Realmente existen personas que pueden ver más allá de lo aparente, que son capaces de percibir espíritus que visitan a parientes cuando su vida se acabó y ya se van al más allá, para algunos de ellos es un “Don” muy especial, pero para otros es una maldición y quisieran nunca haberlo tenido.
Para los escépticos y algunos científicos consideran que son simples alucinaciones y que se presentan por varias causas, que según ellos son: por un intenso miedo a espíritus y fantasmas porque sufren de grandes niveles de sugestión mental; la segunda, dicen que es por la falta de oxígeno en el cerebro (anoxia cerebral) pueden alterar su sentido de la realidad y tener alucinaciones y se da en muchos fumadores; la tercera, es por inhalación de Monóxido de carbono que entre varios de los síntomas causa confusión y alucinaciones auditivas.
La última causa mencionan que es consecuencia del insomnio, cuando no se descansa lo suficiente la mente se deteriora y creen que en ese frágil estado mental se puede creer que tenemos experiencias sobrenaturales, cuando en realidad no lo son.
Pero yo he conocido a personas que tienen ese Don especial y aunque algunos han sufrido con ellos, otros han hecho un buen uso de su gracia otorgada para ver ángeles, espíritus, fantasmas y algunos hasta demonios, tratando de ayudar a las ánimas que se quedaron varadas por algún asunto pendiente o llevándoles mensajes a sus familiares.
Veamos un caso que envió Dinorah Ríos a nuestro grupo de Mitos y Leyendas de Monterrey y del Mundo, su increíble historia viene muy bien narrada y solo le corregimos algo la ortografía por lo que la dejamos tal cual, ella nos cuenta lo siguiente:
“Nunca fui buena para creer en situaciones paranormales, mucho menos para estar atenta ante ellos, pero tampoco niego que existan.
Sucedió poco más o menos hace 7 años, yo aún vivía en aquella colonia al poniente de Monterrey, con mi madre y mi hermano.
Mi padre había fallecido recientemente, murió dormido, digamos que murió joven, tenía 67 años, y fue inesperado, no estaba enfermo ni estuvo en cama, simplemente mi madre fue a despertarlo para desayunar, y ya se había ido.
Mi madre decidió vender la casa, le traía muchos recuerdos, estaba triste, con el dinero compró una casa mucho más pequeña al poniente de la ciudad, mi hermano y yo nos mudamos con ella.
No sé cuántas veces la vi llorando a escondidas, en el rincón de la cocina, ni cuántas veces me imaginé a mí misma llegando a la casa y encontrar a mi padre sentado en su sofá favorito llenando crucigramas, su pasatiempo favorito.
El caso es que fue un proceso muy doloroso para todos, en especial para mi madre, que sufrió mucho por la partida de mi padre.
Por esas fechas se mudaron unos nuevos vecinos a dos casas, un matrimonio joven y muy agradable, Eliseo y Nora, eso le sirvió a mi madre para distraerse, Ella y Nora compartían la misma afición por la cocina.
Eliseo era un tipo delgado, de gafas para leer de pasta gruesa, con finta de científico, no lo sé, pero se dedicaba a la carpintería, tenía su taller en el centro de Monterrey. También leía mucho, y sus conversaciones eran muy elevadas, adelantadas, hablaba mucho de metafísica, del aura y esas cosas de las que mi madre y todos en la familia somos muy reservados.
Como reservado nos teníamos el tema de mi padre, casi nadie de allí sabía mucho del tema pues eran vecinos nuevos, sólo sabían que vivíamos con mi madre a solas, y ya.
Tratando de no alargarme más, pues hice buena relación con Eliseo, porque soy diseñadora de interiores y comencé a hacerle algunos encargos como algunos muebles e instalaciones residenciales, el señor muy serio y profesional en su trabajo.
Eso nos dio la oportunidad de conocernos un poquito más y me pude dar cuenta que aunque era una persona rara, al mismo tiempo era muy interesante conversar con él, eso sí, siempre todo estrictamente en lo profesional, sin pasar a nada más.
Eliseo me contaba, a modo de confesión, que él tenía el “Don” de ver «más allá» de las cosas, que tenía una conexión y que estaba harto de eso. En ese momento yo no sabía qué responderle y cambiaba el tema, me daba pendiente decir algo fuera de lugar, y también me daba algo de miedo.
Tiempo después, precisamente en el cumpleaños de mi madre, lo celebramos en el jardín de la casa, en donde hay una bonita banca donde mi mamá se pone a tejer. Invitamos a Eliseo y Nora, que llegaron con una charola de panecillos.
La estábamos pasando muy bien, y de pronto Eliseo me dice «¿Ya viste a tu mamá?» y cuando volteé a verla, ella estaba al fondo del jardín, sentada en su banca, con una sonrisa que jamás, o quizá en mucho tiempo no le veía… quedé asombrada, tenía su sonrisa en el rostro, los ojos entrecerrados, y se sostenía el hombro con su mano.
Lo más tétrico llegó a continuación; Eliseo me pregunta, «¿Quién es un señor como de 65 años, ojos grandes, cabello canoso, y que usa gafas para leer de armazón dorado?»… dijo, cerrando los ojos… «Lleva un periódico bajo el brazo y un bolígrafo en su oreja» agregó… abriendo los ojos lentamente…
Aquello me dejó helada ¡Estaba describiendo a mi papá!
No pude armar palabra…. «Está sentado justo al lado de tu mamá, abrazándola»….
Sentí escalofríos, me quise incorporar para ir con ella pero Eliseo me detuvo en seco; «No vayas, ella está feliz, y tu papá está bien, sólo vino a decirme eso»…
Quise creer que fue producto de la casualidad, Eliseo me cayó mal esa noche por jugar así con algo tan delicado, pero fue tanto el detalle con el que describió la escena, que era como si conociera personalmente a mi padre, cosa que era imposible, o muy difícil.
Con el tiempo fuimos teniendo más confianza, aunque yo estaba aún incrédula de lo que Eliseo me decía de su conexión, y sus contactos raros. El tiempo pasó, olvidé el incidente y nos volvimos a juntar, esta vez fuimos invitados por ellos a un rancho a pasar la tarde.
Otro suceso extraño, de la nada, Eliseo se levanta de su silla y comienza a caminar hacia la entrada, moviendo los brazos violentamente en el aire, haciendo aspavientos como quien se quiere espantar un enjambre de abejas, «váyanse, váyanse de aquí ya» alcancé a escucharlo decir, al mismo tiempo que regresaba a la mesa todo alterado, respirando agitadamente.
No pude evitar preguntarle qué le pasaba, me dijo así, escueta y fríamente; «no sobrevivieron, van a avisarles»… dijo, desplomándose en la silla.
Segundos después, uno de los invitados comienza a gritar, había recibido una llamada telefónica avisándole que dos de sus familiares habían tenido un fatal accidente en la carretera a Saltillo. Volteé a ver a Eliseo, y su expresión fue encogerse de hombros como diciendo «¿qué le hago?»…
Ese día decidí creerle, generamos un vínculo de confianza tal, que comenzó a contarme cuándo y cómo se dio cuenta de ese «don» que tenía, fue a los 6 años, cuando platicó con su abuelito, que había muerto 3 años antes de que él naciera.
Pero estaba harto, me contó que alguna vez acudió con una persona que se decía podía «curar» ese don, o quitárselo, y esa persona le respondió, «le diré a mi mamá que te ayude a quitarte eso»… Eliseo lo había tomado como burla, subió a su camioneta, manejaba una combi amarilla que usaba para su negocio, y cuenta que paró en un Oxxo para comprar un refresco, y al subirse nuevamente, del lado del pasajero encontró a una señora mayor, desconocida, y su reacción fue de hartazgo, pensando que era una más de sus visiones le gritó «¡vete de aquí, lárgate!» a lo que la señora simplemente desapareció.
Minutos después, esa persona que prometió ayudarle le llamó por teléfono y le dijo «¿Por qué trataste así a mi mamá?»… Eliseo se disculpó diciéndole, «perdóname, no sabía que era ella, dile que me perdone»… el sujeto le respondió, «no, no fue fácil para ella venir a verte, y no sé si quiera ayudarte de nuevo»…
Meses después nos mudamos de allí, mi madre se fue a vivir con mi hermano y yo hice mi vida, no volví a ver a Eliseo, ni a Nora, pero me quedan esas experiencias extrañas, raras.
Para algunos es un Don, para otros una maldición, pero si Dios permite que estas situaciones se den en algunas personas ha de tener un motivo y una razón para ello ya que no creemos que existan simplemente las casualidades, siempre hay una causa y un aprendizaje ya sea físico o espiritual.
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Bibliografía:
La historia de Dinorah Ríos.
¿Por qué algunas personas tienen el «poder» de ver espíritus y otras no? (bioguia.com)