Miren, hay que ser claros y directos: lo que vimos en esa conferencia de prensa no fue al Pep Guardiola técnico, fue al Pep Guardiola ser humano. ¿Y saben qué? Nos dio una clase magistral de cómo se maneja una crisis, aunque a muchos no les guste escucharlo.
«Me encanta mi equipo, la forma en que jugamos. Los resultados no van a convencerme de lo opuesto», soltó Pep así, sin anestesia. ¿Cuántos técnicos conocen que tengan los huevos para pararse frente a los medios y defender su proyecto cuando todo se está cayendo a pedazos? La mayoría ya estaría buscando excusas o echándole la culpa al árbitro.
Y aquí viene lo más brutalmente honesto: cuando Ilkay Gundogan salió a hablar de «problemas de confianza», ¿qué hizo Pep? Les voy a decir qué hizo: le llevó la contra a su propio jugador públicamente. «No estoy de acuerdo con Ilkay», dijo sin más. ¿Por qué? Porque Guardiola entiende algo que muchos no captan: en momentos de crisis, necesitas un líder que tenga las ideas claras, no uno que se deje llevar por el pánico colectivo.
¡Pero esperen! Que esto se pone mejor. «Estuve estable en los buenos momentos y estoy estable en los malos momentos», declaró. ¿Se dan cuenta de lo que está diciendo? No está vendiendo humo, está mostrando que el liderazgo verdadero no cambia con los resultados. Es la misma persona cuando gana la Champions que cuando pierde contra la Juve.
Y aquí viene la parte que me mata: «A veces tienes malos periodos en los resultados». ¿Les parece simple? Pues es la verdad más profunda que van a escuchar. Mientras todos andan como pollos sin cabeza buscando explicaciones complejas, Pep lo reduce a su esencia más básica: a veces las cosas salen mal, y punto.
¿Pero saben qué es lo más cabrón de todo esto? Que en medio de la tormenta, cuando todo mundo lo está crucificando, el tipo sale y dice: «El juego nos salvará». No está hablando de cambiar el sistema, no está hablando de revolucionar el equipo. Está diciendo: confío en lo que hacemos, y eso nos va a sacar adelante.
Miren, podemos estar aquí todo el día discutiendo tácticas, formaciones y resultados.
Pero lo que vimos en esa conferencia de prensa fue algo más importante: vimos a un Pep Guardiola que, en medio de la crisis más grande que ha enfrentado en el City, se mantiene firme en sus convicciones.
¿Es terco? Tal vez. ¿Es obstinado? Posiblemente. Pero les voy a decir algo: prefiero mil veces a un técnico que se mantiene fiel a sus principios que a uno que cambia de opinión cada vez que pierde un partido.
«Cuando volvamos a ganar, recordaremos este periodo y nos dará más ganas», remató Pep. Y esa, señores, es la diferencia entre un técnico cualquiera y un líder de verdad. Mientras todos ven crisis, él ve oportunidad. Mientras todos ven fracaso, él ve aprendizaje.
La próxima vez que anden criticando a Guardiola, acuérdense de esto: es fácil ser líder cuando todo va bien. La verdadera prueba está en cómo te comportas cuando todo se va al carajo. Y en eso, Pep nos acaba de dar una masterclass que vale más que cualquier título.