En un lugar remoto del universo, Sam era raptado por seres de otro planeta para ser conectado a una silla y pasar en la pantalla sus anhelos, miedos, sueños y metas. Todo para alimentar a los seres extraños que consumían sus cerebros. Lo más atemorizante es que pasaban los años y él seguía en esa silla. Le gustaba tanto que, no se resistía ante tal atrocidad. El contacto con seres humanos era nulo, todos aquellos estaban igualmente conectados, pero no lo sabían. Lentamente se disipaba en su mente; el amor, los sentimientos y las ganas de aprender. Cada día que pasaba, Sam y el resto se convertían en máquinas… incapaces de pensar por ellos mismos. A pesar de todo, Sam guardaba en su mente un sueño, algo tan especial que, lo motivaba en ocasiones a salir corriendo de esa silla.
Una noche gris y helada, mientras la lluvia caía por las ventanas de su cuarto, en el que siempre estuvo cautivo, tomó la decisión y se levantó… oír el canto de la lluvia era fascinante. Miró a su familia, todavía atada por la tecnología perversa de esos seres, se acercó y trató de levantar a su familia de ese mundo bidimensional, pero descargas eléctricas corrían por su cuerpo cada vez que lo intentaba.
Así, se dio cuenta de que lo tenían que hacer por voluntad propia.
Ahora, él se encuentra en su cuarto, junto a su familia aún presa de sus metas, sueños, anhelos y miedos. En ocasiones mirando por la ventana; escuchando el llanto de la lluvia que lo llama y que abraza a una población entera en la misma situación… esperando despertar a otros del sueño perfecto.