Hace meses compré unos boletos para ir a Colombia, tenía marcado un itinerario completo de qué hacer, a dónde ir, a quién visitar y qué degustar; pero por más que quiera seguir mi vida de manera lineal, todos estos planes se han venido abajo.
Todo esto me hace recordar las dulces palabras de mi madre “El hombre propone, Dios dispone”, y si, cada uno de nosotros nos hemos planteado metas o proyectos a futuro, y en la mayoría de ellos especificamos el tiempo en que lo queremos lograr, por mucho empeño o tiempo que pongamos en ello, siempre estará latente alguna eventualidad que cambie nuestros planes, o en el mejor de los casos, que solo lo desvié ligera o temporalmente.
Estos cambios nos hacen poner los pies sobre la tierra, nos hacen ser humildes y nos enseñan a adaptarnos a las vicisitudes que nos plantea la vida misma.
Cuando tiendes a aferrarte a aquello que no está dentro de tus posibilidades (en ese momento), vienen situaciones que te provocan angustia, aflicción, desesperación o irritabilidad.
¿Qué hacer en estos casos?
Lo primero que debes hacer es ACEPTAR.
Aceptar que hay cosas que escapan de tu control, aceptar que hay cambios en la vida, aceptar el libre albedrío de las personas con quienes se tenía determinado proyecto, o quienes eran parte en ello y su situación ha cambiado.
Lo segundo es ADAPTARSE.
No puedes dejar botado un proyecto solo porque las circunstancias han cambiado, puedes dejarlo en pausa, cambiar el método, trabajar en él un poco mas de tiempo de lo que tenías previsto y no detenerte, o probablemente adaptarte a lo que ahora el proyecto requiera de ti.
La meta aquí es seguir adelante que la vida es una enorme avenida, está hecha para ser transitada, así que no pongas excusas y ponte tus tenis todo terreno, ya que habrá subidas y bajadas, caerás en unas cuantas ocasiones, aun así tendrás la fuerza para levantarte y seguir tu camino.
Suerte en ello.
