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Quiero que Dios me ayude, que Dios me escuche, yo voy a estar en amistad sincera con Dios todos los días.


Dios me regala 24 horas al día, de esas 24 horas, cuantas horas le voy a dedicar a Dios. Planificar las horas en que deberé de orar. Hay que ponernos un horario para orar, porque si no lo hacemos, habrá cosas más importantes que la oración. Mínimo una hora. Error fatal para no perseverar en la oración: es hacerlo cuando me nazca.


La FE sincera es decir, creo en Dios sí, necesito de él sí, él me manda a orar sí. Porque yo tengo FE en él, no una FE fingida, yo tengo una FE sincera.

Entonces yo voy a orar, názcame o no me nazca, gústeme o no me guste, porque debo de cumplir el mandato de Dios, él en mi vida en primer lugar, punto he dicho caso cerrado. Porque esta es la expresión más grande de mi amor hacia ti, quisiera irme a dormir, quisiera irme a jugar, quisiera irme a hacer otra cosa, pero voy a estar contigo una hora en oración porque te amo, y mi amor es un amor sincero, no un amor fingido.


Un amor fingido es decirle a Dios yo te amo, pero no tengo tiempo para orar, porque no me nace, porque le dedico esa hora de oración a una persona más importante que tú, y ese es un amor fingido.
Mientras más me cueste hacer oración, más valiosa será esa oración, un premio más grande te dará Dios, mientras menos me cueste orar, menos valiosa será esa oración, Y el premio será más pequeño.


La biblia nos presenta varios momentos de oración. En Exodo capítulo 17 versículo 8 nos dice que hay una batalla, y en el versículo 11 dice cómo era que oraba Moisés. Moisés se fue a pelear a la guerra, y se dio cuenta que contra quien iba a pelear tenía un ejército más grande, más fuerte y ¿Cómo lo iban a vencer? Y dijo ya se: voy a orar. Y le dijo a Josué usted va a pelear y yo voy a orar.

Dice la biblia que mientras Moisés tenía las manos levantadas, Josué y su ejército ganaban. Cuando Moisés se dejaba llevar por el desaliento, por el desánimo, y bajaba las manos, símbolo de la pereza espiritual, que nos llega cuando estamos orando, el pueblo junto con Josué era derrotado.

Cuando se dieron cuenta que al bajar las manos perdían, su pueblo lo sentó en una piedra a Moisés, y se las tuvieron levantadas hasta que vencieron. Aquí podemos ver el sacrificio de Moisés ayudado por su pueblo, porque Moisés se cansaba de tener las manos levantadas, pero su pueblo se decidió a ayudarlo para vencer al enemigo, con las manos levantadas.


En el antiguo testamento en Exodo, capítulo 17 versículo 8 DICE que cuando nos sentimos perdidos y queremos ganar, debemos de pelear contra el diablo. El diablo nos ha declarado la guerra, vamos a una pelea contra satanás, contra las tinieblas en el mundo, contra el mundo sin Dios, contra las tentaciones, contra las pruebas. Vamos a una pelea.

La pregunta es ¿Vamos con nuestra propia fuerza? O vamos con la ayuda de Dios. Si vamos con nuestra propia fuerza, ya estamos vencidos, derrotados, no podemos hacer nada. Jesús dijo sin mí nada podeís hacer. Pero si vamos como David contra Goliat, somos pequeños no tenemos fuerza somos derrotados, pero si vamos en nombre del señor, somos más que victoriosos.

Exodo capítulo 17 versículo 11: vamos a la pelea. Cuando Moisés elevaba sus manos al cielo: oraba. Israel ganaba, prevalecía, era superior a sus enemigos, vencía a sus enemigos. Más cuando él bajaba sus manos, el diablo vencía.


Una pregunta que debemos de hacernos, en la lucha que tenemos contra el diablo, contra el mundo ¿Quién va ganando? Depende de que queramos ganar, y eso solo se logra cuando me pongo en oración. Y gana el diablo cuando me alejo de la oración. Ahora comprendo porque me da pereza orar, porque el diablo nos pasa la cola por la frente y por la cabeza, y entonces nos desalienta y nos aleja de la oración.


Mientras mantengamos el corazón elevado a Dios en oración, el diablo y su ejército pierden. Pero cuando bajamos las manos, y nos dejamos llevar por la pereza, por las cosas que tenemos que hacer, el diablo gana. Por eso Jesús quería enseñarnos a orar constantemente. ¿Cuándo lo vamos aprender? Necesitamos siempre hacernos esa pregunta. Repasemos lo que Dios dijo: sin mí nada podeís hacer. ¿Cuándo lo vamos aprender? Cuando muramos.


PARTE 1, ESTA REFLEXIÓN CONTINUARÁ

Mayo y sus sorpresas
16 balazos y solo uno de muerte

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