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     El viaje. Después de la fuga mi mente no dejaba de pensar en lo sucedido, creía que, alejándome, el dolor y el sufrimiento se quedarían en aquel lugar, pero era evidente que me había equivocado.

     Una vez estando en la estación de autobuses recordé las veces que intenté hacerlo, las veces que traté de desaparecer simplemente sin dejar rastro… sin necesidad de sentir dolor o tristeza, ahora ésta se apoderaba de mi ser, pero no podía dejar que quebrara mi voluntad. Seguí caminando hacia la taquilla para comprar el boleto con dirección a Salamanca; ya que tengo familia en ese lugar y pensé que sería genial llegar de sorpresa y comenzar una nueva vida con algunas expectativas en mi mente para poder empezar a mejorar mi entorno. El boleto salió bastante caro sólo para un viaje que dura más de cinco horas.        

     Mientras esperaba a que el autobús estuviera listo, en el corredor, junto a las taquillas; se encontraban un par de libros de esos que nadie quiere, pero están a un buen precio para que se vendan rápido y dejen de ser un dolor como lo había sido mi esposa, que graciosa comparación… siempre fue como un libro cerrado; jamás dejaba leer lo que por dentro escondía. Así que tomé el primero que encontré atractivo para mí, la señorita de la caja era una mujer muy bella, sus manos estaban tan calientes como una taza de café a pesar de que era invierno.

  • ¿Hipermnesia?
  • Escuché decir con una linda voz a aquella mujer.
  • Es un libro viejo… y hace años que no se vende, dicen que lo escribió un hombre con el alma hecha pedazos…

     Tal parece que estaba molesta; ya que no dejaba de alardear de aquel libro, me arrepentí de haberlo comprado, así que lo guardé en mi mochila para leerlo mas tarde. Me senté a tomar un café y a ver a la gente caminar apresurados, preocupado me preguntaba: “¿Qué estará pensando mi esposa en estos momentos?”

     Poco tiempo después escuché en los altavoces ser anunciado mi viaje, así que cogí las maletas y me dirigí a la puerta indicada. Justo detrás de mí, estaba una chica de unos veintiocho años de edad, apenas unos cuantos más que los que yo tenía. Estaba fabulosa y triste al mismo tiempo; como una mañana soleada con vientos helados que congelan el alma en un suspiro, solamente eche un vistazo y tan pronto pude, regrese la mirada. Estaba fascinado con aquella mujer; mis pensamientos eran de locura porque en realidad soy una persona que le gusta divertirse y conocer todo lo que se pueda de esta vida… encontraba en ella una oportunidad para poder borrar mi pasado, aunque sea tan sólo un instante.

     Ya estando en el asiento asignado me puse los audífonos para poder desconectarme de la intensa carga negativa que sentía sobre mi cuerpo; relajé mis ojos y en un instante estaba siendo arrullado por las suaves ruedas de aquel autobús. Intenté dormir, pero aun contagiado por el susurro de la voz de mi mujer… ¡abrí los ojos! en el respaldo del asiento de enfrente había libros para poder entretenerse en el viaje, así que tomé uno al azar mientras me quitaba los auriculares y miraba a mi alrededor, elegí una página al azar para disfrazar el pequeño acontecimiento y comencé a leer…

“Carroll Owens, el afamado distribuidor de narcóticos, se sentía acorralado y desesperado huía hacia el horizonte esperando hallar el fin del mundo…ahí, justo donde se oculta el sol. Tras una mala racha de negocios irreversiblemente fallidos, dejó todo lo que amaba atrás para escuchar nuevamente la voz de sus dos hijos pequeños… y la dulce voz de su amada. No podía evitar el llorar mientras sus siluetas desaparecían entre polvo y lágrimas que nublaban su rostro. Se limpiaba los ojos mientras miraba al otro lado sabiendo que hubiese sido mejor marcharse sin dejar rastro…”

     La verdad era pésima la escritura y en un instante me aburrí además me recordaba mucho a mi historia, pero con una perspectiva distinta. Abrí las cortinas para poder apreciar el viaje, pero olvidaba que era demasiado tarde y la oscuridad cubría todo el valle, no me había percatado que ya estábamos lejos de la Ciudad de México. No sabía en qué más entretenerme y comencé a recordar; cuando enojados me salía de la casa en incontables veces y marchaba con tan sólo los pies, con rumbo a la estrella más lejana… era imposible y tras un par de horas caminando, regresaba en el trasporte público pues los pies pesaban del cansancio.

     Decidí buscar otra distracción… “¡la gente en el autobús!”, me dije y en realidad éramos muy pocos, quería burlarme de sus caras o como dormían o algo, no sé, lo que sea para distraerme, estaba tan impaciente que no sabía con certeza lo que quería, el autobús era para cuarenta pasajeros aproximadamente y restaban veintiséis para poder llenarlo. Seguí mirando a mi alrededor y noté a una señora con una pequeña entre sus brazos que en verdad solamente de verla me producía un enojo… no paraba de llorar y no era el único, un señor que estaba adelante con su hijo se paró para decirle algunas cosas y se hicieron de palabra.

     En un instante sentí una mirada… era la chica de la fila, me miraba como tratando de pedir disculpas y me sentí un poco incomodo; lo que tuvo como consecuencia acercarme a preguntar qué sucedía. Con la escusa de que era un viaje muy largo y los dos nos encontrábamos solos, le pedí que me dejara sentar con ella y accedió diciéndome su nombre;

  • Alice… mi nombre es Alice, y claro que puedes sentarte.

     Me sentía alagado por aquel gesto de generosidad o lo que sea que fuese, pero en cuanto me senté comenzamos a hablar de su viaje y el mío.

     Pasamos un rato más conversando mientras la madrugada comenzaba a arañar la noche, apenas a unas horas de la terminal de autobuses. La oscuridad convertía al autobús en una excitante isla en la cual solamente Alice y Yo nos encontrábamos bajo la luz de la luna que, con muy poca intensidad entraba por la ventana. Le comenté que por fin y después de tanto tiempo estando con mi pareja había tomado la iniciativa de marcharme y dejar las cosas en paz, tantas pelas, reclamos y discusiones, todo lo había dejado en aquella ciudad, incluso las ilusiones de mejorar. Se compadeció un poco de mi situación y me comentó que no estaba lejos de la suya, solamente que ella aún seguía con su pareja, y que de momento viajaba sola para poder tener un rato de inspiración emocional y me besó en los labios. Me tomó por sorpresa, en verdad no lo veía venir y tal parece que se tomaba muy en serio lo de su “inspiración emocional”. Estaba nervioso, pero después relajé mis músculos dejándome vivir el momento. Paramos aquel arrebato y le expliqué que esto era una locura, pero que en todo caso era bastante excitante y le sugerí que marcháramos a la parte trasera del autobús, antes me advirtió que sólo seria por una ocasión y jamás, volveríamos a vernos; acepté aquel trato y caminamos por el pasillo hacia la parte trasera con mucho cuidado para no despertar a los otros pasajeros.

     Dejamos que el tiempo corriera en el reloj para despistar un poco a los demás. De pronto… mis manos acariciaban su cuello, mientras Alice cerraba sus ojos echando la cabeza para atrás como si una extrema tranquilidad rodeara su ser, mantenía sus labios entre abiertos para poder suspirar por ratos, lo cual me excitaba enormemente. Poco a poco su mano entro por debajo de mi pantalón, erizando cada vello de mi piel mutilando mis temores y encaminándome a la gloria. El momento era placentero y emocionante, nada que se pueda describir. Mis labios bajaban por su fino cuello mientras desabotonaba con cautela su camisa, botón por botón; tocaba a las puertas del infierno esperando encontrar el paraíso en aquella dulce chica, con ojos como estrellas y un alma indomable. El frio se sentía en el ambiente, pero no importaba, nuestra piel generaba un calor único. En aquel momento Alice se encontraba sin camisa, sin brasier y con el pantalón abierto, debajo del mismo se encontraba la gloria vestida de blanco en un inigualable pedazo de seda. Mis manos temblaban al bajar lentamente sus bragas mientras mi boca saciaba la suya con besos efusivos, totalmente Alice se encontraba inspirada y comenzó a quitarme la ropa con una desesperación, ya no le importaba nada, solamente quería poder tener mi cuerpo en aquel momento…  y así sería. Alice se encontraba sentada en mis piernas y su espalda sudorosa se encontraba con mi pecho, su cabeza recargada en mi hombro como esperando algún secreto. El autobús se mecía al compás de nuestro ritmo mientras nuestros gemidos se desvanecían en el ruido del motor agitado por la velocidad constante.

     ¡Fe-no-me-nal! de inicio a fin, una y otra vez, una y otra vez… y otra vez hasta poder saciar el deseo carnal que es privado por las leyes divinas… Los corazones latían como la tierra lo hace destruyendo todo a su paso y en el momento de extrema excitación; los besos llovían por doquier mientras sus brazos apretaban mi cuello y se aferraba a mi cuerpo para finalmente parar con un suspiro de tranquilidad… Por unos instantes más, nos quedamos quietos esperando normalizar nuestro pulso.

     Después de eso comenzamos a vestirnos, pero un crujir en la parte de enfrente atrajo nuestra mirada, una luz tenue se colaba por el parabrisas, pero era muy tarde y la luz cada vez se acrecentaba. Repicando el claxon, el chofer no pudo hacer otra cosa que virar sin un rumbo fijo y tras algunas maniobras sobre el pavimento… volcamos a un barranco, Alice; con ojos de miedo me miraba y estiraba su mano para poder alcanzar la mía al momento que ella se alejaba, las cosas volaban por todo el autobús y en un instante… ¡Todo era oscuridad!

     Logré despertar con un gran zumbido en mi cabeza y mirando a mi alrededor… vi que todo era una mentira, sonaba en mis auriculares la música con el “playlist” que tenía asignado para hacer deporte y todo parecía normal, la chica, Alice, seguía sentada en su lugar; el mismo que vi que tomó cuando subimos al autobús al iniciar el viaje, la Madre y su hija que aún era consolada y la cara del señor que enojado platicaba con su hijo… al parecer todo había sido un sueño o algo extraño que jamás sucedió.

     Froté las manos sobre mi cara y corrí las cortinas para ver el paisaje, pero sentí la presencia de alguien; era Alice preguntándome cómo me sentía y que si ya lo había superado… Mil imágenes rodearon mis ojos y aun cerrándolos daban vueltas en mi cabeza, una transacción de fotogramas como una película se iluminaban frente a mí… era verdad… ¡habíamos muerto en ese viaje!… no lograba comprender la realidad de la muerte; mi mente se encontraba atrapada entre las dimensiones, entre la verdad y el mito, entre sus caricias y aquel aparatoso accidente, entre las ansias de probar emociones excitantes como la de aquel autobús.

     Aún trato de olvidar lo sucedido, trato de calmar mi pena y mi culpabilidad por haber tomado esa decisión aquel día, mientras escribo estas letras para recordarme a cada momento lo sucedido y dejándome respuestas en mis momentos de locura, saboreando el eterno viaje por la oscuridad en ruedas… una y otra vez… una y otra vez… Pensando qué habrá sido de ella.

Súbete las mangas de la camisa y ponte a trabajar
México y Escocia están más cerca de lo que creen

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