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Mi México es grande en riquezas naturales, en cultura, en tradiciones, en su gente, en su fuerza y resistencia, en su historia, en su dolor y su buen sentido del humor.  ¡Mi país es un país maravilloso! Sus colores, sus sonidos, sus sabores, sus destinos.

Hay momentos en que las circunstancias pueden causarme incertidumbre, inquietud, incluso enojo.  Sin embargo, tengo la herencia genética de un pueblo que resiste y se sobrepone a cualquier situación.  Con la capacidad de frenar lo que ya no quiero y provocar que suceda lo que deseo que sea.

Puedo ver las noticias y sentir un gran y auténtico dolor por lo que viven algunas personas en el mundo, especialmente en mi país.  También puedo ver una serie de TV con mi familia y sentir la alegría del momento y disfrutar el programa.  Lo que elija ver es mi decisión.

México, te siento en el corazón.

Justo ayer, mientras veía el final de la tercera temporada de una serie, al lado de mis hijos, sentí lo que llamo «llevar el folklore en la sangre». Al escuchar las primeras notas de la música del mariachi, me brincó de alegría el corazón.

En los primeros compases de la melodía, ya puedo sentir mis pies moverse al ritmo del son. Incluso mi fisonomía cambia. Me siento más erguida, levanto la barbilla, sonrío. Hasta puedo sentir correr la sangre caliente en mi interior.

También hay otras situaciones que me hacen saber que tengo a mi país en la sangre. Como cuando recuerdo el miedo y el dolor en los rostros de mi gente a causa del terremoto de 1985.

O cuando veo o leo las injusticias, los engaños y las espectativas perdidas… Y entonces pienso, siento y digo que me duele México.

La elección de la reacción me pertenece.

Me duele mi país cuando veo el dolor de su gente. De verdad que duele el corazón. Me duele mi país cuando veo que retrocede. Me duele mi país cuando veo apatía o maldad en su gente.

Y entonces, sé que tengo dos opciones. Sentarme con la mirada clavada en el piso y ver correr la sangre por los suelos y esperar a que quizá algún día la situación mejore, con la esperanza de que el gobierno actúe o el pueblo reaccione o…

Sentir el folklore en la sangre y hacer que comience el baile. Contagiar con mi actitud al que esté mirando, ofrecerle una mano al que se sienta derrotado, dale una palmada de ánimo al que esté triunfando.

Y entonces decido no rendirme, porque resuena en mi interior que a mi México lindo y querido, el cielito lindo, un soldado en cada hijo le dio.

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Cartas a Romeo

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