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Está claro, octubre y noviembre han pasado ya y con ello pareciera que la época donde el género de horror se vende como pan caliente se ha esfumado hasta la próxima vuelta al sol.

Lo cierto es que la temporada decembrina también guarda sus propios esqueletos en el armario; no es secreto para nadie que es en estas fechas se producen las bajas emocionales más severas asociadas a la nostalgia, o al sentimiento de impotencia existencial que nos hace ver a un año más que se va y nosotros “seguimos igual”.

Y si a eso le aderezamos el equinoccio de invierno que trae consigo la “noche más larga del año”, tiene como resultado un cúmulo de situaciones que han hecho soñar a los artistas con su mórbida imaginación; pero ese es tema para otro escrito.

Lo que nos cita esta ocasión al borde del deceso de año, es el análisis del ocaso a un género que -paradójicamente- cada vez abunda más, pero a la vez va muriendo lentamente: el terror dentro del cine.

Antecedentes: ¿Por qué nos agrada tanto el cine de terror?

Para poder comprender la situación actual en la que corra el cine de género, es necesario remontarnos al aspecto psicológico del mismo: ¿Por qué nos gusta asustarnos?

Existen dos razones para responder a esta cuestión:

Primero, al ser humano siempre le ha fascinado aquello que no puede entender o explicar, a pesar de que eso mismo le provoque aversión. Desde el inicio de los tiempos el hombre le ha temido a la oscuridad y a todo lo que se pueda esconder ahí, la simple idea de no poder tener el control -aunque sea visual- de lo que nos rodea nos parece simplemente insoportable.

Este miedo ha evolucionado con los años y pasa a convertirse de un miedo externo a uno interno, después de todo, ¿Qué da más miedo que nuestra propia y real naturaleza maligna, ese lado “oscuro” que solo guardamos para nosotros y no confiaríamos en mostrar a nadie más?

Con esta premisa parte el terror psicológico, subgénero que se ha ganado su lugar como una representación de lo demonios internos y colectivos que aquejan a la sociedad.

Y en segundo lugar, al ser humano le gusta mirar la desgracia ajena: el hecho de estar sentados plácidamente en las butacas de una sala de cine mientras vemos como un grupo de desafortunados jóvenes se juegan la vida contra un loco y su motosierra, nos hace pensar en lo afortunado que somos, y si la película en cuestión conecta con nosotros, el efecto es todavía es mayor.

Todo es cuestión de contenido

Retomando la pregunta, si el género es tan popular, ¿por qué ha tenido una caída considerable el terror que se produce en la actualidad?

Hace ya tiempo presencié los avances de varias películas de terror en un cine, y lo único que asustó de los mismos fue el notar lo pobres y similares que estas se veían.

Existen varios elementos, tanto dentro como fuera de la pantalla, que podemos comenzar a enumerar para comprender el fenómeno.

En primera, está claro que los miedos evolucionan, los espectadores actuales -al menos la mayoría- no se espantan con los hits de horror de la época dorada de Universal, solo por citar un ejemplo. Además de los tiempos en que vivimos donde pareciera que la realidad misma puede asustar más que cualquier joya del cine.

En segundo, está la experiencia, después de décadas de mostrar horrores en celuloide, es claro que varios elementos han caído en desgaste y parecen no ser suficientes para satisfacer a una audiencia que cada vez se ha vuelto más crítica y demandante, con expectativas más altas y cada vez menos tolerancia.

La pantalla chica; oasis de un género moribundo

Resulta curioso como el que antaño se perfilara como el enemigo del cine terminara por convertirse en la salvación del mismo, al menos en este tema.

Caso contrario a las carteleras, la oferta de horror que presenta la televisión, traducida en seriales, demuestra ser más atractiva para el público actual, destacando en calidad y apostando por un formato que les permite la exploración más profunda de la historia.

Es así que series como American Horror Story, Hemlock Grove, Penny Dreadful, Haunting of Hill House, entre otras se levantan como estandarte de las maravillas que se pueden lograr en el medio.

El éxito de las mismas se puede traducir desde el hecho que las televisoras se muestran -además de confortables y cómodas en accesibilidad- con mayor libertad de contenido, escenas y temáticas; aspectos en los que el cine se ha visto tardío y aun así, suelen mostrar con cierto recelo.

En resumen

El panorama que se vislumbra es incierto, entre la proliferación de los contenidos de streaming y las nuevas producciones cinematográficas a cargo de una nueva generación de directores con ideas frescas, pareciera que los años dorados se postulan para volver.

Pero a la vez, la creación de contenido serial y la industria de los videojuegos -quienes apuestan por el terror de forma inmersiva, basta con ver los proyectos como Outlast o el cancelado Silent Hill donde contribuiría Guillermo del Toro solo por poner un par de ejemplos- dejan en claro que la jugada no está escrita y el tira y afloja por la atención del público es cada vez más volátil.

Pero no todo está perdido, siempre existirá el consuelo de ver los clásicos y sentir, al menos por un momento entre la nostalgia y el miedo genuino, como la piel se eriza al cubrir nuestra mente con horrores.

Seguir tus sueños
Huevos Motuleños

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