde las bebidas alcohólicas abundaban, ella siempre fue muy prudente.

Al ir analizando esos gastos que representaban la silenciosa fuga de sus ingresos, encontramos que, además de whisky semanal, compraba por lo menos dos cafés cada día en el mini súper que está en la acera de enfrente de su departamento, uno por las mañanas al salir hacia su oficina y el otro al anochecer cuando regresaba del trabajo. Además, todos los días almorzaba y comía en alguna cafetería o iba a algún restaurante cuando el tiempo se lo permitía y, cuando se quedaba a descansar, invariablemente pedía comida a domicilio y daba generosas propinas a los repartidores. También compraba un arreglo de flores cada jueves, todos los días compraba muñecos de peluche y juguetes de todo tipo.

Obviamente, el amigo que la ayudaba a analizar el registro de los gastos, le habló de números y la manera en que podía ahorrarse el café del mini súper, las flores y las comidas en la calle.  Aunque fue muy prudente al tocar el tema del gasto en whisky, sí hablo del extraño gasto fijo en peluches y juguetes.

Mientras ellos hablaban de números, yo trate de entender y desenmarañar qué había en realidad detrás de todos esos gastos.

Ya estando a solas con mi amiga, no me atreví a preguntarle acerca del whisky, pues me sentí un poco sin derecho a hacerlo, así que comencé por el tema de los juguetes y los muñecos de peluche.

Ella tenía en una de las recámaras de su departamento, una gran colección de peluches de todos los tamaños, pero la mayoría eran los mismos que tenía desde pequeña, sólo algunos nuevos que sus pretendientes o amistades le íbamos regalando… y además ¿En donde estaban todos los juguetes? ¿Qué hacía con ellos?

Poco a poco, tratando de no presionar más de lo prudente, decidí escudriñar en el corazón de mi amiga para saber qué es lo que la llevaba a hacer ese tipo de gastos que no le permitían cambiar de auto ni tener un balance financiero saludable.  Yo estaba segura de que no sólo era un impulso sin sentido por gastar de manera imprudente.  Había algún vacío emocional que provocaba esa conducta.  Y de alguna manera, al quejarse por su situación financiera, no estaba pidiendo ayuda financiera… estaba gritando en silencio por ayuda emocional.

Pasaron las semanas y juntas fuimos desenredado la maraña.

Desde que ella era pequeña, su padre le regalaba muñecos de peluche, el último, un gran conejo blanco, que le dio el día en que ella cumplió 17 años, justo una semana antes de que él muriera en un accidente al chocar su auto contra la caja de un tráiler… él iba manejando completamente alcoholizado… con whisky.

Por la muerte de su padre, su madre tuvo que buscar un empleo adicional al que ya tenía para poder solventar los gastos, así que en sus momentos para almorzar, comer o cenar, su única compañía era la televisión, ya que era hija única.  Ella odiaba comer sola.  Esto explicaba su necesidad de comer en lugares en donde, aunque no compartiera la mesa con nadie, siempre estaba rodeada de gente a la hora de comer.

El departamento en donde vivía, lo había comprado junto con aquel romántico novio que cada jueves le enviaba flores.  Ella soñaba con el momento en que por fin se casarían después de que él se lo prometió al saber que estaba embarazada… Al enterarse que él era un hombre casado, ella decidió abortar.  No podía destruir una familia porque ella sabía lo que era crecer en ausencia del padre.

Al practicarse el aborto de manera clandestina, algo resultó mal y quedó imposibilitada para tener hijos… a partir de entonces, se hizo el compromiso semanal de regalar por lo menos un par de juguetes a los niños en situación de calle.

Toda esta historia que ella guardaba en silencio pero gritaba con sus acciones, explica sus gastos impulsivos.

Todos tenemos alguna historia que, aunque sea menos dramática, nos lleva a cometer errores, acciones imprudentes o estúpidas.

Es necesario soltar el pasado, soltar el daño que otros nos hicieron y perdonarnos a nosotros mismos.

Tenemos que identificar adecuadamente el problema para poder resolverlo… no todo son números y estadísticas.

Quizás necesitamos apoyo profesional, espiritual o de alguien que nos ayude a desatar los nudos del pasado… para que nuestro futuro no se quede atorado entre el whisky y los juguetes.

Feliz año 2023
El caso de Jennifer

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