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Estaba terminando el 2019 y las noticias en la televisión, en la radio y la internet, nos hablaban de un extraño virus que comenzó del otro lado del mundo. Poco a poco, el virus del oriente, fue ganando protagonismo en las conversaciones y en los memes.  Todos opinando, como si fuéramos expertos, sin embargo, la realidad es que no teníamos la menor idea de lo que estaba llegando en ese invierno del 2019. Nunca imaginamos que se acercaba este encierro que nos cambió todos los planes y proyectos que teníamos para el 2020. 

Ese virus que comenzó en el oriente, parecía estar tan lejos, que quizá por eso no lo tomamos en serio, hasta que, sin darnos cuenta ya se había instalado en nuestro continente, en nuestro país, en nuestros hogares… y planeaba quedarse aquí por largo tiempo, tal como lo está haciendo.

Comenzó el confinamiento

Aquella mañana, casi tiro mi taza con café caliente.  En las noticias anunciaron que esta pandemia nos obligaba a quedarnos en casa… fue el inicio del confinamiento.

Aunque tengo muchos años trabajando desde casa, no imaginaba mi vida sin el contacto directo con mis alumnos, a quienes semana a semana trato de guiarlos para enfrentar y superar sus miedos, procuro apoyarlos para que confíen más en ellos, para que se esfuercen y no renuncien hasta materializar sus sueños y que se atrevan a expresar todos y cada uno de sus sentimientos.  Todo esto lo hago a través de las clases de piano, pero el piano sólo es un pretexto para que mis alumnos liberen todas sus emociones, todos sus talentos.

Esperaba que la cuarentena fuera cuestión de poco tiempo.  Dejé de ver a mis alumnos, a mis amigos y, lo más difícil de todo esto, ha sido renunciar a ver a mi madre los domingos para compartir la mesa en el almuerzo.  Todo esto empezó a causarme mucho miedo.

Conforme pasaron los días, todo lo que se oía en las noticias era acerca de esta terrible pandemia.  La gente comenzó a perder sus empleos y lo más lamentable, cada vez más personas comenzaron a caer enfermos… cada día va en aumento la cifra de los muertos.

El encierro me llevó a pasar demasiado tiempo viendo noticias y eso no fue nada bueno.  La angustia, la incertidumbre y el miedo empezaban a afectar no sólo mi estabilidad emocional, también se afectaba la salud de mi cuerpo.

En el momento perfecto

Sin otra forma de convivir con mi gente más que por medio de una pantalla, como una afortunada casualidad mi prima Laura me habló de un maravilloso proyecto en el que podría desahogar mis emociones y seguir compartiendo mis experiencias personales y brindar ánimo, apoyo y consuelo.  Me encantó la idea y acepté el reto.

Comencé a escribir cada día, a plasmar lo que pienso y lo que siento, a derramar en la palabra escrita, cada uno de mis sentimientos.  Y entonces me sentí liberada y empecé a disfrutar de lo que podía hacer en este tiempo de confinamiento, porque me dio la oportunidad de hacer lo que realmente disfruto y quiero.

Encontré la magia de llegar a muchos lectores que se identifican con estos mismos sentimientos y por medio de una página, pude desempolvar mis talentos.

Sinceramente deseo que pronto termine esta pandemia. Por mi, por mi gente, por mi pueblo, por mi país y mi planeta, realmente lo deseo. Pero lo que más deseo es que todos los que salgamos de esto, salgamos liberados del encierro emocional que muchos nos hemos auto impuesto.

Que salgamos libres de miedos y de falsos valores, que salgamos con espíritus renovados para saber cómo invertir mejor nuestro tiempo.  Que aprendamos que la vida puede cambiar en un instante y que hay que capitalizar cada momento y hacer buen uso de nuestros dones y talentos.

Que sepamos que el encierro es una oportunidad para dejar de ser prisioneros.

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