Este artículo se constituye como el primero de una serie de trabajos que presentan información y análisis respecto a la tecnología móvil en sus distintos ámbitos y repercusiones desde una perspectiva meramente informativa, proporcionando una explicación lo más sencilla, detallada y objetiva posible de la situación técnica actual, hasta diversos análisis cualitativos sobre el impacto social y económico que ésta tiene, con la intención de que el lector posea toda la información necesaria para que la tecnología móvil sea un instrumento en beneficio de su desempeño social cotidiano, potencializando sus capacidades humanas y logrando una mejora considerable en su situación laboral y social. La principal intención de estas publicaciones es poner al alcance del público en general los datos y situaciones actuales respecto al mundo de la información y que, quienes lean estos artículos puedan emitir su propia opinión respecto a la situación, a partir de datos objetivos y a través de la mayor imparcialidad posible con que se realiza este trabajo.
Como punto de partida en esta serie de reflexiones, vamos a comenzar a analizar una situación totalmente actual: el conflicto entre los Estados Unidos y China por el mercado de las telecomunicaciones y el acceso y control de la información.
Semanas atrás, entre las noticias cotidianas, los usuarios y amantes de la tecnología celular encontramos una nota que llamó poderosamente nuestra atención (y en general la de todo el mundo): Google, el gigante norteamericano de la información, daba por terminada su relación técnica y comercial con la creciente compañía de origen chino Huawei, por razones que, hasta ese momento, no eran del todo claras, dejando a una gran cantidad de usuarios de esta marca en total incertidumbre acerca de lo que ocurriría en el futuro con sus equipos, en los cuales se había realizado una considerable inversión personal (estas repercusiones se analizarán posteriormente en otro artículo).
Como antecedente se proporciona el siguiente dato estadístico: el mercado mexicano ha ido recibiendo gradualmente el ingreso de los productos de telefonía celular originarios del país asiático gracias a sus, relativamente, bajos costos y a la eficiencia en cuanto a funcionamiento que han demostrado estos aparatos. De acuerdo con los datos del portal StatCounter, la marca Huawei compite directamente con Xiaomi, otra marca china, por ocupar el tercer lugar en las preferencias del mercado mundial, superando con amplio margen a los tradicionales LG y Motorola, tecnologías desarrolladas por economías occidentales. Respecto a México, el mismo portal nos indica que Huawei es el cuarto lugar en ventas con el 11.43% del mercado justo detrás de Apple, que tiene el 17.3% de usuarios.
Es evidente que el posicionamiento de esta compañía a nivel nacional y mundial ha hecho que los grandes corporativos dedicados al ramo volteen a ver el crecimiento de dicha empresa dado que no solamente está creando los dispositivos tecnológicos para el uso de la red de telecomunicaciones, sino que es clara la intención de Huawei en revolucionar este mercado creando nuevos medios y mejorando lo ya existente.
Hasta hace unas semanas, los principales medios de almacenamiento, búsqueda y movimiento de la información estaban totalmente controlados y manejados por compañías norteamericanas o, al menos, mayoritariamente controladas por capitales occidentales y con distintas compañías haciendo uso de la misma tecnología en una competencia relativamente “sana”.
Si esta competencia era estable y regulada bajo principios justos, ¿Qué fue lo que hizo Huawei para ser casi expulsado de esa comunidad comercial? Imaginemos un mundo en el que el principal insumo son los pasteles. En este mundo hipotético, existen varias pastelerías entre las cuales nosotros tenemos la libertad de elegir aquella cuyos pasteles cubran mejor nuestras necesidades personales, ya sea que el decorado del pastel nos gusta más, que el pastel es más grande o más pequeño, que tiene más o menos cantidad de azúcar y así sucesivamente, podemos elegir entre cientos de pasteles diferentes entre sí pero que todos tienen un factor común: todos están fabricados y orientados hacia el uso del mismo tipo de harina. Entonces, un buen día llega una pastelería china a querer participar de este mercado mundial cuyo producto a llegado a convertirse en un artículo de primera necesidad para la sociedad global. Esta compañía comienza a hacer uso de la harina oficial para la fabricación de sus pasteles, los cuales comienzan a ganar mercado frente a los ya tradicionales. Hasta aquí todo marcha bien, sin embargo, la pastelería china se da cuenta de que tiene la capacidad necesaria para comenzar a fabricar su propia harina con características que mejoran la ya existente y que además puede crear nuevos ingredientes que mejorarán notablemente la calidad de sus pasteles. Evidentemente esto representa una amenaza a la economía del principal (y único) fabricante de harina, el cual fundamenta su estabilidad total en este elemento. Ahora, si en vez de harina hablamos de la tecnología y los medios que dan vida a las telecomunicaciones tal como las conocemos al día de hoy y, además, del control del movimiento de la información alrededor del planeta, podemos darnos cuenta del por qué la empresa norteamericana Google, impulsada por el gobierno de ese país, rompió toda relación con aquellos que pretendieron meter la mano en un campo que solo ellos tienen autorizado manejar: la información y su flujo mundial.
En la próxima entrega escribiré acerca de cómo es que la información se ha vuelto un elemento que genera conflictos internacionales de tan elevado nivel y de qué forma nos impacta a nosotros como usuarios finales.