Lejos de buscar el significado que se le encomienda al chile, en nuestro México lindo y querido es sinónimo de broma, de usarlo como un vocablo de doble sentido.
El chile le da el sabor a la vida, a un sinnúmero de alimentos que consumimos diariamente.
No podríamos pasar desapercibidos de una exquisita salsa de chile jalapeño bañando un par de huevos estrellados. El chile es parte de la idiosincrasia del mexicano. Desde tiempos de la conquista, el agrado por este suculento alimento que además provee diversas propiedades curativas, ha sido utilizado para formar parte de la gastronomía, siendo en diferentes tipos de guisos el ingrediente principal. Aunado a la existencia de muchas clases de chiles, tamaños sabores y colores.
Los hay desde poblanos, chilaca, chiles secos, morita, piquín, jalapeño, morrón, de cera, habaneros. Todos con características diferentes, siendo el sabor lo que los hace especial.
¿Qué hubiera sido si el chile no existiera? ¿Nos acostumbraríamos a degustar nuestros alimentos sin el condimento que le da el sabroso sabor de un picor que nos haga sudar y también disfrutar al mismo tiempo?
El chile se puede comer ya sea en salsas, crudas o guisadas, o simplemente con un buen plato de frijoles hervidos con epazote y a mordida, a mano limpia, ¡para que sepa!
Y por supuesto, no podríamos pasar desapercibido los chiles en nogada, típicos del estado de puebla y que lleva una gran gama de aderezantes para darle el sabor dulzón haciendo que nuestro paladar se recree saboreando este suculento platillo.
En sí, disfrutar de la comida con cualquiera de los chiles mencionados se convierte en una extraordinaria forma de saciar nuestro apetito y sobre todo apreciar y agradecer lo que la naturaleza nos brinda, y como diríamos los mexicanos en torno de picardía, “Al chile, que si”