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La segunda y la tercera partes de Bajo la sombra de la historia… de Fernando del Paso las constituyen el origen y desarrollo del islam y el judaísmo, respectivamente, mientras que la cuarta parte el autor la dedica a la historia del Corán. La erudición de Del Paso en torno a estos temas es intensa, constante, y se agradece: no hay dato que aporte el autor que no esté sustentado por sus respectivas fuentes. De estas fuentes, las principales son, entre otras, Karen Armstrong, Edward Said, Washington Irving, Harold Bloom, Jean Delumeau, Ibn Ishaq, Hans Küng, Rashi, Gerschom Scholem, Juan Vernet, Samuel Huntington y, por supuesto, la Biblia (las versiones de Reina y Valera, Nácar y Colunga, y la de Jerusalén) y el Corán.

Sobre el nacimiento de Mahoma, Fernando del Paso desarrolla, con irónica conclusión, el motivo por el cual el nacimiento del padre de Mahoma, Abdalah, y, en consecuencia, el del Profeta, fue bien logrado. En el período preislámico, es decir, lleno de deidades, Abdul-Muttalib, el abuelo de Mahoma, halló en el célebre pozo de Zem-Zem (el que, se dice, dio de beber al agotado Ismael, hijo de Abraham y de Agar, en su peregrinar por el desierto) objetos de gran valor. Con entusiasmo, Abdul-Muttalib prometió a las deidades sacrificar a uno de sus diez hijos, el que el azar eligiera. El azar determinó que su hijo favorito, Abdalah, fuera el sacrificado. Antes de cometer la terrible acción, algunas personas persuadieron a Abdul-Muttalib de acudir con una hechicera, la cual le aconsejó que el azar determinara si debía sacrificar o no a su predilecto.

Mediante un acto con flechas, el azar hizo perder numerosas ocasiones a Abdul-Muttalib, quien lo volvió a intentar, hasta que, por fin, ganó y fue “descargado de su promesa”, de tal modo que Abdalah sobrevivió a la fatalidad. Sobre este hecho Del Paso concluye que “Mahoma, pues, le debió el haber nacido a una costumbre adivinatoria, la de las flechas, que después él mismo se encargó de proscribir”, y compara al sacrificio de Isaac, en la tradición judía, con el padre del Profeta: “Con una importante diferencia: en el caso de Isaac, fue la divinidad la que salvó su vida, y en el caso del padre de Mahoma, fue la intervención de una hechicera la que evitó el sacrificio”. Comentarios como éstos aderezan las páginas de Bajo la sombra de la historia… La fundación de una religión, como la de Mahoma u otra cualquiera, implica un renacimiento, un viraje en la cosmovisión de un pueblo, una nueva manera de ver el mundo, sean cuales fueren la circunstancias en que dicha tradición se funda, por más contradictorias que parezcan. Del Paso no reparó, en su comentario sobre el nacimiento de Mahoma, en que la fe admite las paradojas, y que en ellas están su enigma y su maravilla; atendió fijamente a la paradoja, en este y otros casos del libro, como elemento digno de objeción, y no como la esencialidad manifiesta de una tradición religiosa.

Otro de los comentarios del autor consistió en relacionar la revelación, fundamentalmente divina, con la conveniencia personal en Mahoma. Luego de desistir de entrar en La Meca, Mahoma advirtió que al año siguiente regresaría, triunfante. Ante el descontento de sus seguidores, el profeta tuvo una revelación (la azora XLVIII) que vaticinaba la victoria del Profeta para el siguiente año. Del Paso indica: “La azora de la victoria no fue la primera revelación conveniente a los intereses y las necesidades del Profeta, ni sería la última […] Es muy probable que estas revelaciones que tan oportunamente le cayeron del cielo al Profeta […] hayan colaborado a la fama de impostor que se ganó Mahoma en el mundo cristiano”. Sin hacer propiamente una apología del islam, pero sí de lo inexplicable que es la fe, es posible señalar que lo que los ojos de Del Paso vieron en la revelación de la victoria de Mahoma fue un acontecimiento religioso estrictamente histórico, demostrable, equívoco, falible, pues, y, por tanto, falaz, y no se aseguró de aceptar la posibilidad de una revelación divina capaz de ser insondable y felizmente misteriosa.

Imagen: Rompeviento TV
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Con el mismo escepticismo aplicado a Mahoma, el mismo de quien busca explicaciones lógicas y conclusiones, también lógicas, en acontecimientos religiosos, sustentadas en un humanismo de la suspicacia (innegable, el humanismo de Del Paso, como también su recelo ante lo indemostrable como tal); de quien considera que, entre más humano es un individuo (es decir, lleno de errores, defectos), más probable, es decir, más real, y menos ficticia es su historicidad, Fernando del Paso acude a la descripción del padre de las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islamismo), Abraham, y, luego de poner en duda su importancia como fundador en demérito de sus actos como persona, queda integrado en la historia de estas religiones, de acuerdo al autor, como históricamente más real. Abraham, durante su viaje a Egipto, le solicitó a su esposa Sarah hacerse pasar por su hermana, para que quien viera su belleza, no determinara matar al marido, así, a Abraham, para poseerla. Así lo hicieron y fueron descubiertos, aunque sin el temible final de Abraham. Esto Del Paso lo consideró una cobardía, añadida al hecho de que su esposa es también su media hermana; lo que lo lleva a señalar, nuevamente, con ironía:

Esta conducta deja mucho que desear sobre la dignidad del padre de la tres grandes religiones monoteístas del mundo, pero, paradójicamente, lo humaniza: su cobardía, su medio incesto y el haber aceptado esa especie de soborno o de indemnización por parte de Abimelek [rey de Guerar quien toma por mujer a Sarah, aunque después, enterado del engaño, la devuelve a su esposo]: todo esto, si bien disminuye la admiración y el respeto que se pueda sentir hacia el Patriarca, aumenta, en cambio, su humanidad. La hace más probable.

El escepticismo de Fernando del Paso es impensable para la fe. En la fe todo es posible, hasta lo inexplicable. Bajo la sombra de la historia… es lo opuesto al camino abierto por la fe: su fundamento es la explicación del fenómeno religioso como elemento histórico, así, por su desarrollo, avances, retrocesos, triunfos y contradicciones. La obra de Del Paso es una explicación sujeta a la duda entre lo probable y lo improbable (donde gana lo probable, y con ello, la ironía), no en materia de fe, sino en un sentido únicamente racional, que toma el hecho concreto (Abraham, el patriarca, por ejemplo) para problematizar sus fundamentos (¿Es digno Abraham de ser denominado el patriarca?).

El lector que acuda a Bajo la sombra de la historia… no hallará razones para cimentar o enriquecer una fe, sea cual sea ésta, sino que encontrará en el islam y el judaísmo, bajo la visión de Del Paso, la perspectiva sustentada en la autoridad (las numerosas fuentes consultadas) y el juicio escéptico, que convierte a la historia de una religión en un caso de interpretación que no arroja aún sus últimas conclusiones, su respuesta definitiva, acaso, su razón de ser: “¿en qué creen los que sí creen? Y sobre todo, ¿por qué?”, se pregunta Del Paso. En la perspectiva mencionada está, para el lector creyente como no creyente, el debate, un diálogo siempre necesario, acaso, usualmente postergado por irreconciliable, el eje en que convergen ambos lectores, la polémica: la verdad toda y siempre su búsqueda.

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