Los pensamientos estallan en torno a un viento iracundo anunciando la nueva estación.
Otoño otra vez, y yo, yo aquí, iniciando un nuevo día, dejando atrás máculas maduras, tratando de observar el paisaje dibujado con la benevolencia del creador.
Las nuevas formas de mi fe varían conforme transcurren las horas. Las bisagras de la incógnita se abren, después de haber sido lubricadas por los tiempos precisos del universo. Por días permanecí en silencio, olvidándome de todo, sumergido en una desolación que restringió mis posibilidades de ser yo mismo. Quizás un intruso se posó en mi ser dejando ataduras sin encontrar yo la manera de deshacer el nudo de mi pesadumbre.
Otoño otra vez y mi semblante cambia. Recuerdos de la infancia, cerrar mis ojos y percibir el olor a níspero, disfrutar del atole de masa calientito mientras escuchaba una historia de mi madre que a través de sus agujas confeccionaba una prenda a base de estambre.
Otoño una nota musical increíble
Cronos marca sus tiempos a través del segundero, el sonido del tic tac impone su supremacía creando hábitos inusuales y estrategias en mí, a sabiendas de que jamás le he de ganar, siempre saldrá triunfador. No se equivocó Vivaldi al poner al viento, al frío característico de esta época, en las notas musicales de su gran obra “otoño”
Hoy mi maleta la cargo de ilusiones al observar a una diminuta abeja posarse sobre un girasol, succionando la esencia, el néctar de lo inesperado. El líquido hemático que da vida a mi ser pernocta en mi órgano cardiaco, agradeciendo una vez más proseguir la ruta que he trazado.
Otoño otra vez, la oscuridad se desvanece conforme doy vuelta; es hora de pregonar la letanía a oraciones inconclusas del ayer, siendo hoy un día impredecible, simplemente inesperado, cargado de sorpresas.
¡otoño otra vez, y de nuevo puedo ver el sol!
Se los comparte su amigo de la eterna sonrisa
