Prácticamente desde que regresó a México, después de hacer su doctorado en Investigación de Operaciones en la Universidad de Pittsburgh, mi compadre Hugo empezó a trabajar en PEPSICO, en la división de Bebidas.
PepsiCo incluye principalmente 4 divisiones: bebidas con marcas como Pepsi, Gatorade, Mirinda, 7UP; GAMESA, cuyo producto principal son galletas y Quaker; Frito-Lay, que son botanas, y sus productos principales son Sabritas, Mafer, Fritos, Doritos; y por último, Sonrics, con toda la variedad de dulces.
Un grupo muy fuerte y en constante actualización, siempre muy vigilado por las autoridades de salud de los países donde distribuyen sus productos por tratarse de alimentos.
Siempre estaba de viaje, trabajando principalmente en el área de logística y operaciones por los conocimientos adquiridos. Procurábamos reunirnos eventualmente en algún lugar, de común acuerdo, o en vacaciones con la familia, o en alguna de las ciudades donde estuviera trabajando, cuando era posible hacerlo.
En ese entonces, yo estaba trabajando en una de las concesionarias de Coca-Cola en México, en el Grupo BEPENSA, Ciudad de Mérida, Yucatán, de 1984 a 1988, como gerente de sistemas; tenía a mi cargo toda la parte de desarrollo del software administrativo.
Posteriormente, me independicé y puse mi propia empresa donde seguí dedicándome al desarrollo de software; tuve la fortuna de ser partícipe de varios cambios tecnológicos en la integración de sistemas administrativos que poco a poco se fueron convirtiendo en el concepto de lo que es un ERP (Enterprise Resource Planning) o planeación de recursos empresariales, en español, que es la integración de todos los sistemas empresariales evitando al máximo la redundancia de datos en las organizaciones.
La guerra de las colas, como suele llamarse a la competencia entre Pepsi y Coca Cola, es real, hace referencia a las campañas de marketing dirigidas a los consumidores para convencerles de que prefieran una marca a otra y se queden con ellos.
A nivel de los empleados de cada una de las marcas también se da el “ponerse la camiseta”, llegando a niveles de competencia del mejor comercial, tiraje de dardos con la marca contraria como diversión, caricaturas, sabores, colecciones, entre muchas otras.
A mediados del mes de febrero de 1993, mi compadre estaba trabajando en el Corporativo de PepsiCo, como encargado del área de logística y planeación de las plantas de producción y distribución de Bebidas en América Latina, su base y oficinas estaban en Florida, en la parte de Fort Lauderdale, Boca Ratón, Orlando.
Ese año me habló para comentarme que estaban haciendo una serie de estudios para implementar un ERP en algunas de sus plantas, me invitó para que le hiciera una propuesta para desarrollar un estudio de factibilidad que concluyera en la mejor opción entre comprar, modificar o desarrollar un nuevo ERP, dada la experiencia en estos procesos de embotelladoras que yo había adquirido.
Agradecido por la confianza le hice llegar mi propuesta y me pidió que nos reuniéramos en sus oficinas en Florida en los siguientes días.
Me hizo llegar los objetivos del proyecto, la “especificación funcional”, los boletos de avión, el itinerario de viaje y me comentó que pasarían por mí cuando llegara al aeropuerto para llevarme al hotel donde me hospedaría.
A pesar de que ya había viajado a Miami varias veces, para desarrollar al menos dos proyectos anteriores trabajando para la industria maquiladora de apparel en Mérida, y de que contábamos con una empresa de desarrollo de software en un esquema de maquila para esta industria con sede en Florida, para mí siempre ha sido emocionante viajar a todos los lugares de este hermoso estado de EE. UU., y a la vez es un sentimiento de emoción y cierto nerviosismo, pues es imponente en cuanto a su infraestructura, dinámica, cultura, entre otras cosas.
La verdad es que en cada uno de los viajes realizados en el desarrollo de este proyecto se hizo presente este sentimiento y estas experiencias, como te relataré a continuación, aunado a que en Florida no es tan difícil no saber el idioma inglés, ya que el 80 % de la gente habla español, siendo consciente de que siempre es un gran diferenciador para solucionar problemas, moverte y tener más oportunidades el dominar el idioma del lugar a donde vayas.
Viajé un domingo por la tarde, de Mérida a Ciudad de México y de México a Miami, sin ningún problema, todo a tiempo y en forma, aunque al ser una hora de diferencia en el huso horario ya estaba oscureciendo cuando llegué.
Justo a la salida del área de recogida de equipaje, me estaba esperando con una pancarta con mi nombre una persona muy bien vestida, como diríamos en México.
Me identifiqué con él, un tipo alto, de alrededor de 1.80 m, unos 40 años, hablaba un español perfecto.
Me dijo que era de origen puertorriqueño; me ayudó con mis maletas y me condujo a la salida del aeropuerto, donde esperaba un Ford Galaxy del año.
No era precisamente una limusina, pero sí pertenecía al mismo tipo de servicios.
Con respecto al hotel, la verdad es que confié desde el principio en que el hospedaje sería en la parte más cercana de donde sería la reunión; nunca pregunté en qué ciudad sería y me dejé llevar por el chofer.
Platicamos durante el trayecto, lo normal de siempre: nombre, a qué te dedicas, de dónde vienes, algo de la familia, entre otras cosas.
Sin darme cuenta por la charla con el chofer, llegamos al hotel, en Boca Ratón, un hotel de la cadena «Quart of Yard». Se veía hermoso.
El chofer me comentó: «Mi estimado, deben de quererte mucho en la compañía. Este hotel es de los más bellos en Boca. Que disfrute su estancia».
Me dejó en la entrada del mismo, le di las gracias y bajamos mi maleta; se acercó un botones y me llevó a la recepción; en esta zona el habla en inglés es más dominante; como pude me di a entender, diciendo que debía haber una reservación a mi nombre, sin embargo, no había tal, pero amablemente se dieron a la tarea de revisar dónde estaba mi reservación.
Resulta que efectivamente había una reservación a mi nombre, en un hotel de la misma cadena pero en Fort Lauderdale, cerca de donde estaban las oficinas de PepsiCo donde estaba mi compadre.
Confirmaron en el lobby del otro hotel que ya había llegado y que estaba con ellos, y que me mandarían en un taxi, pues el chofer del servicio de limusinas ya se había marchado.
En menos de 10 minutos llegó mi taxi. El taxista no hablaba nada de español, ya tenía la instrucción para llevarme al hotel donde me hospedaría, pagué por adelantado y me subí al taxi; era un auto grande, tipo Lincoln, color blanco, muy cómodo, con letrero de taxi en el techo.
El taxista subió mi maleta a la cajuela y arrancamos; para ese momento ya estaba yo suficientemente nervioso, a pesar de tan buenas atenciones, pero la imagen y comunicación de mi taxista me terminó de estresar. Cero charla, un tipo rubio, con el pelo hasta los hombros, de aproximadamente 1.75 m de estatura, con bigote, pantalones de mezclilla y camisa de manga larga a cuadros, solo le faltaba el sombrero vaquero.
Empezó a transitar por diferentes atajos y recovecos, nada de freeway; se me figuró que era la reencarnación del Coronel Custer del viejo Oeste y que yo era algún jefe comanche, así que permanecí calladito tratando de conocer uno de los aspectos de Florida que aún no conocía para distraerme un poco.
Afortunadamente llegamos al hotel en menos de 10 minutos. Ya eran como las 11 de la noche, mi reservación estaba lista, me registré y subí a mi habitación; me reporté con mi compadre para confirmarle que ya había llegado al hotel y le describí brevemente lo que había pasado, pues estaba preocupado por el retraso entre mi llegada al aeropuerto y mi reporte desde el hotel.
Solo me comentó que le daba mucho gusto que ya estuviera ahí y que pasaría muy temprano por mí para desayunar e ir a la oficina.
Dando gracias al creador, ya más tranquilo, desempaqué, me di un bañito y me fui directo a la cama.
El primer día en el desarrollo del proyecto estuvimos revisando el documento con la descripción de necesidades de las plantas de producción de bebidas del grupo embotellador, así como los sistemas que en ese momento estaban utilizando en cada lugar, variaban mucho entre sí, desde modo carácter, pues aún Windows estaba tomando la fuerza que ahora tiene, emuladores con interfaz gráfica, sistemas “isla”, es decir aislados, con múltiples interfaces para integrarlos ocasionando mucha redundancia de información, múltiples reprocesos y procesos manuales.
Era muy importante el proyecto para poder estandarizar los sistemas en todas las plantas y posteriormente consolidarla proporcionando información para toma de decisiones confiable y veraz.
Fueron tres días de levantamiento de información en Florida. El siguiente paso era visitar una de las plantas de producción en Sudamérica y la que estaba más avanzada en este proceso era la planta de Guayaquil en Ecuador.
Se hicieron todos los preparativos antes de mi regreso a México para coordinar mi visita a la planta 2 semanas después, acompañado del Gerente de TI de la planta de Guayaquil y de un coordinador de sistemas de PepsiCo de Brasil.
El viaje a Ecuador.
Desde que se formaron como repúblicas independientes en el siglo XIX con los movimientos independentistas de las Américas, Ecuador y Perú habían tenido dificultades sobre sus límites fronterizos en regiones comprendidas entre la cuenca del Amazonas y la cordillera de los Andes. Los problemas en la delimitación de fronteras entre ambos países iniciaron cuando la Gran Colombia (estado antecedente de Ecuador, encabezado por Bolívar) anexó los territorios pertenecientes a la Real Audiencia de Quito, Tumbes, Jaén y Maynas, que voluntariamente habían decidido ser parte del Perú luego de declarar su independencia en 1821.
La nueva nación llamada Colombia y conocida actualmente como La Gran Colombia no duró mucho, y se disolvió en 1830, de ella se separó la república de Ecuador como país independiente, con los territorios que habían pertenecido mientras fue parte de La Gran Colombia.
Sin embargo, desde esa época se han tenido múltiples conflictos territoriales. Durante 150 años, el último episodio se dio en lo que históricamente se llama Conflicto del Falso Paquisha.
Resulta que el 22 de enero de 1981, el gobierno peruano denunciaba el ataque a una de sus aeronaves cuando realizaba una misión de abastecimiento a puestos de vigilancia en el río Comaina (territorio peruano).
El entonces presidente del Perú, arquitecto Fernando Belaúnde Terry, ordenó la inspección del río Comaina hasta sus nacientes en el lado oriental de la cordillera del Cóndor, comprobándose la existencia dentro del territorio peruano de tres destacamentos militares ecuatorianos con sus respectivas instalaciones.
Este hallazgo causó acciones de fuerza, logrando las fuerzas peruanas desalojar los destacamentos ecuatorianos. Tras la medición de las coordenadas, se comprobó que no correspondían a la mencionada Paquisha sino, como lo calificó el presidente Belaúnde, a un «falso Paquisha».
Tras las escaramuzas, que motivaron la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA), el acta Sorrosa-Du Bois fijó las coordenadas de ubicación permitidas para las tropas fronterizas, ratificando la condición de la mencionada cordillera como límite natural entre ambos países.
En 1992, los presidentes de Perú y Ecuador, Alberto Fujimori Fujimori y Rodrigo Borja Cevallos, suscribieron el llamado Pacto de Caballeros, en el que se comprometieron a buscar soluciones pacíficas a las diferencias. Sin embargo, en el mes de diciembre de 1994, después de una declaración oficial por parte del gobierno peruano que reclamaba como suyos los territorios en disputa, y frecuentes encuentros entre patrullas de ambos países, se empezaron a notar movilizaciones del ejército del Ecuador, que desde 1981 había estado preparándose para enfrentar un conflicto generalizado, desplegando sus sistemas de defensa en el área de la Cordillera del Cóndor.
Este conflicto fue resuelto hasta el año 1998, en que se firmó el tratado de la paz con el Acta de Brasilia atestiguado por los países integrantes del Protocolo de Río de Janeiro; los dos pueblos reconocieron todo lo que tienen en común en cuanto a historia y a cultura y pasaron a considerarse efectivamente como hermanos. Desde esa fecha, el comercio entre Ecuador y Perú ha aumentado en una proporción de cinco o seis veces el valor que tenía antes de la firma de la paz.
Bajo este panorama es que me tocó viajar a Guayaquil para hacer el levantamiento de información de la planta de la embotelladora en abril de 1993.
Nunca había viajado a Ecuador, el vuelo que me tocó fue directo desde Miami hasta la Ciudad de Guayaquil, también conocida como «la Perla del Pacífico»; pertenece a la provincia de Guayas, de la cual es capital, es la ciudad costera más importante del Ecuador y uno de los puertos más importantes del mundo, ya que su ubicación e infraestructura brindan facilidades para el comercio marítimo internacional. Con más de 3 millones de habitantes, es la ciudad de mayor densidad poblacional de Ecuador.
Es una ciudad vibrante y caótica, de clima caliente, con mucha humedad, tropical, con gente muy amigable, pero con serios problemas de narcotráfico.
Eso sí, se come delicioso, tanto mariscos, principalmente cangrejos y ceviches, como embutidos tipo morcilla, pancita, parrilladas y lo clásico de nuestras costumbres de las zonas caribeñas y parte de Sudamérica, como plátano verde, arroz y frijoles. Tiene mucha historia desde antes, durante y después de la conquista española.
Llegué un lunes muy temprano, me recogieron en el aeropuerto internacional José Joaquín Olmedo, de ahí directo a la planta donde ya me estaba esperando el gerente de TI de la planta, el Ing. Francisco García Cedeño y Bernardo Soares de PepsiCo Brasil.
El levantamiento de información sobre los sistemas y procedimientos de la planta, pasando por recursos humanos, nómina, compras, cuentas por pagar, proceso de distribución, preventa, logística, almacenamiento, operaciones y su integración duró hasta el viernes.
Habíamos planeado el sábado conocer alguno de los lugares turísticos de la ciudad. Entre semana no hubo tiempo de salir a conocer nada, aparte de un par de lugares para comer.
Tuvimos muy buena comida, por cierto una parrillada tipo argentina y otro lugar de mariscos.
No podría decir que hice muy buena amistad con mis dos compañeros durante el levantamiento, pero sí un buen nivel de confianza y entendimiento entre colegas.
El jueves por la tarde, Francisco nos comentó que lo había contactado una compañía de Quito que estaba distribuyendo un ERP llamado TITÁN, y que tenían una versión del sistema para precisamente lo que necesitábamos en las embotelladoras. Nos invitaban a ir el sábado todo el día a Quito para que nos hicieran una presentación de su producto.
Pues ya estábamos ahí, era parte de lo que estábamos haciendo para el estudio y decidimos si hacer el viaje, llegando a Quito muy temprano y regresando a Guayaquil en el vuelo de las 5 pm que es el último del día, además de que el domingo a las 7 am teníamos que viajar a la ciudad de Miami desde Guayaquil.
Llegamos a Quito el sábado a las 9 de la mañana; ya nos estaban esperando en el aeropuerto internacional Mariscal Sucre las personas de la compañía distribuidora del software.
La teoría más aceptada en torno al nombre es que Quito proviene de la lengua chibcha, de los aborígenes Quitu-Cara, habitantes originarios de la zona Pichincha en Ecuador.
La palabra quitu significa lugar o espacio en el centro del mundo. Su nombre oficial es San Francisco de Quito, cuya fundación tuvo lugar en el 1534.
La ciudad se encuentra ubicada principalmente sobre los valles occidentales que forman parte de la hoya del río Guayllabamba, la cual está emplazada en las faldas orientales del volcán cónico activo Pichincha. En la Cordillera Occidental de los Andes septentrionales de Ecuador, a una altitud promedio de 2,850 metros sobre el nivel del mar.
Está delimitada por el volcán Casitagua por el norte, la falla geológica conocida como Falla de Quito por el este, las faldas orientales del Pichincha por el oeste y por el Volcán Atacazo por el sur.
Las dimensiones aproximadas de la Ciudad son de 50 km de longitud en sentido sur-norte y 8 km de ancho en sentido este-oeste, definitivamente muy angosta y de muy complicado descenso, solo pilotos altamente calificados pueden descender en su aeropuerto.
Pasamos prácticamente desde las 10 de la mañana hasta las 2.30 de la tarde en la presentación del sistema, solo con algunas galletas, agua y Pepsi en el estómago, momento en que hice la observación de que era momento de irnos al aeropuerto pues nuestro vuelo de retorno a Guayaquil salía a las 5 pm. Nuestros anfitriones nos dijeron que no nos preocupáramos pues el aeropuerto estaba muy cerca y querían darnos un breve tour por la ciudad.
¿Cómo resistirse a ese tour? Quito es una ciudad que fue declarada por la Unesco como el primer Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1978, por tener el Centro Histórico mejor conservado de América y que alberga iglesias, museos y plazas con tesoros incalculables de cultura e historia de la época incaica, colonial y republicana.
La verdad es que es muy hermoso, totalmente colonial, muy hermosa, un aire fresco para esa época, marzo, todavía según nosotros, nos dio tiempo de comprar algunas cosas; sin embargo, llegamos al aeropuerto exactamente a las 5 pm, corrimos al mostrador de la aerolínea, una vez que nuestros anfitriones se despidieron y se marcharon, la encargada del mostrador se nos quedó viendo, no señaló las pistas y comentó – ¿Ves ese avión que está despegando?
Ese era su vuelo -, con cara de “¿ahora qué hacemos?” atinamos a preguntarle cuándo salía el siguiente vuelo, a lo que amablemente nos dijo que hasta el día siguiente a las 10 de la mañana, – imposible – le comentó Bernardo, nuestro vuelo sale desde Guayaquil a Miami a las 7 de la mañana de mañana domingo, a lo cual nos dijo que la única manera de regresar sería en camión o rentar un auto, pero que nos diéramos prisa pues las agencias de autos cerraban a las 6 pm.
Solo me imaginé bajar desde 2,850 metros de altura, de pura sierra, con conflictos limítrofes entre Perú y Ecuador, con participación del ejército de ambos países, en medio de la cordillera en una carretera de 2 carriles, eso sí, con oportunidad de conocer las faldas del Chimborazo el volcán más alto de Ecuador a media noche, a una distancia entre Quito y Guayaquil de 415 KM, hasta el nivel del mar, 10 horas en camión u 8 en automóvil y mi estómago empezó a dar vueltas y mi cabeza a pensar en múltiples panoramas.
Volviendo a la realidad, Bernardo le preguntó a Francisco si sabía manejar como para rentar un auto y si había hecho antes ese recorrido, desde Quito hasta Guayaquil, a lo cual Francisco le respondió que sí sabía manejar, que tenía licencia pero que solo había hecho ese trayecto en camión; difícil decisión. Salimos del aeropuerto y nos dirigimos a la única arrendadora de autos aún abierta, Hertz, nos acercamos al mostrador explicando nuestro problema y el encargado de la agencia nos dijo que solamente tenía disponible un vehículo, “un Mitsubishi Mirage, de 3 cilindros”, eso sí, muy ahorrador de combustible. Si conocía la marca, el modelo, pero nunca había escuchado de un vehículo de 3 cilindros.
No lo pensamos mucho, Bernardo rentó el vehículo con la opción de entregarlo en el aeropuerto de Guayaquil, nos encomendamos a todos los santos, deidades Incas y Quitu-Cara, compramos un mapa de carreteras y nos subimos a nuestro flamante vehículo.
Decidí irme en la parte posterior del vehículo y tratar de no comerme las pocas uñas que aún me quedaban, Francisco al volante y Bernardo siguiendo las instrucciones del mapa.
Realmente sí fue un tanto pesado, de noche, tomamos la carretera como a las 7 pm, nadie se acordó de pasar a comer algo, hasta que cargamos gasolina en una tienda de autoservicio en la carretera como a la mitad del camino.
Todo fue en bajada, yo solo veía con la poca luz que había, el borde de la carretera observando los paisajes comunes de bajar una sierra con despeñaderos, pensando que en cualquier momento pudiera aparecer algún reten del ejército, pues sí nos comentó Francisco que seguían con los problemas limítrofes, aunque no por la zona que teníamos que bajar.
Llegamos a Guayaquil como a las 2 de la mañana, sin contratiempos, charla muy amena contando cada uno de nosotros las peculiaridades y bellezas de nuestros respectivos países. En cuanto llegamos al hotel bajé del auto y besé el piso y di gracias a todos quienes me habían encomendado de que hubiésemos llegado con bien.
Las siguientes semanas me las pasé elaborando el estudio de factibilidad y preparando la documentación necesaria para entregarlo en Florida para principios del mes de Agosto. Recuerdo que, para ese entonces, en ese mes de 1993, estaban esperando en USA la quinta visita del Papa Juan Pablo II, esta vez a Denver Colorado en la Celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, así que las medidas de seguridad estaban al máximo en todo el País.
Planeamos el viaje para entregar el estudio y hacer la presentación en las oficinas de Boca Ratón de PepsiCo para la primera semana de agosto.
Ya tenía listos los boletos para el lunes siguiente, viáticos y todo lo necesario. El estudio ya estaba terminado, así como la presentación en PowerPoint. Así que me preparé para pasar un buen fin de semana con la familia.
Arreglamos el jardín, hicimos una parrillada y nos divertimos con los niños. Cuando me di cuenta, ya se me había hecho tarde para ir al aeropuerto, sobre todo por los dispositivos de seguridad que habían implementado por la llegada del Papa.
Afortunadamente, mi maleta ya estaba lista, pero ya no me daba tiempo de arreglarme y cambiarme de ropa.
Así que tomé un pantalón de mezclilla, una camisa roja, sin rasurarme, solo una buena lavada de cara, y así me llevaron al aeropuerto. Craso error.
Al llegar a Miami, enseguida los agentes de migración comenzaron a monitorearme.
No sé qué aspecto tenía, sin rasurar, desaliñado, con camisa roja de mezclilla. Apenas pasé migración en el área de recepción de maletas, me invitaron a acompañarlos dos agentas aduanales.
Revisaron mi maleta de arriba abajo y me llevaron a un área reservada de migración. ¡Vaya susto! Aunque no tenía nada de qué preocuparme o no había hecho nada, el simple acto de que te separen y te empiecen a interrogar impacta.
Fue breve, me interrogaron, expliqué la razón del viaje, mostré mis credenciales, tarjetas de crédito, identificación para quien trabajaba, reservaciones, y quién era mi contacto en EE. UU.
Hablaron a mi compadre, y media hora después estaba afuera.
Ahí estaba mi amigo, el chofer de la limo, esperándome para llevarme a mi hotel en Boca. ¡Sí que me llevé un buen susto! Entendí más que nunca el significado de la frase «como te ven te tratan».
Al día siguiente tuvimos la reunión para la entrega del estudio. Todo dentro de lo normal, solo que me cambiaron el lugar de la reunión.
En lugar de ser en Boca, me pidieron que rentara un auto y me trasladara a las oficinas de Fort Lauderdale. Como si hubiera vivido en Florida mucho tiempo y fuera todo un experto en los traslados en las vías rápidas.
Afortunadamente, la gente del hotel, el personal de la arrendadora de autos y el oficial que me detuve en uno de los accesos a las vías rápidas, al verme muy nervioso, se portaron muy amables conmigo.
El oficial me dio las indicaciones, me dijo que me calmara que no pasaría nada, y así pude llegar a tiempo a mi reunión y entregar el estudio.
Y así concluyo esta historia, muy agradecido como siempre con mi compadre por todo lo vivido, la confianza y las experiencias de cada una de las etapas que llevaron a la consecución del estudio de factibilidad del ERP para las plantas de producción y distribución de PepsiCo en América Latina.