La música se ha caracterizado por ser un mediador del ser humano a través del tiempo, con ella, este toca las fibras de su alma, puede mostrar y expresar un torrente de emociones, canaliza todo un cúmulo de sentimientos que le permiten hacer catarsis, conocerse un poco más, enfrentarse a sí mismo, intentando vivir a plenitud cada etapa del ciclo vital, manifestando en la creación, ejecución y audición de una o varias piezas musicales que lo identifiquen haciendo parte de la banda sonora de momentos muy significativos.
Además, la música es una musa que invita a tocarla suavecita como dice la canción alusiva a esta, titulada “Vivo por ella” que es un clásico del reconocido, muy talentoso tenor italiano Andrea Bocelli, pero que depende de los matices y el compás de la existencia para ser tocada con mayor o menor intensidad con distintas tonalidades.
Por otra parte, me atrevo a decir que la música con ritmo acelerado, estresante que hace parte del presente debería hacer parte ya de un pasado, inmersos estamos en una melodía que nos aleja de la magia musical cuando se está entonando un calderón para llegar al clímax, un período de pulimiento que con turbulencia en cámara lenta nos hace tomar un aire renovador que fortalece ocasionando con decoro la responsabilidad más íntima, la toma de la batuta para dirigir la obra maestra más maravillosa del mundo, nuestro existir.
Por lo tanto, se hace necesario profundizar más a menudo, pedirle dirección al Padre Celestial con fe ardiente, con el fin de lograr gradualmente la autosuficiencia generando, reestructurando y replanteando el proyecto de vida más satisfactorio, resolviendo lo espiritual, lo temporal, dando pasos para alcanzar la integralidad del ser por medio de la adquisición de valores, leyes y principios enmarcados en la gama de conocimientos, experiencias, apreciación de la naturaleza, agradeciendo por los amaneceres, atardeceres, los sonidos de distintos decibeles que estos ofrecen incluidos sus silencios, incluso, lo ensordecedor de estos, que si los escuchamos atentamente nos brindan equilibrio, acompañamiento con su armonía y ritmo.
La exploración en la lectura de diversos tópicos de la literatura universal también es fundamental. Participamos en la creación de nuevos mundos, utilizando como herramienta principal nuestra imaginación.
Además, nuestras vivencias se entrelazan con la audición de música, desde la ligera hasta la pesada, según nuestro estado de ánimo y la compañía con la que contemos.
La música es el vaivén entre el placer y la sensualidad
Es crucial tener en cuenta que las personas que nos rodean desempeñan un papel valioso. Ellas pueden edificar como rascacielos con bases sólidas, perdurando en el tiempo, o arrojarnos al abismo sucio, frío y oscuro de la perdición. Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado al compartir nuestros proyectos. Hacerlo es poner en bandeja de plata nuestras intimidades y humanidad, ya que, como dice un refrán: “Caras vemos, almas y corazones no conocemos”.
Los individuos que nos acompañan en esta travesía se convierten en una línea melódica que influye en nuestra evolución. A veces, sus alteraciones pueden provocar que nuestra composición musical desafine, pero también pueden elevarla a una obra cada vez más sublime y excelsa.
En consecuencia, debemos buscar claridad y solicitar al Todopoderoso que nos cubra con su luz de sabiduría, al igual que hizo con el Rey Salomón.
En efecto, la música tiene el poder de unirnos y trascender las barreras individuales. Como menciono: “Uno es invisible y juntos somos invencibles”.
En la búsqueda de la autosuficiencia y la construcción de una gran familia de corazón, la música se convierte en un hilo conductor que nos conecta.
Cada nota, cada acorde, es como un ladrillo en la edificación de nuestra existencia. La melodía adecuada nos estimula, nos inspira a tomar acciones concretas para mantener y mejorar nuestro mundo. Es como si la música nos susurrara al oído: “Sigue adelante, sigue creando, sigue siendo parte de esta sinfonía de vida”.
Así, con el máximo poder de la música, encontramos plenitud y disfrute. Nos sumergimos en sus armonías, dejamos que los sonidos nos envuelvan y nos impulsen a ser mejores. Y en ese proceso, nos convertimos en instrumentos, tocando nuestras propias notas en la partitura universal.
Charly, que texto más edificante para los antecedentes de la música.
Muchas gracias amiguita. Te mando bendiciones.
Super interesante y completamente de acuerdo con lo expresado.
Juntos somos invencibles bajo el encanto de la música.
Muy hermoso artículo sigue así amigo mío.
[…] comencé a levitar, ellas me sostenían. De repente me soltaron, caí al piso temblando, miré al cielo y […]
Compañera estoica, cada uno de nosotros tiene su «soundtrack» personal. 😎 Saludos desde Mérida.