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¡Paquete, paquete no llega!

¡Paquete, paquete no llega!

Apareció un día cualquiera, porque no hay forma de recordar con precisión el día y es solo por los pocos que lo conocieron que se podría decir que tuvo presencia y, si ellas ya lo marginaron de su memoria querrá decir que nunca existió. Se llamaba Haruo, era más alto que los amigos del barrio, en la maleta tenía unos juguetes novedosos, un celular con cámara, el primero que vimos por estos lugares sin tecnología.

Viajo de Japón a México. Las fotografías salían en una pantalla pequeña, la imagen se formaba por puntos, era una mancha a la que dimos definición de fotografía por el hecho de que se parecía con mucho esfuerzo a la realidad. Era posible que se sintiera desprotegido viviendo tan lejos, se quejaba por todo, llorando por todo.

En la colonia teníamos dos casetas de vigilancia. La que correspondía a mi calle estaba abandonada, no tenía puerta ni ventanas. La calle contigua estaba en total funcionamiento. Conocimos a todos los vigilantes que llegaron a trabajar. El último tuvo el sobrenombre de «el poli», se caracterizaba por usar la misma gorra y llevar bigote delgado. Nos permitía usar la caseta como guarida, era mucha su necesidad de trabajar en algo sencillo que se volvió permisivo, tenía suerte de que en esa colonia y en este pueblo no ocurriera nada extraño, ni violento más allá de lo imaginable.

Llegó el servicio de correo, otro amigo y yo estábamos dentro de la caseta, dejaron los sobres, uno nos llamó a la necesidad de abrirlo, era una carta con timbres desde Japón, dirigida a Haruo. La abrimos tenía una fotografía de sus padres y una hoja llena de escritura que no pudimos descifrar. Por la tarde vimos al chino aún que era japonés, no era importante el terminó correcto. Le entregué la carta, quedó sorprendido, el objetivo se logró, sorprendido tomo la carta, se fue a la casa de sus patrocinadores.

Al día siguiente en mi casa me esperaba mi madre completamente furiosa.

-Te van a meter a la cárcel ¿Por qué tomaste la correspondencia del niño japonés? La señora que lo cuida ya estuvo aquí junto con su marido y se estuvieron quejando. Ahorita vamos a ir para que les pidas disculpas. Dicen que te van a meter a la cárcel, eso es un delito.

Aún que, antes de ir tuvimos que esperar a que se despertara.

Fuimos y la gorda estuvo diciendo discursos sobre las buenas conductas, la moral y los planes que tenían para sus hijos, al igual que cuidar bien del extranjero para así poder enviar a uno de sus vástagos a Japón y hacer el intercambio. Mi madre apretó entre su mano el cinturón que llevo desde que salimos de casa y me golpeó frente a la gorda y su marido. No me inmute, ví los rostros de esos dos llenarse de total satisfacción, creo que le agradecieron a Dios por mi falta de prudencia al tomar la carta. Eso les permitió ese placer, fue el mayor gocé de vida que lograron tener y no me lo agradecieron.

El día que me enteré de que había muerto la gorda por asfixia me alegré, las muertes por falta de respiración te hacen cagarte y sangrar por los ojos, un mes después murió el marido por un ataque al corazón y me alegré doblemente. Quizás nunca me enteraré de la muerte del chino, pero así como vamos ya debe estar tieso, quedan los dos hijos de la pareja, mi alegría aún no está completa los estoy esperando.

Paternidad Literaria

TrodosMercado 2023

Fragmento del libro Gusanos en el Ojo

La leyenda de las Brujas Vampiras de Tlaxcala “Las Tlahuelpuchi”.
La Leyenda del Niño del Diablo

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