Un gato llamado Nacho enfrentó al intruso que durante las noches intentaba llevarse al bebe, luchó contra él y lo corrió de la casa, ésta increíble historia llegó de manera anónima a nuestro grupo de Mitos y Leyendas de Monterrey y del Mundo y en ella nos cuentan:
“Tenía tres años de matrimonio y un bebé en el año 1988. Durante aproximadamente dos semanas, mi bebé se despertaba llorando a las 2 a.m.
Siempre revisaba su cuna, sus cobijas y su ropa, pero no encontraba nada que lo molestara. Lo arrullaba y lo llevaba a nuestra cama”. A partir de ese momento decidieron empezar a dormir con su bebé.
Una noche, la madre del bebé y su esposo se encontraban acostados boca arriba, mirando hacia el techo y el bebé dormía plácidamente en medio de ambos, una luz tenue de una lámpara de un altar que tenían cerca los alumbraba cuando: “de repente, una figura pequeña se asomó sobre las cobijas, y ambos volteamos a mirarla al mismo tiempo. Cuando la figura se dio cuenta de que estábamos despiertos, salió corriendo y pudimos sentir sus pasos sobre las cobijas. Ambos creímos ver a lo que parecía ser un duende y, al mismo tiempo, exclamamos: «¡¿Viste?!».
“A partir de ese momento, decidimos no dejar al bebé solo en la cuna. Teníamos un gato llamado «Nacho», y sabíamos que era un excelente cazador, así que le habíamos adaptado una entrada por la ventana. Por lo tanto, durante las noches, dormíamos los cuatro en la cama: mi esposo, el bebé, Nacho y yo”.
Vimos cómo el duende salió brincando por la ventana
No pasó mucho tiempo cunado en una oscura noche a la misma hora, las 2 de la mañana ambos despertaron por los gruñidos de su gato Nacho… “lo vimos revolcándose en la cama junto a la pequeña figura del duende, y de repente, ambos cayeron de la cama. Vimos cómo el duende salió brincando por la ventana adaptada para el gato, con Nacho persiguiéndolo furiosamente. Se escucharon ruidos afuera, y luego todo quedó en silencio”.
“Decidimos dejar que Nacho se encargara del asunto y no hicimos nada al respecto. Antes de quedarme dormida, sentí que mi gato regresaba y se acurrucaba en mis pies, como lo hacía cada noche”.
Después de unos días, la pareja de esposos recuperó la confianza suficiente para volver a dejar al bebé en su cuna: “y desde esa noche, el lugar preferido de Nacho para dormir fue a los pies de mi bebé. Hasta el día de hoy, nuestro inseparable compañero es un gato, un protector y un ser hermoso que forma parte de nuestra familia”.
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