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El día que te vi regresé a casa pensando en ti. Fue algo extraño, casi insólito, ya que nunca te había encontrado siquiera y de repente me sorprendí recostado con ambos brazos bajo la nuca permitiendo que mi imaginación se echara a volar efímera por el cielo raso, como si aquello fuera un acto prohibido, furtivo, digno de indiscreta censura.

El día que te vi mi corazón dio un vuelco dentro de mi pecho, donde aprisioné el anhelo de volver a verte un día. Un anhelo que fui alimentando de tu recuerdo para que no desfalleciera; para que se volviera aún más fuerte el deseo efervescente por estar contigo, hasta que ya no pude desear otra cosa en cada evocación que hacía de ti.

El día que te vi tuve sueños trepidantes que hasta entonces no me había atrevido a soñar, quizá por una falta de imaginación onírica o por esa idílica manera en que parecías tan ausente antes de verte por primera vez, como un sustancioso tesoro que tienes que dejar en el sitio donde lo encontraste, salvaguardando su prístina hermosura.

El día que te vi me fulminaste con esos ojos que me ataron como si no quisieran dejarme ir a ningún sitio, aunque tu mirada fuera escurridiza, esquiva, voluble: huidiza como tú misma; como si te resistieras a que el abismo oscuro y profundo de tus ojos pudiera delatarte, eludiéndome al mismo tiempo que se abrazaban fuertemente de mí.

El día que te vi supe que iba a embarcarme en un larga y sinuosa travesía; que el camino sería vertiginoso e incierto, casi azaroso, y aun así no pude más que arrojarme a esa aventura en la que te esperaría sin que supieras que me encontraba aguardando por ti en alguna olvidada y solitaria estación, a la vez que te pensaba con locura.

El día que te vi ya no pude dejar de verte. Incluso ahora que no te tengo, continúo descubriéndote en cada rincón de una imaginación que echa en vuelo para levantar estelas de recuerdos que no tardan en cobrar de nuevo sentido, llenando mis oquedades de movimiento y mi nostalgia de alegría… aunque te hayas ido lejos; aunque ya no estés aquí.

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Nuestro pequeño ejército personal: el sistema inmune, lo que debes saber

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