Es de todos conocido que grandes personajes de la historia y de las artes han cometido suicidio. En relación con ellos, poco se puede comentar sobre las razones que les llevaron a esa decisión. La información es fácil de encontrar en la literatura escrita o en Internet: Sócrates, Seneca, Cleopatra, Neron, Ernest Hemingway, Sylvia Plath, Virgina Woolf, Alfonsina Storni, Antonieta Rivas Mercado, Kurt Cobain, Robin Williams y un largo etcétera que han impactado a las sociedades de su tiempo.
Poco ponemos atencion al suicida que no tiene un reconocimiento público por tratarse de una persona común y corriente, sin impacto masivo, de la que no tenemos conocimiento y que sin embargo forma parte de una estadística enorme en el mundo actual.
De acuerdo con la OMS (Organizacion Mundial de la Salud) mas de 800,000 personas se suicidan cada año, considerándose como la segunda causa de defunciones en un grupo entre 15 y 29 años de edad en la actualidad. Sin embargo, este escrito deja a un lado las causas y formas de prevención del suicidio ya que estas corresponden a los especialistas en Psicologia, Psiquiatria y Conducta Humana. Nos abocamos a considerar los efectos que causa este fenómeno en las personas que rodean al suicida, en sus amistades, en sus familiares, sin pretender emitir juicios hacia la persona que decidió quitarse la vida con o sin tener conciencia plena del efecto que pudiese causar en quienes le sobreviven.
Si en el núcleo familiar la pérdida de un ser querido significa pasar por un largo proceso de duelo tratándose de una enfermedad o accidente, incluso hasta de un homicidio, ese proceso de duelo se intensifica cuando la muerte es causada por decisión propia del individuo.
El legado que el suicida deja en sus seres queridos es tormentoso, una vez enfrentado el impacto dramático de la realidad en la que se ven envueltos, habrán de pasar por una serie de estudios y trámites legales que son inevitables. Serán cuestionados por autoridades y por medicos legistas para quedar libres de responsabilidad de la muerte del suicida, y deberán esperar resultados de autopsia antes de efectuar los movimientos y tratos con casas funerarias y determinar si la persona fallecida será incinerada o enterrada. Pasarán a la etapa del velorio y de la interminable fila de personas que les visitarán para presentar sus condolencias sabiendo los dolientes que esos mismos acompañantes estarán llenos de dudas ante la tragedia.
Una vez pasada esta primera fase de hechos que se tienen que confrontar de manera inesperada, llegará el momento en que la familia comenzará a cuestionarse las razones por las que quien tanto quisieron decidió quitarse la vida. Entonces entrarán a una etapa muy dificil de superar. Aparece después del dolor de la pérdida, el enojo, las dudas, las preguntas sin respuesta, los sentimientos de culpa , la sensación de abandono y de traición, y finalmente, el temor de que alguien más dentro de ese mismo núcleo familiar pueda repetir ese patrón, situación que no es anormal de acuerdo conlos especialistas.
Simplemente el legado del suicida es el dolor, un profundo dolor en el que deja hundidos a sus familiares y amigos más cercanos, motivo por el cual es recomendable acercarse a un terapeuta familiar que les ayude a superar cada paso del proceso hacia la aceptación y el retorno a la vida normal sin que la ausencia inexplicable del ser amado rompa con la estructura y unión de quienes le sobreviven.
En platica con la Dra. Diana Leguizamon de Castellanos, Psicoterapeuta, destaca la importancia que significa para los deudos lograr el perdón hacia si mismos y hacia el suicida. Ella afirma que de toda circunstancia, aún de las que causan un inmenso dolor, se puede obtener un gran aprendizaje. Concluye así que, el darle un sentido a la tragedia, podrá servir para añadir valor a la propia experiencia de vida.