Sí, «entre abogados te veas» pero entre los buenos abogados, los profesionales, actualizados y bien prestigiados.
Todos requerimos alguna vez los servicios de un abogado. Y, como en cualquier otra profesión, hay buenos y malos, profesionales y deshonestos, hábiles e ineptos, prestigiados y desprestigiados.
Al elegir a un abogados, tenemos que pedir recomendaciones y referencias. Depende del tipo de servicio que necesitamos será el abogado que buscamos.
Hay tres servidores básicos en quienes debemos tener absoluta confianza para poder comunicarnos abiertamente y permitir que ellos hagan su labor lo mejor posible. Estos son, nuestro confesor o guía espiritual, nuestro médico y nuestro abogado.
Los buenos abogados son, artistas de la comunicación. Tienen el don de la palabra y saben la importancia de manejar cada palabra en el contexto correcto y conveniente.
Un buen abogado sabe y domina la persuasión. Sabe reconocer y manejar el lenguaje corporal. Sabe lo impactante que puede ser la correcta modulación de la voz al presentar sus argumentos.
Los abogados son maestros de la expresión oral y escrita. Saben que lo importante no es lo que se dice, sino cómo se dice.
Son maravillosos en el manejo de las tensas pausas al hablar y lo poderosa que puede ser una profunda mirada.
«Entre abogados te veas» se decía como maleficio a alguien deseándole que estuviera involucrado en problemas legales. Pero la realidad es que todos, absolutamente todos, en algún momento de la vida tenemos que acudir a ellos aunque sea en busca de una sencilla consulta. A veces hasta decimos en tono de broma «requiero una consulta que no cause honorarios».
Asi como un médico puede salvar nuestra vida, también hay momentos en que ponemos nuestros casos en las manos de un abogado, quien también puede salvarnos. Por eso es indispensable buscar a un buen abogado.
Entre abogados te veas, sí, pero entre los buenos abogados. Entre esos de frente levantada y postura erguida. Entre esos que sienten pasión por su profesión y defienden cada causa justa invirtiendo en ella su propio corazón.