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Lo confieso y me responsabilizo por matar; aunque, claramente y muy seguro de que solamente me defendí y fue en defensa propia. Por eso no le debo nada, ni quiero que me deba lo más mínimo.

Con el tiempo maté al amor o cariño que sentía por esa persona; pero, en mi defensa debo aclarar que fue cuando me di cuenta que ella no sentía lo mismo por mí.

Y maté ese amor al darme por enterado de que no le importaba yo lo mismo que ella a mí; pues, el que siempre y por primera vez dijo te amo fui yo y, a mí nunca me lo dijeron.

Y todo porque supuestamente yo lo quería escuchar; dado que, soy más oído que sentimiento. Porque para ella no era necesario que yo lo escuchara, ya que estaba a mi lado y eso era más que suficiente.

Y me di cuenta que si no era yo quién le escribía una carta, un recadito escrito en una simple servilleta, un te amo en la arena del mar; nunca recibía nada, ni siquiera un beso, pues el que siempre los daba era yo.

Me percaté que para su clase social no tenía importancia ni siquiera el “beso de los buenos días”; ya que habíamos dormido la noche juntos y eso era más que suficiente.

Con el pasar de los años, se fueron olvidando las salidas al bar a cantar

Y, con el pasar de los años, se fueron olvidando las salidas al bar a cantar, a la playa, a tomar fotografías del día a día y de la noche a noche; pues, los lunes de ambos se fueron para siempre, ya que era mejor cocinar para “otros” que para nosotros.

Maté el amor, porque cada mes pagaba la renta de un plan telefónico que de nada servía, el celular simplemente no sonaba; aunque los WhatsApp no paraban de llegar, simplemente no era lo mismo escuchar su voz que leer tratando de encontrar el tono que le pondría ella a cada mensaje leído.

Lo maté cuando por fin me doy cuenta que no festejaba conmigo mis alegrías, pues no eran de ella; sin embargo, cuántas y tantas veces me alegré yo de sus alegrías aunque no fueran mías.

Lo maté porqué nunca compartió conmigo una tristeza mía; ya que pagar funerales que no fueron de algún familiar, se hicieron más importantes que solidarizarnos de los propios.

Me di cuenta que había matado al amor

Cuando me di cuenta que había matado al amor; ya las ganas de seguir al lado de ella también estaban en su etapa final…

Fui asesinando las ganas de estar para una persona que no estaba conmigo cuando yo la requería a mi lado, para decirme: “tú puedes con esta pinche pandemia y muchas más”; pero, al tratarse de cumplir sus caprichos ella estaba allí conmigo para hacerlos realidad. Ahora ni me necesita, ni yo quiero necesitarla.

Esas ganas se murieron al dejar de correr para ayudarla, cuando ella no fue capaz de mover un dedo para ayudarme a mi… Cuando fue más importante ayudar a sus amigas y amigos, familiares y vecinas…que a mi.

Maté la preocupación de seguir pagando las cuentas cuándo salíamos, y me di cuenta que el fruto de su trabajo iba a parar a otras manos que las propias de ella; que disfrutaba pagar tonterías que no eran nuestras… simplemente cuando me doy cuenta que yo le daba lo mismo si estaba o no a su lado.

Lo admito… Maté al amor.
Pero, todo fue en defensa propia, pues los sentimientos, los besos, las miradas no dadas, los sueños, las caricias y los recuerdos, me matarían a mi, sin importarle nada a ella.

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