Tiene una panadería. Todos los días visita su negocio para evaluar el desempeño de sus trabajadores. Lo hace por ratos. Cuando no está ahí, se entretiene en las peleas de gallos. La semana pasada fui a visitarlo para recoger mis encargos habituales, pero mi pedido no estaba listo. El día anterior intenté contactar al encargado de la panadería, el señor Quina. Le decimos así porque solo tiene un ojo; el otro es de vidrio, o quizá usa una canica.
No llegó a su casa. Quedó malherido en una pelea, por su abuso de adrenalina y su excesivo gusto por las apuestas. Amenazado y amarrado de pies y manos, fue lo que nos contó su esposa. Quedó con una nueva deuda por esa otra pelea perdida. —No se le quita esa maña —fue lo que dijo la señora.
En los días que no hace presencia en su panadería, sale a caminar, a estirar las piernas, a mover los brazos, intentando hacer un poco de ejercicio para mantener el cuerpo firme. Puedes verlo en el parque del pueblo. Su vestimenta: una gorra verde, un pantalón caqui y una sudadera gris. Siempre camina nervioso, apresurado, aparentemente preocupado. Él es «el Quinca». Uno de sus mayores hábitos es gritarles a sus empleados. Siempre los corre; nadie es lo suficientemente bueno para trabajar con él.
Probablemente las personas que están ahí realmente son poco eficientes. Algunos están condenados a estar rodeados de gente aletargada y otros se han acostumbrado al trato imperfecto, sin decidir mejorar en sus prácticas. Están conformes con los malos gestos. El trabajo en la panadería nunca es fácil, es agotador. Algunos comienzan desde las 3:30 a. m. y terminan a las 7:00 a. m., el pan siempre tiene que estar listo. Los desvelos y las jornadas de madrugada fastidian a cualquiera.
—Echarle putazos. Es lo que me decía todos los días. Decidí dejar de visitarlo. Me genera conflicto mirar su ojo bueno; es más atractivo el ojo malo. ¿ Que sensación se genera en las personas que por desgracia tienen esta condición al ser mirados? Siempre me pegunto ¿a que cuenca debo de mirar? ¿Me esta mirando centrar mi mirada en el ojo apagado? En realidad esto me genera contrariedad. Si algo así te llega a ocurrir, te recomiendo ver sus cejas, si es que tiene la dos y en caso contrario, busca tu propia técnica.
Mi teoría es que un gallo se lo picó. ¡Pelea gallos y te picarán el ojo! Eso es lo que cualquier anciano con experiencia podría decirnos. Yo digo, mirar un ojo apagado es sentir que uno de tus ojos se está muriendo.
Fragmento del libro Canbol Parson
Paternidad Literaria Guillermo Martínez Mercado
Saludos a el Quinca
Claro con gusto le hago llegar tus saludos… El día que lo encuentre claro.