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El hábito diario del sector ciudadano es la violencia como argumento, el encono y el mutuo señalamiento del otro como responsable de la situación propia, lo cual parece resultar cómodo e inteligente, cuando es todo lo contrario. Me refiero a un tema puntual y esencial, urgente si deseamos que la vida cambie, porque podamos o no reconocerlo, somos parte de la realidad que vivimos, somos los hacedores y promotores de ésta.
Hoy día tendemos a entender al mundo desde una óptica equivocada y que pretende esquivar la responsabilidad individual, el valor positivo o negativo de lo que hacemos; se acabaron el liderazgo empático, la solidaridad y el respeto a la diversidad de las ideas, los trocamos cómodamente por la ambigüedad de la idea conformista de “Yo permanezco en una situación desafortunada gracias al otro, y el otro siempre es el que gobierna, y quien no esté de acuerdo es mi enemigo”; con el argumento simplista que lleva como premisa que somos víctimas todo el tiempo, señalamos al culpable y entonces nosotros somos “ejemplares” ciudadanos que lo merecemos todo, aunque seamos parte esencial del problema.

Imagen: La Silla Rota

Lo que acabo de escribir es por una razón clave en el proceso de todo país y nación, de todo gobierno y cambio de administración sexenio tras sexenio. En cualquier proceso democrático, y México no es la excepción, tras un proceso de campañas electorales, se llega a la fecha de votaciones y los ciudadanos elegimos a quien nos representará en el sector público y en cada uno de los poderes, y desde ahí comienza nuestra responsabilidad, misma que no debemos esquivar, porque si lo hacemos negamos nuestra acción y nuestros derechos, así como la actividad que nos corresponde para sumar. El estado somos todos, y eso es sabido y es una ley que debe cumplir cada uno de los sectores que lo conformamos. Desgraciadamente parece que un alto porcentaje de mexicanos ha olvidado o prefiere ignorar esa premisa básica para el crecimiento positivo; somos uno solo, somos el estado, somos gobierno, y eso es ineludible.
El estado se compone de los sectores público, privado y social, y la agenda la ponemos todos independientemente del sector al que pertenecemos; al sector público (Poderes Legislativo, Judicial y Ejecutivo) le corresponde actuar a partir de una agenda ciudadana, y al mandato justo de esa, al sector privado le corresponde coadyuvar para hacer crecer la posibilidad de empoderamiento del sector social principalmente, y apegado a leyes que el sector público hará valer en concordancia con la agenda del sector que mueve al país, el social, y así ganamos todos.
¿Pero qué sucede en la realidad? Y no voy a hablar de los sectores público y privado, porque esa es fórmula muy usada y que no suma a un análisis simplista, egoísta y que pretende evadir la responsabilidad de todos nosotros, la mayoría. El sector social es experto en validar lo que critica y hiere al país, con su acción diaria; el hábito diario es sencillo; somos violencia, somos alegoría de la corrupción que criticamos y creamos también las bases para continuar sexenio tras sexenio exigiendo lo que no damos, nuestro grito y exigencia diarios son “Renuncia Presidente, trabajen diputados, ustedes son los culpables del incremento de la violencia; los empresarios abusan y nos explotan, son unos ladrones, y nosotros somos sus víctimas”.

Imagen: Milenio

Con todo respeto y claridad, hay que decirlo; aunque hay algo de cierto en esas aseveraciones, también es cierto y más grave, que mentimos; ni el presidente en turno sexenio tras sexenio, ni el empresariado son los culpables de lo que sucede en México, al menos no los únicos; no son el representante del poder ejecutivo, ni los dueños de las empresas quienes van a resolvernos el problema, si no, hasta que entendamos positivamente que como sector social somos estado y por tanto gobierno y acción; nosotros desde nuestro sector tenemos la obligación de empoderar a México y marcar agenda, y eso lo sabemos y lo decimos solo cuando conviene, pero como mero discurso hueco y que no llevamos a la práctica, porque si somos honestos debemos reconocer que hasta el día de hoy solamente hablamos, sentenciamos y ponemos en manos de los dos sectores a los que criticamos la obligación de agendar e imponer a partir de esa agenda lo que haremos, cómo funcionaremos y desde qué ángulo nos reconocemos o no, como estado y sector. Luego entonces, la violencia que criticamos, que nos alarma, la impunidad que señalamos y la falta de voluntad y de equidad para resolver que endilgamos a los sectores privado y público, es la misma que nosotros delegamos en ellos, y que además reproducimos como natural entre nosotros mismos, y ejemplos hay muchos y hacia allá voy.
Es evidente y alarmante para un servidor que agraciadamente no se forma en la fila del gran porcentaje de ciudadanía que ha optado históricamente por la victimización, porcentaje del que alguna vez formé parte por elección y apatía, que diariamente fomenta la violencia, ataca a quienes no coinciden con su postura y posee como argumento la denostación y la adjetivación, el insulto como argumentos. La violencia es el eje que hoy impera y sigue marcando agenda en hechos y discurso de los tres sectores que gobernamos; es más sencillo y cómodo aludir al otro para hablar de los “males” que aquejan al país y que lo tienen en el retraso y la situación actuales, y eso es el principio y la base que engendran la inacción, porque no es cierto que todo se traduce en la acción de un solo hombre; el Presidente de la República no decide cómo se legisla, ni cómo se acaba con violencia, inequidad, impunidad y corrupción; el representante del ejecutivo es solamente un servidor y le corresponde esa obligación, y para hacerla es preciso que los sectores privado y social sumemos y no restemos, y con todo pesar y si somos autocríticos, en el sector social (los ciudadanos) no hemos hecho ni hacemos bien la tarea que nos corresponde, y cuando algunos lo intentamos, la mayoría del sector, en reacción hilarante lo descalifica y lo vitupera; ejemplos hay infinidad y aquí daré algunos actuales; la reacción frente al #MeTooMéxico, fue de un rechazo absurdo que dejó ver claramente la falta de solidaridad, el odio habitual que casi nos caracteriza como norma, y la indolencia absoluta del desconocimiento del valor solidario; saltamos como jueces para desconocer la necesidad de mayor amor y respeto hacia las mujeres abusadas, le llamamos FEMINAZIS a mujeres que alzaron la voz frente a la nulidad del efecto y acción de justicia que impera en el aparato de seguridad de nuestro país, y a su vez un sector de mujeres (que no las precursoras de #MeToo, aclaro) -porque no todas son feministas o al menos no actúan como tales- señalaron a todos los hombres sin excepción como violadores o asesinos potenciales; el vituperio y la violencia como eje de acción, pues.

Imagen: La Silla Rota

Y eso no es todo; señalamos a los representantes de los diversos partidos y de los sectores público y privado, y afirmamos que mienten, que todos son iguales y que se están repartiendo al país, que se pelean e insultan entre sí y son la razón de la violencia, y estamos más enfocados y pendientes de sus acciones y sus dimes y diretes, más listos para fanáticamente aplaudir los aciertos del Presidente, si somos quienes votamos por él, y de insultar a quienes no concuerdan con nosotros, o bien, pendientes de los errores del mandatario, si no votamos por él, para celebrar como un triunfo cada error, porque llena nuestro ego, y podemos decirle a la horda de “tontos”, como llamamos a quienes si votaron por él “Te lo dijimos, chairo, mascotita”, y además esperando con avidez que quienes no consideramos de nuestro “sagrado bando”, salten, porque así podremos insultarles, vituperarles y decirles: “Ya ves, te gané”.
Lo que hacemos entonces no es sumar, no es aportar positivamente; el sector social es responsable de una violencia cada vez mayor, generador del incremento de esa y además reproductor de lo que dice criticar, y nos apetezca o no reconocerlo, somos la violencia misma, y así es poco probable que México sane, porque somos parte esencial de la enfermedad.
Lo que se impone es crear y generar una agenda distinta, dirigir y mandar con acciones el rumbo de nuestro país, y ese no es trabajo de seis años, si no materia diaria, tarea del sector ciudadano, que como parte del estado y del gobierno ha evadido su responsabilidad.
Yo les propongo que hablemos desde la identidad de lo solidario, desde el reconocimiento a la diversidad de las ideas, y desde el absoluto reconocimiento del valor de la opinión del otro; ignoro por quién votaste, no sé si coincides o no con el actual proyecto de nación, tampoco es mi intención imponer lo que pienso, pero estoy seguro que coincidimos en una sola cosa; requerimos ser solidarios y defender el derecho de los otros a su expresión genuina, señalar las virtudes de cada uno y sus ideas, y si usamos adjetivos, hacerlo en sentido positivo; la agenda la hacemos nosotros, porque el estado somos todos. Reformemos entonces las políticas y la ejecución de estás y empecemos por la casa nuestra; nos lo debemos y es obligación que debemos hacer hábito diario, porque nosotros, independientemente de nuestras filias o fobias partidistas, políticas o de cualquier tipo, somos el sector más numeroso y creativo.

Ante mi tumba
Utópica

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  1. Estoy de acuerdo, sobre todo viniendo de un autor como Emilio Pellicer, quien es un profundo conocedor de la realidad social en México.
    Hombre bueno en toda la extensión de la palabra, practicante y maestro de «La Exploración del Bien»; su trayectoria no solo es amplia a nivel periodístico, también a nivel humano.

    • Pues Carlos; no se si soy un gran explorador del bien; lo que si me consta, es que en la mirada del otro está nuestro espejo; se que requerimos voces que se atrevan a decir fuerte y claro, que la belleza no existe en la violencia. Te AMO hermano; gracias por tus conceptos.

  2. Es muy cierto lo que comentas el cambio debe provenir de cada uno, siendo cada día una mejor versión de nosotros mismos. Así elevamos nuestro nivel de conciencia y esto nos empuja a todos para arriba.